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celos y envidia –aclaro que no al pene, sino a los atributos que el amo detenta– y aparecen quejas y reclamos que se revelan como propios de los vínculos desiguales en la producción de bienes económicos y eróticos que la sociedad patriarcal sostiene.

      Con respecto al erotismo, el placer sexual se presenta y se ejerce como un valor dentro del vínculo conyugal. Los conflictos que aparecen suelen estar asociados a la infidelidad, que predomina en el género masculino y que, cuando ocurre, genera resentimiento en ellas, dado que no se permiten jugar el deseo erótico por fuera del matrimonio. La diferencia con las mujeres tradicionales es que las mujeres transicionales lo viven como pérdida de oportunidad de concreción (Tajer, 2009, p. 54).

      Si bien comparten el sistema de ideales con los modos de las mujeres tradicionales, valorando la maternidad y conyugalidad, son mujeres que ven lo público como el lugar ideal de realización personal. Esta situación las lleva a lidiar con la dicotomía y la tensión de compatibilizar dos actividades que se disputan la exclusividad de realización: amar y trabajar. Esto se traduce en que muchas mujeres consiguen el éxito profesional, pero no logran conciliarlo con su vida amorosa; y, si “son amadas”, su éxito profesional queda relegado. Otro conflicto que sobrellevan las mujeres transicionales en su modo de existencia es que valoran a hombres poderosos y exitosos al mismo tiempo que temen lo que desean de ellos y compiten por el logro. La transición es compleja en relación también con el dinero, pues tienen mucha dificultad para asumir “lo propio” y para diferenciar “lo nuestro” (Coria, 1986). Además, les cuesta establecer honorarios y reclamar deudas. En los vínculos laborales reproducen la lógica doméstica de cuidados maternales. Suelen ser más competitivas con las iguales y sobrevaloran a los varones como ideal.

      La representación del cuerpo en cuanto al ideal de belleza es menos exigente que en las mujeres tradicionales, pero adquiere mayor protagonismo el ideal de juventud, lo que las lleva a invertir parte de sus ingresos en el cuidado personal.

      3) El modelo innovador de subjetivación de género femenino. Se presenta en las mujeres actuales con una gama diversa en lo que se refiere a las posibilidades de concretar los ideales de maternidad y de conyugalidad. Para ellas, estos ideales se plantean como opciones y no como mandatos en sus proyectos vitales, que es preciso cumplir sí o sí. Son mujeres que están orientadas al logro y suelen preferir trabajos por objetivos. En general, manejan con mayor eficacia las rivalidades y competencias. Exigen reconocimiento y discriminan a quiénes dirigir las mociones de hostilidad y los enojos. Ejercen la sexualidad con partenaires que eligen sin necesidad de estar “enamoradas”, desplegando y manifestando abiertamente su erotismo y sensualidad. Quizás esta cuestión sea una de las grandes diferencias con los dos modelos descritos anteriormente, en los que amor y sexualidad estaban “sujetados”; en las mujeres innovadoras, se encuentran discriminados. El deseo de maternidad aparece como algo personal y va junto con el deseo de desarrollo personal y laboral. Esta ampliación en la libertad de elección suele ser un motivo de conflicto en el momento de tomar decisiones, dado que –como veremos en los casos clínicos– se juegan ideales de omnipotencia en las diferentes áreas de la vida, es decir, suponen que podrán cumplir con más de un ideal al mismo tiempo. Esto conlleva mayores grados de exigencia que impactan en el cumplimiento de deseos, dado que no han declinado los roles que les fueron asignados a las mujeres dentro del sistema patriarcal. Tanto es así que se observan los hilos que aún las sujetan a dicho modelo, que ha cambiado alguna de sus vestiduras, pero sigue sosteniéndose en sus distintos ordenamientos de género, clase y etnia, entre otros. Esto se evidencia claramente cuando intentan sostener un modelo de éxito en lo público, como los varones, pero sin distribuir las tareas domésticas y de crianza, lo que las expone a riesgos de vulnerabilidad por sobreexigencias. Esta es una complejidad diferente de la de las generaciones anteriores, que nos lleva a repensar los nuevos modos de presentación del malestar actual (Tajer, 2009, pp. 56-58).

      Otros estudios sobre maternidades desde las ciencias sociales

      Desde el paradigma de las ciencias sociales, otras investigaciones de la región describen los modos actuales del contexto histórico-social en estas temáticas. Resulta fundamental destacar la transversalización de la perspectiva de género en todas las disciplinas.

      Desde la Sociología fue impulsada la investigación “Nuevas expresiones de la maternidad”, dirigida por la doctora Carlota Solé y coordinada por la doctora Sònia Parella, llevada a cabo en el Institut Català de les Dones de la Generalitat de Catalunya (2003). Este trabajo analiza los factores materiales (barreras profesionales a la promoción) e ideológicos (ideología de los roles familiares, constructos de la “maternidad”) y el rol que juegan en el condicionamiento de la vivencia de la maternidad de las mujeres con actividades profesionales especialmente exigentes y absorbentes en términos de formación y dedicación. Según sus resultados, la maternidad se ha desplazado como eje central de las trayectorias biográficas de algunos grupos de mujeres en cuanto único proyecto vital y hoy pareciera conformar un componente más, cuya importancia varía en función de las características personales de cada mujer. Las investigadoras sostienen que, si bien ellas manifiestan querer tener más hijos de los que tienen, cada vez más este deseo es negociado en relación con otros deseos. Ejemplos de estas negociaciones son el retraso de la edad de la maternidad, la reducción del número de hijos y, en algunos casos, incluso, la renuncia total. Cabe destacar que estas particularidades ocurren, sobre todo, entre las generaciones de mujeres más jóvenes y con determinados perfiles profesionales: ejecutivas, empresarias, académicas, investigadoras. A menudo se trata de mujeres jóvenes que han sido socializadas a través del patrón “masculino” del éxito profesional –referido al modelo de ascenso social que se da en la escala corporativa y en los espacios de poder– y desde el mito de “la igualdad entre sexos” y que, a partir de estos, han trazado su trayectoria profesional, emocional y vital. Es importante agregar que la dimensión deseante de esta población encuentra dificultades para el logro de la equidad en los espacios de la vida cotidiana en los que los imaginarios y las prácticas sociales todavía mantienen una fuerte desigualación genérica. En este sentido, es necesario distinguir entre lo declarativo (lo que se ha logrado con respecto al valor de lo alcanzado en el marco legal de ampliación de derechos) y las prácticas y arreglos cotidianos entre mujeres y varones, que van muchas veces desfasados con estos avances.

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