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posible en la construcción de subjetividades y del sujetx psíquico contemporáneo.

      1. Las leyes de Matrimonio igualitario (Ley Nº 26618/2010), Identidad de género (Ley N°26743/2012) y Fertilización asistida (Ley Nº 26862/2013) ampliaron el marco de derechos y han hecho visibles prácticas que, aunque no todas son novedosas, muchas de ellas han dado lugar a una multiplicidad de innovaciones en los modos de procrear y de nacer de niñas/os y en el marco filiatorio ampliado en estas últimas décadas.

      2. Los embarazos solidarios son prácticas en las que una mujer subroga su vientre para que otras/os tengan un/a hijo/a biológicamente propio o por donación de óvulos y/o esperma. En esta práctica de vientres subrogados no media un interés económico (como suele acontecer en las prácticas de “alquiler” de vientres o subrogación comercial) que implica una elucidación crítica específica.

      Hacia un diálogo interdisciplinar

      Intersecciones: psicoanálisis y feminismo

      Las importantes transformaciones que se identifican desde la segunda mitad del siglo XX en materia de igualdad de oportunidades entre varones y mujeres, así como la incorporación de las mujeres al mundo laboral, académico y político, han sido producto, fundamentalmente, de los movimientos feministas que se comprometieron programáticamente con la visibilización de inequidades y las luchas públicas por la conquista de derechos. El panorama actual de la situación demuestra la necesidad de continuar produciendo los cambios necesarios en el plano político y simbólico que impacten lo suficiente en los modos de subjetivación de niñas/os para que el modelo patriarcal heteronormativo, desde donde estas diferencias genéricas y sus malestares se originan y reproducen, pierda eficacia sintomática en las/os sujetos contemporáneos y las generaciones futuras.

      Desde esta óptica, la presente investigación se nutre de dos corpus teóricos puestos en diálogo: el psicoanálisis y los estudios de género. Si bien se trata de dos disciplinas con diferentes tradiciones, debates y preguntas, es inevitable que este entrecruzamiento produzca en ambas una transformación a nivel teórico y la consecuente modificación de sus respectivas prácticas. Para abordar esa intersección tomo la constitución del psiquismo sustentado desde el psicoanálisis y articulado con la producción de subjetividad tal como lo plantea Silvia Bleichmar, al definir la subjetividad como:

      (…) el modo con el cual cada sociedad define aquellos criterios que hacen a la posibilidad de construcción de sujetos capaces de ser integrados a su cultura de pertenencia y la manera en que cada sujeto constituye su singularidad. (…) La producción de subjetividad no es todo el aparato psíquico, este es el lugar donde se articulan los enunciados sociales respecto al yo (Bleichmar, 2005, p. 81).

      Cuando decidimos trabajar en la clínica psicoanalítica con perspectiva de género, nos estamos ubicando en la intersección de una ya nutrida tradición de trabajo teórico-clínico que profundiza las transformaciones teóricas que la introducción de esta perspectiva genera en el cuerpo conceptual del psicoanálisis. La concientización sobre la importancia del diálogo entre ambos campos disciplinares tiene como objetivo enfrentar la dificultad del psicoanálisis de aceptar las objeciones y desafíos señalados en los estudios de género por las primeras corrientes feministas, así como también promover la permeabilidad a la discusión que las/os teóricas/os de género y/o feministas sostienen con el psicoanálisis. En esta ocasión, veremos que dichas polémicas no son irresolubles, sino que, por el contrario, son desarrollos que aportan y nos ayudan a conformar una caja de herramientas abierta a nuevas teorizaciones, potente en su rigor científico-académico y de investigación.

      A la hora de abordar la subjetividad femenina y el ejercicio de la maternidad, la perspectiva de género es fundamental porque explicita la dimensión política, histórica y social del carácter cualitativo de las relaciones de poder jerarquizadas entre los géneros, que están en la base de la construcción de las subjetividades y a partir de las que se cimienta la relación con el propio cuerpo, las pulsiones y el deseo. Por lo tanto, no se trata simplemente de revisar los contenidos androcéntricos de la teoría psicoanalítica (tarea, por otra parte, ya realizada por las teóricas del feminismo en una primera etapa), sino también de mostrar que al interior de esa teoría no se puede desconocer el hecho de que existe un ordenamiento entre los sexos claramente jerarquizado y socialmente determinado, tal como lo vienen planteando y trabajando hace varias décadas distintas/os teóricas/os del psicoanálisis y estudios de género nacionales e internacionales como Eva Giberti, Mabel Burin, Juan Carlos Volnovich, Irene Meler, Michel Tort, Emilce Dio Bleichmar, Judith Butler, Silvia Bleichmar, Jessica Benjamin, Ana María Fernández, Débora Tajer y Facundo Blestcher. Ellas/os ponen en cuestión las múltiples y novedosas formas con las que se presenta el ejercicio de poder entre los géneros, sus avances y retrocesos, sus cambios y ordenamientos subjetivos diversos y contemporáneos. Estos ordenamientos preexisten a la conformación de las identidades individuales y también a cualquier reflexión científica que pretenda dar cuenta a priori de dichos procesos, ya que los escenarios son complejos, cambiantes y con tensiones irresueltas que exigen el trabajo de enfrentar la incertidumbre para forjar una clínica pospatriarcal a la altura de las problemáticas de la psicopatología contemporánea.

      Aportes desde la perspectiva de género

      Analizar el dispositivo sociohistórico de producción de subjetividades –es decir, el marco cultural, social y psicológico en el que se van desarrollando las vidas de mujeres y varones– visibilizó la justificación y el sostenimiento de la producción y reproducción de desigualdades entre los géneros. La perspectiva de género se convierte así en una herramienta conceptual aguda y tenaz que evidencia que a cada género se le proponen ideales y un determinado modo de pensar, de desear, de sentir y de comportarse. Esto se debe a construcciones sociales que manifiestan las características culturales y psicológicas para la(s) feminidad(es) y la(s) masculinidad(es) a partir de las cuales se definen ciertas pautas, actitudes, creencias y valores que determinan rasgos diferenciales para mujeres y varones a lo largo de la historia. Estas diferencias entre los géneros están centradas en la predominancia del ejercicio de poder que conlleva desigualdades en el ordenamiento jerárquico. Desde la lógica binaria, la diferencia sexual se legitima en términos de desigualdad. Lo “Uno” ocupa el valor jerárquico, quedando lo “otro” devaluado (Fernández, 1993). Por ello, es de gran utilidad identificar también el género como categoría de análisis, ya que posee características para tener en cuenta como valor descriptivo. Según Burin y Meler (2009), en primer término, el género es una categoría relacional que determina las relaciones de dominación entre varones y mujeres, y las relaciones intragéneros, enfatizando los poderes femeninos en el campo de los afectos y otorgando a los varones el poder racional y económico, principalmente. En segundo lugar, se trata de una construcción histórico-social que estructura el orden simbólico de la división sexual y marca la subordinación en la significación de géneros a los roles asignados e internalizados para cada uno. En tercer lugar, el género se articula a su vez con otros indicadores tales como la historia familiar, el nivel educativo y socioeconómico, el acceso al campo laboral, la etnia y la religión, dando cuenta de la complejidad, la transformación y las consecuencias que el sistema sexo-género patriarcal produce, evidenciando que el género no aparece en forma pura sino enlazado a otros determinantes de las subjetividades sexuadas. En cuarto lugar, se presenta institucionalmente estructurado ya que, además de su instancia interpersonal, existe un sistema social que genera leyes, normas y ritos religiosos y culturales que producen y reproducen la idea de lo femenino y lo masculino.

      La perspectiva de género circunscribe y define la noción de maternidad(es) desde un punto de vista político. Por género entendemos un conjunto de representaciones, prácticas y relaciones que son el resultado de una construcción social, histórica, económica, religiosa y política determinada, organizadas alrededor de las diferencias anatómicas entre los sexos y que definen la manera en que construimos simbólicamente y nos relacionamos con el cuerpo sexuado. Cabe aclarar que “No debemos trasladar el problema de las subjetividades femeninas o masculinas a las identidades sexuales psíquicas de mujeres

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