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de tiempo y de paciencia quizá no hubiera podido hacer. Poco a poco fuimos acoplándonos a la rutina, no había más opciones, yo tenía que trabajar.

      Mientras tuve un solo empleo las cosas fueron relativamente sencillas. Trabajaba medio día y el resto de la tarde Aby y yo estábamos juntas, podíamos convivir, fortalecer nuestro lazo como mamá e hija. Más tarde se me ocurrió que tenía que seguir estudiando, prepararme para tener una entrada económica que nos permitiera vivir mejor, no ajustadas como en ese momento. Ingresé a estudiar la Maestría cuando Aby tenía 7 años, por fortuna pude pedir un permiso laboral que me permitía percibir mi sueldo y aparte el posgrado tenía una beca del Conacyt, eso nos ayudó muchísimo y por dos años avanzamos en el plano material, vivimos holgadamente, pudimos pasear en vacaciones; aunque implicaba que yo me desvelara por las noches para no restarle a ella tiempo como mamá por las tardes, cuando estábamos juntas. Otro gran beneficio en ese momento fue que me permitieron llevarla a clases conmigo cuando se necesitaba, como ella había crecido acompañándome a mis empleos, se había acostumbrado a llevar su mochila con juguetes y libros para colorear; eso le permitía entretenerse con algunas actividades mientras me esperaba, se acoplaba al grupo, permanecía en silencio y entraba a clases conmigo.

      Al concluir la maestría, me invitaron a trabajar a una preparatoria en donde empecé a dar clases y al poco tiempo me incorporé como responsable de la biblioteca de la escuela. Inscribí a mi hija en la primaria que estaba a la vuelta de la prepa y tenía permiso de mis jefes para llevarla en la mañana y recogerla a medio día a la hora de su salida, así como permiso para asistir a las juntas para padres de familia sin ningún problema. Muchos compañeros maestros tenían hijos de la edad de la mía y también los llevaban a la escuela con ellos, nuestros jefes siempre fueron muy permisivos en ese sentido. Nunca hubo problema en que mi hija permaneciera conmigo en la biblioteca, al contrario, poco a poco fue de mucha ayuda para mí y los estudiantes sabían que ella podía ayudarles a resolver sus dudas respecto a dónde buscar un libro o cómo solicitar una computadora en préstamo. Tanto era el apoyo que recibía en la prepa que en una ocasión en que no pude salirme para ir por Aby a la escuela ella se regresó sola. Cuando entró a la prepa la vio el Secretario y le preguntó por mí, ella le dijo que yo no había podido ir por ella y que se había regresado sola. El Secretario acompañó a Aby a la biblioteca y me llamó la atención por eso, me dijo que no importaba que tuviera alumnos, que a la hora de salida de mi hija les pidiera que esperaran afuera mientras yo iba por ella, pero que no volviera a permitir que se regresara sola. Desde entonces, así lo hice, mi prioridad era la seguridad de mi hija y los estudiantes se adaptaron al horario modificado sin problema.

      Años después empecé a vivir complicaciones económicas, vivíamos al día, era mucha presión para mí solventar los gastos de casa con un solo empleo por lo que me vi en la necesidad de buscar otro trabajo. En ese entonces participé en el segundo concurso de oposición que ofreció la SEP, hice el exámen para obtener horas clase como docente de español en secundaria. Obtuve 15 horas, pero fueron en una escuela foránea. Me vi en la necesidad de aceptar por nuestra situación, hablé con el Director de la preparatoria y le expliqué mi caso, de nueva cuenta obtuve todo su apoyo para salir una hora antes y trasladarme hasta Cocula, Jalisco de lunes a viernes. De nueva cuenta pedí permiso a mi nuevo jefe para poder llevar conmigo a mi hija de modo que la recogía de la escuela y nos íbamos a Cocula. Así trabajé un año, iba y venía el mismo día, comíamos en el coche mientras íbamos en camino, Aby se dormía mientras llegábamos y en la escuela hacía sus tareas, otra vez era mi compañera de trabajo de manera obligada.

      Al cumplirse el año pude solicitar mi cambio de adscripción y afortunadamente fui beneficiada, me dieron lugar en una secundaria en la ciudad.

      Desde hace quince años (la edad que tiene mi hija actualmente), mi vida ha cambiado drásticamente. Ser madre no sólo implicó que tuviera que organizar mi vida en torno a mi hija, sino dejar de hacer cosas que antes hacía, como salir por las noches, gastar en cosas para mí, hacer lo que quisiera. Toda mi vida se fue modificando de acuerdo a lo que podía hacer tomando en cuenta el ser madre y la edad de Aby. Asistí a reuniones con compañeros de trabajo en donde ella tenía cabida (cuando eran en sus casas), era sencillo entretenerla poniéndole una película mientras yo convivía con ellos, pero si se organizaban para seguir la fiesta después en un bar yo no podía ir, agradecía la velada, los despedía en la puerta y me iba a casa con mi niña.

      Como madre divorciada ha sido difícil salir adelante sola, cuando Aby se ha enfermado he tenido que ver la manera de que no me afecte en mis empleos, pedir tiempo y reponer después. Tomar decisiones pensando en lo que nos beneficia a ambas, optimizar el tiempo para estar juntas, negociar permisos en el trabajo para que ella pudiera estar conmigo, hablar con ella muchas veces para explicarle por qué era necesario que yo trabajara, qué beneficios obtendríamos a cambio, mantener nuestra independencia como madre e hija y, por supuesto, también pensar dos veces con quién salir en plan de pareja o dejar pasar las propuestas para mantener una relación con alguien más. Como mujer sola tenía que pensar en que mi hija crecería, se convertiría en adolescente, se desarrollaría como mujer lo cual debía ponerme alerta para elegir con quién salir o con quién no. Muchas veces he pensado que de no haber tenido la necesidad de conseguir otro empleo hubiera podido disfrutar más a mi hija, hubiera podido llevarla a actividades extraescolares que ella deseaba, sin embargo nuestra realidad fue otra.

      Para mí, ser madre trabajadora no ha sido tan complicado como quizá lo es para otras mujeres porque yo he tenido la fortuna de contar con el apoyo de mis jefes, porque mi profesión me ha permitido llevar a mi hija conmigo, porque mis empleos no implican riesgos que afecten la vida de mi hija por estar conmigo. He tenido mucha suerte en hablar con la verdad cuando he llegado a un nuevo centro de trabajo, exponer lo importante que es para mí el poder llevar a Aby conmigo, el que mis jefes me hayan dado todas las facilidades para combinar, sin ningún problema, mi actividad laboral con mi maternidad.

      Lo único que me pesa de trabajar todo el día, aún ahora que Aby ya tiene quince años, es que estoy poco tiempo en casa, que nuestra comunicación durante el día es a través del celular o de Internet, que muchas veces he tenido que faltar a eventos escolares de ella por presentar un examen para subir de plaza, cumplir con actividades del trabajo o incluso, dejarla con mis papás o hermanas para hacer actividades académicas de mis estudios.

      Quince años de haber sido madre y trabajadora a la vez, he cumplido mis metas profesionales. Recientemente obtuve el grado de Doctora en Educación, Aby no ha sido nunca un estorbo o un problema en mi vida que haya truncado mis planes de mejora, al contrario, ha sido quien me ha impulsado y apoyado para emprender nuevos retos, entendido mi afán por seguirme preparando, practicar yoga que tanto me ayuda. De alguna manera, Aby y yo hemos formado una mancuerna inseparable. Ambas sabemos que somos independientes la una de la otra, yo he tenido que aprender a soltarla, a darle su espacio, su momento de ser adolescente y ella me ha permitido reiniciar mi vida, tomar decisiones pensando en ambas. Así que al final de cuentas, ser madre joven y trabajar para salir adelante nunca ha sido un obstáculo. Hubo momentos difíciles, carencias económicas, pero en definitiva la vida me ha enseñado a ahorrar, a ser precavida, a seguir el impulso que me guía a mejorar y tomar nuevos retos que implican estar fuera de casa. El sabor de mi vida ha sido aprender a ser madre de día y de noche, esté o no con ella y aprovechar al máximo el tiempo con mi hija cuando tenemos la oportunidad.

      Si yo pudiera modificar situaciones que beneficien a las madres trabajadoras, propondría en primer lugar que durante los primeros 6 meses hubiera un permiso en el trabajo para llevar a los hijos consigo para poder amamantarlos a libre demanda; que existieran sanciones para los papás que no apoyan a las mujeres con sus hijos luego de un divorcio, no sólo en el plano económico, sino en la educación y la formación de los menores; que existiera una guardería en cada Centro Universitario de la UdeG que ofreciera servicios a las madres trabajadoras y universitarias. Ser madre y tener uno o más empleos no debería ser frustrante, debería reconocerse a quienes así lo hacen, premiar económicamente en las empresas a las mamás que sacrifican el tiempo con su familia por cumplir en el trabajo, porque además de todo lo que emocionalmente se sufre, las madres trabajadoras nos entregamos enteramente a nuestras actividades para regresar a casa y a pesar del cansancio jugar con nuestros hijos, hacer las tareas, alistar la comida para el siguiente

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