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Historias de madres, historias con madre. Группа авторов
Читать онлайн.Название Historias de madres, historias con madre
Год выпуска 0
isbn 9786078646579
Автор произведения Группа авторов
Жанр Сделай Сам
Издательство Bookwire
REFERENCIAS
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Me embaracé cuando estaba estudiando la Licenciatura en Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara, cursaba el cuarto año y faltaba uno más para concluir. En ese entonces ya vivía en unión libre con mi pareja, ambos trabajábamos y estudiábamos pues era una necesidad mantener nuestros gastos en común a la par de nuestros estudios.
La primera experiencia bochornosa que viví por estar embarazada fue con mi entonces jefa. Como estudiante había obtenido una beca por mantener buen promedio y a cambio prestaba un servicio en la Biblioteca del CUCSH de 15 horas semanales. Recuerdo que estuve dándole vueltas al asunto durante varios meses porque no sabía cómo iba a reaccionar ella cuando se lo dijera, porque siempre me decía que había que prepararnos, estar listos para cursar un posgrado, no quedarse sólo con la licenciatura. Me invitaba a creer en mis capacidades y a confiar en que podía viajar a donde yo me lo propusiera, aprovechar las becas que ofrecía la Universidad para hacer intercambios académicos; en fin, me pintaba un panorama que para mí era complicado imaginar porque no contaba con los medios económicos para verlo como una realidad tangible, porque sabía que había una clara diferencia entre el nivel económico que ella tenía y el mío como miembro de una familia de clase media. Cuando por fin me atreví a decirle de mi embarazo empezaba a notárseme, por lo que era necesario hablarlo para acordar que ya no podría hacer ciertas actividades para cuidarme (sacar copias, cargar libros), de modo que me armé de valor y le dije: “Licenciada, quiero comentar con usted un asunto personal: estoy embarazada”. Nunca olvidaré su reacción. Dejó lo que estaba haciendo, me miró fijamente y me dijo: “Mayra, ¿qué no sabías que hay métodos para evitarlo, para cuidarse? ¿Cómo es posible que te embarazaras en este momento, a punto de concluir tu carrera?” Sentí vergüenza por decírselo y por estarlo, porque de alguna manera las expectativas que ella había hecho de mí se derrumbaron en ese momento, pero al mismo tiempo pensaba en la gran diferencia que había sido cuando se los dije a mis papás, quienes habían reaccionado mucho mejor que ella, porque ellos se habían puesto felices por la noticia, porque venía en camino su primera nieta.
Conforme transcurrió mi embarazo fui padeciendo el ser becaria y estudiante a la vez, pues el sueño que me daba era más fuerte que yo. Por la mañana trabajaba y por la tarde estudiaba. Llegaba a casa extenuada a hacer tareas, a leer y a hacer la comida para el siguiente día. Muchos de mis profesores, cuando se dieron cuenta de mi embarazo, me felicitaron, pero otros ni siquiera me permitían acercarme a entregar tareas, tenía que sentarme en un lugar en donde no fuera visible a simple vista, detrás de mis compañeros porque parecía que mi barriga les incomodaba. En cambio, mis compañeros me apoyaron desde ese entonces: estaban al pendiente de mí, de si comía o no, si necesitaba algo para estar más cómoda en clases. Estar embarazada nunca implicó en mi trabajo concesión alguna, cumplía con mis horas de servicio para recibir a cambio mi beca, daba lo que se me pedía para recibir lo que necesitaba.
Afortunadamente y sin haberlo planeado, mi hija nació durante el receso laboral de verano por lo que no tuve que pedir permiso para faltar al trabajo. A esas alturas, mi jefa ya se había hecho a la idea de que necesitaría descansar unos días después de mi parto, por lo que me dio el tiempo necesario para ello. Cuando reiniciamos clases regresé con mi bebé en brazos a la escuela. Las secretarias de la licenciatura me apoyaron muchísimo, me dieron permiso de guardar en sus oficinas un portabebé para que no tuviera que cargarlo todos los días y pudiera tener a mi niña en clases conmigo. Estábamos en el penúltimo semestre de la carrera, cuando supe qué maestros nos darían clases hablé con cada uno de ellos para pedirles permiso de asistir a clases con mi bebé, la mayoría dijo que sí, que no había problema, a excepción de un profesor que tenía fama de misógino. En su clase definitivamente mi hija no tenía cabida. Cuando lo comenté con mis compañeras y mi familia, ambos me propusieron soluciones para evitar verme afectada en esa materia; cada día de clase con ese maestro una de mis compañeras se quedaba afuera del salón a cuidar a Aby, nos turnábamos de manera que no nos afectaran las inasistencias y, en ocasiones, mi mamá o mis hermanas iban a ayudarme. Yo no quería separarme de mi hija pues era muy importante para mí poder amamantarla, no dejarla encargada con alguien, sentirla cerca y que ella fuera parte de mi mundo cotidiano pues bastante era para mí saber que pronto tendría que dejarla por la mañana para cumplir en el trabajo.
Como era lógico, mi bebé que llegó a clases recién nacida, fue creciendo, empezó a ser parte del grupo, a escucharse, pero los maestros, más que decir algo en contra, sonreían y me apoyaban para que pudiera concluir la carrera sin problemas.
Posteriormente, obtuve mi plaza como administrativo en la Universidad, de modo que pude aspirar a que mi hija entrara a una guardería del IMSS. Creo que ésa fue la etapa más difícil de mi maternidad. Yo no estaba lista para dejarla cuando tuve que volver al trabajo. Me preguntaba por qué no podía llevarla conmigo si era tan pequeñita y tranquila. Sólo lloraba cuando tenía hambre o había que cambiarle el pañal, no era nada "latosa". El primer día de regreso al trabajo, lloré todo el camino después de dejarla en la guardería y durante toda la mañana pude sentir cómo mi hija me llamaba a través de lo que sentía en mi cuerpo. Mis pechos se llenaban de leche al grado de dolerme, de derramarse la leche, de sentir una enorme necesidad de salirme de la biblioteca e ir por ella para darle de comer. Lo peor fue saber, cuando fui por ella, que no había aceptado el biberón que intentaron darle, ella quería mi pecho. Aby nunca quiso el bibi, las maestras y la nutrióloga tuvieron que buscar estrategias, hasta encontrar que el vasito entrenador era lo único que aceptaba. En el fondo yo pensaba que mi niña quería ser fiel a su mamá, que ella sabía que el calor de mi pecho no era para nada equiparable con una fría e impersonal mamila. Por convicción propia, no dejé de amamantarla hasta el año 6 meses, tiempo suficiente que propició que ambas desarrolláramos un lazo entrañable que mantenemos hasta la fecha.
Durante mucho tiempo escuché a mis compañeras que ya eran mamás quejarse porque en el CUCSH no había guardería para las madres trabajadoras o para las estudiantes mamás, decían que en el CUCEA sí tenían una y que era una gran ventaja porque las mamás podían ir a cubrir su tiempo de lactancia cuando sus hijos estaban pequeños, además de que estaban cerca en caso de que pasara algo y fuera necesario que ellas recogieran a sus hijos. Sin dudarlo, es un aspecto que sigue siendo lamentable, quince años después el CUCSH no cuenta con una guardería al interior de las instalaciones para dar servicio al personal del campus.
Ser mamá trabajadora no ha sido sencillo, la mayoría de las veces porque ha implicado tener que negociar con los jefes directos la posibilidad de llevar a mi hija conmigo, pues cuando ella tenía dos años me divorcié y prácticamente desde entonces yo