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la visión de una Georgia libre y «georgiana».

      Este fenómeno, lejos de ser único, fue prácticamente el mismo en todas las repúblicas de la Unión, mientras que la perestroika iniciada a partir de 1986 hacía avanzar cada día en la desintegración del coloso soviético. Se introdujo un sistema multipartidista, trampolín de la futura independencia. Pero la descentralización de la política de Gorbachov no solo condujo a los pueblos a la senda de la libertad: sin querer, dislocó todo un sistema político-económico del que sus miembros se fueron alejando conforme se rebajaba la presión central. Junto con una crisis económica sin precedentes en la URSS, también fue el momento del auge de las identidades étnicas, de los nacionalismos y de las reivindicaciones territoriales, del cuestionamiento de todo lo que se había construido a lo largo de un siglo.

      Independencia y guerra civil: las horas oscuras

      El 9 de abril de 1989, en Tiflis, una manifestación pacífica por la independencia de Georgia fue aplastada brutalmente por el ejército soviético, causando la muerte de 43 manifestantes. Este trauma tuvo como efecto acelerar la lucha antisoviética. La cobardía de Moscú y el activismo en Georgia, como en otras muchas repúblicas soviéticas, aceleraron los acontecimientos. En octubre de 1990 se celebraron las primeras elecciones libres y multipartidistas en el Consejo Supremo de Georgia. Parte de la oposición antisoviética se unió en el partido Mesa Redonda-Georgia Libre, bajo el liderazgo de Zviad Gamsajurdia. La coalición ganó con una abrumadora mayoría: 155 escaños de 255, frente a 64 de los comunistas.

       En la fecha simbólica del 9 de abril de 1991, es decir, dos años después de la «masacre», Georgia declaraba su independencia. El 26 de mayo, Gamsajurdia era elegido Presidente. Pero las cosas se deteriorarían rápidamente en el nuevo país. Gamsajurdia se reveló pronto como un mal gestor con un patriotismo exacerbado. Con su decisión de cerrar las fronteras con Rusia y boicotear los productos rusos –supuestamente de mala calidad– el hambre se abatió sobre el país, que también se encontraba sin electricidad ni fuentes de energía. El conflicto con Osetia del Sur, en plena escalada, iba a explotar bajo su mandato. Al mismo tiempo, Gamsajurdia desalienta a sus antiguos aliados al acaparar con su clan todo el poder y los bienes públicos. La libertad de prensa se vio obstaculizada y los opositores políticos tenían poca voz en esta ámbito. Esta tendencia autoritaria iba a provocar la formación de una coalición contra él. El 19 de agosto de 1991, su Primer Ministro, Tenguiz Sigoua, que se había unido a la oposición, protestaba contra la política del Presidente. El extraño comportamiento de Gamsajurdia frente al fracaso de Moscú contra putsch del presidente ruso Boris Yeltsin hizo crecer aún más la tensión. Presentándolo como un traidor, intentó desarmar a la Guardia Nacional de Tenguiz Kitovani; como protesta, este retira sus tropas de Tiflis. Al mismo tiempo, Kitovani distribuye folletos en Tiflis acusando al Presidente de no oponerse al golpe de Moscú. A principios de septiembre, el conflicto degeneraba cuando la policía reprimió violentamente una manifestación anti Gamsajurdia. En las semanas siguientes, los dos bandos, «zviadistas» partidarios del presidente y «antizviadistas», se ensalzaron en numerosas refriegas tanto en la capital como en la región. Se formaron grupos paramilitares, como los brutales Mkhedrionis (caballeros), un grupo nacionalista que reunió a mercenarios antizviadistas. La Guardia Nacional se dividía en facciones pro y anti-presidente. Dirigida por Kitovani, la facción antizviadista tomó posiciones alrededor de la capital.

       El 22 de diciembre de 1991 los Mkhedrionis y la Guardia Nacional pasan a la acción. Atacan las posiciones del Presidente y abren las puertas de las prisiones para reclutar nuevas fuerzas. Djaba Iosseliani, líder encarcelado de los Mkhedrionis, asume la dirección de los rebeldes. La capital se transforma en un campo de batalla: la guerra civil georgiana será breve pero dolorosa, y dejará profundamente dividida a la sociedad (entre zviadistas y antizviadistas) hasta hace bien poco.

      El 6 de enero de 1992, Zviad Gamsajurdia, vencido, huye a Armenia para instalarse posteriormente en Chechenia. El golpe de Estado de Kitovani y Iosseliani tuvo éxito. En pleno caos, los dos jefes de la guerra piensan en acudir al anciano ex primer secretario del PC georgiano, Eduard Shevardnadze, una figura popular y de consenso, para restablecer el orden político. El Zorro Blanco del Cáucaso vuelve de Rusia y los tres hombres forman un triunvirato encabezado por el Consejo de Estado, a la espera de que la calma se restablezca. Durante dos años aún habrá conatos de guerra civil en algunas regiones, mientras que los zviadistas se retiraran a Mingrelia, la región de donde Zviad era originario. El Estado georgiano está en plena desintegración; los Mkhedrionis saquean el país, las bandas armadas imponen su ley en todas partes y el gobierno de Tiflis apenas tiene control sobre algunas pocas cosas.

      Y en medio de este caos estalla el segundo conflicto separatista: el 23 de julio de 1992 Abjasia declara su independencia y conduce al país a una tercera guerra, que será la más cruenta. Tras un periodo de éxitos alternativos, la guerra se decanta a favor de las tropas abjasias, apoyadas por las unidades rusas, que triunfan finalmente en septiembre de 1993.

      Abjasia y Osetia del Sur: conflictos separatistas

      Con sus raíces en los fundamentos mismos de la URSS, en el momento en que Georgia declara la independencia explotan dos conflictos separatistas: en Abjasia y en Osetia del Sur. La desintegración del territorio, el debilitamiento de la autoridad central y el aumento de los nacionalismos étnicos son factores que aceleran la irrupción de estos conflictos. No es un fenómeno aislado en la URSS: en Transnistria (Moldavia), en Nagorno Karabaj (Azerbaiyán)... se producen fenómenos similares.

      Abjasios y osetios fueron dotados en la época soviética de instituciones autónomas, en el marco de la República Socialista Soviética de Georgia. A finales de la década de 1980 se producen enfrentamientos violentos entre estas minorías y los georgianos que habitan los territorios. Rápidamente, la confrontación entre nacionalismos llega a un punto de no retorno.

      El territorio autónomo de Osetia del Sur en 1990, seguido en 1992 por la República Autónoma de Abjasia, se separan del Estado georgiano recién constituido. Esto degenera en enfrentamientos armados; los georgianos fracasan en la reconquista de los territorios controlados por las milicias separatistas. La independencia de las dos repúblicas autoproclamadas no es reconocida por la comunidad internacional; pero ambas entidades declaran de facto su independencia tras los acuerdos de alto al fuego que ratifican el statu quo y dejan la situación, a partir de 1994, como «conflictos congelados». Las controvertidas fuerzas de mantenimiento de la paz, presididas por Rusia, se despliegan en las zonas de conflicto. Desde entonces, la comunidad internacional ha intentado iniciar numerosas negociaciones, sin lograr ningún principio de acuerdo para una resolución de los conflictos. El estatuto de las repúblicas autoproclamadas sigue sin definirse. Rusia ha desempeñado un papel ambiguo en estos conflictos, basculando entre el apoyo a las fuerzas separatistas para debilitar la construcción del Estado georgiano y una suspensión de los combates cuyo objetivo es evitar un estallido global del Cáucaso (la propia Rusia se enfrenta a conflictos separatistas en su territorio del Cáucaso septentrional).

      La catástrofe humanitaria es enorme: una gran limpieza étnica obligó a cientos de miles de personas a abandonar sus hogares. Más de 350.000 refugiados georgianos abandonaron Abjasia y Osetia del Sur, y unos 100.000 osetios tuvieron que marcharse de Georgia.

      Si bien a principios de la década de 2000 parecía que se había logrado una cierta normalización, las posiciones en los últimos años se han endurecido. Después de que Mijeil Saakashvili llegase al poder en 2004, ambos bandos se radicalizaron, mientras que el nuevo presidente fracasaba en la recuperación de Osetia del Sur. Las relaciones con Rusia se han crispado y la situación actual pone de relieve una unión de los gobiernos separatistas en torno a Moscú, frente a un gobierno georgiano con una retórica patriótica y ferozmente antirusa. En 2008, los conflictos «congelados» estallan y el conflicto en Osetia del Sur se convierte en una extraña guerra entre Rusia y Georgia.

      Actualmente el ejército ruso controla completamente los dos territorios, que ha reconocido como Estados soberanos al tiempo que extiende sus dominios. A Georgia ya no le quedan

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