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financiera recibiendo (en sus propias palabras) “el mayor salario de cualquier ministro en Nueva Inglaterra.”115 Pero en Stockbridge la presión por el dinero antes de vender su casa en Northampton era tanta que no tenía ni el papel necesario para escribir. La misión y la iglesia en Stockbridge estaban acosadas por muchos problemas que demandaban su atención. Una casa tenía que ser construída, sermones tenían que ser preparados y predicados (frecuentemente a través de su intérprete indio,John Wonwanonpequunnonnt),116 había que resolver problemas especiales de los indios convertidos (por ejemplo, el tema del lenguaje y la clase de escuelas que necesitaban), había que reconciliar grupos divididos, había que confrontar el mal uso de los fondos de la misión. Edwards se dedicó a estas cosas con fidelidad.

      El Mayor Propósito de Dios en el Dolor

      Pero el mayor propósito de Dios en la extraña y dolorosa providencia de la destitución de Edwards y su mudanza a Stockbridge, me aventuro a decir, tenía que ver con el pensamiento y los escritos que Edwards produjo en los siete años antes de ser llamado a la presidencia de Princeton. Cuatro de sus libros de más peso e influencia fueron escritos en los años 1752-1757. Paul Ramsey dice que ellos “no son para nada indignos de ser aclamados como ‘cuatro de las más acertadas y valiosas obras que la iglesia de Cristo tiene en su posesión.’”117 Yo describo mi propio encuentro personal con estos libros en el capitulo tres. Que Edwards interactuara con los escritos filosóficos dominantes de su era y escribiese libros teológico-filosóficos en este pueblo fuera de lugar bajo estas primitivas condiciones es asombroso.

      La Pasión por el Compromiso Filosófico

      Hay pocos modelos para comprender la pasión de Edwards por vindicar el cristianismo filosóficamente en el contexto de una vida pastoral y misionera. Norman Fiering ha argumentado que “su meta, si se puede expresar en una oración, fue darle a la piedad puritana del siglo diecisiete una estructura filosófica respetable, que la hiciera racionalmente creíble y más duradera de lo que sería sin la ayuda de la filosofía."118 Una manera más apropiada de decirlo es que Edwards creía que su teología Bíblica era, de hecho, una verdadera representación de la realidad y que por lo tanto podía prevalecer con confianza en el mercado de ideas filosóficas y dar cuenta de sí misma—lo cual, en sus manos, sucedería.

      Pero Fiering está en lo correcto al decir que Edwards no es completamente “comprensible en términos de su trasfondo puritano de Nueva Inglaterra solamente. Él era demasiado filosófico para ese contexto; sus especulaciones lo llevaban más allá de los intereses inmediatos del ministerio a un compromiso con la metafísica y la ética el cual era más que un ejercicio académico.”119 Una de las razones por las que esta dimensión del ministerio de Edwards es ignorada, es que la mitad y mejor conocida parte de su vida no consistió principalmente en investigaciones filosóficas sino en la experiencia y el análisis del Gran Avivamiento. Pero Fiering señala que “los intereses estrictamente filosóficos de Edwards surgieron en dos fases. La primera comenzó en sus días iniciales en la universidad extendiéndose hasta su tutoría en Yale, y duró hasta que asumió su labor pastoral en Northampton en 1727. La segunda fase comenzó aproximadamente en 1746 y se extendió hasta su muerte en 1758. Los veinte años entre 1727 y 1746 fueron absorbidos en gran parte resolviendo las preguntas respecto a la vida espiritual provocadas por el Gran Avivamiento, y por sus responsabilidades y problemas pastorales.”120

      De manera que en esta última parte de la vida de Edwards que transcurrió en Stockbridge lejos de los centros académicos de enseñanza filosófica, la mente de Edwards se volvió de nuevo a la posición filosófica de su preciada visión bíblica de la realidad. Pero eso no fue un abandono de los fundamentos bíblicos y teológicos, como se ve claramente en El Fin por el Cual Dios Creó el Mundo, en la segunda parte de este libro. Fiering describe el “método de utilizar filosofía moral en sus argumentos, pero ultimadamente, apoyarse en la teología moral para sus conclusiones” de Edwards121. Lo que simplemente significaba para Edwards que al final todo se apoyaba en la Biblia.

      Como Ian Murray lo dice claramente, aun en las obras mas filosóficas de Edwards, “la clave para comprender a Jonathan Edwards es que él era un hombre fiel a la Palabra de Dios antes que a cualquier otra consideración.”122 Es por esto que “Edwards pertenece apropiadamente a la compañía de Leibniz, Malebranche y Pascal con cincuenta años de anticipación, figuras que como él filosofaron libremente, pero dentro de una tradición dogmatica.”123 Tal gente pudo penetrar más profundamente en la realidad a causa de su perspectiva teológica enraizada en la Biblia, pero ellos “confundieron e irritaron a sus oponentes precisamente porque amaban a Dios más que a la filosofía.”124

      La Libertad de la Voluntad

      La primera de las cuatro grandes obras de Edwards de este periodo en Stockbridge fue La Libertad de la Voluntad.125 El editor de este libro en la edición critica de Yale, Paul Ramsey, dice que esta obra “con amplia razón ha sido considerada el más grande producto literario de Edwards.”126 Esto es más asombroso debido a las condiciones de su composición, las cuales son probablemente típicas de las condiciones para cada una de las cuatro obras más importantes:

      Hay que recordar que El Ensayo Sobre la Libertad de la Voluntad…fue escrito en el espacio de cuatro meses y medio; y no fueron meses de tiempo libre, sino de presión por las demandas de las responsabilidades de una iglesia y de dos diferentes misiones indias, teniendo en cuenta también las preocupaciones, perplejidades y deshonra de una furiosa controversia cuyo propósito era privar al autor y a su familia de su pan diario.127

      El Fruto de Una Vida Entera Redimiendo el Tiempo

      El libro fue finalizado en abril de 1753 y fue publicado un año más tarde después de que los pagos vinieron de Escocia al publicador en Boston. La clave practica para escribir bajo circunstancias tan imperfectas era redimir el tiempo en cada momento, lo cual Edwards había aprendido a hacer a través de muchos años de rigurosa disciplina. Aun en sus más tempranas resoluciones él se había determinado a resistir el debilitante poder de dejar las cosas para más tarde. La resolución #11 dice: “Resuelvo: cuando piense en cualquier teorema teológico que deba ser resuelto, haré todo lo que pueda para resolverlo de inmediato si las circunstancias no me lo impiden.”128

      Agreguemos a esto que por más de treinta años, Edwards no había sido un lector pasivo. Él leía con el propósito de resolver problemas y retenía sus reflexiones por escrito. La mayoría de la gente tiene una lamentable tendencia hacia la lectura pasiva. Leen de la misma manera que ven televisión; no hacen preguntas, lo cual Mortiner Adler dice que es la esencia de la lectura activa.129 Pero ya hemos visto130 que Edwards leía con insistente enfoque y con la visión de resolver problemas teológicos, escribiendo y registrando siempre sus pensamientos. Se ha dicho que “quizá no haya existido persona que tan habitual y cuidadosamente registrara sus ideas sobre casi cada tema, por escrito, como el anciano Presidente Edwards. Sus estudios ordinarios eran realizados con lápiz en mano y con sus libros de notas delante de él; y con frecuencia, si era necesario, no solo se detenía en sus cabalgatas diarias al lado del camino sino que se levantaba a medianoche para poner en papel cualquier pensamiento importante que se le ocurriera."131

      Aun sin un libro en la mano, su mente siempre estaba trabajando. El bisnieto de Edwards nos dice cómo él usaba las muchas horas que le tomaba ir en caballo de un pueblo al otro meditando en la solución de algún tema y luego pegando a su saco un pedazo de papel y cargando su mente para recordad la secuencia de pensamiento cuando se quitara el papel habiendo vuelto a casa.132

      Él aprovechaba al máximo la oportunidad para estudiar levantándose temprano. De hecho, probablemente decía muy en serio lo que escribió en su diario en 1728, “creo que Cristo nos recomendó levantarnos temprano al resucitar y salir de la tumba muy temprano por la mañana.”133 Por eso él se levantaba entre las 4:00 y las 5:00 a.m. para estudiar, siempre con pluma en mano, elaborando cada idea que brotaba en su mente tanto como pudiese y registrándola en sus libros.134 Después de una vida entera de esta disciplina, no es como si él hubiese comenzado a escribir sus grandes cuatro obras de la nada mientras estaba en Stockbridge.

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