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      Copyright © 2020 Kris Buendia.

      Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

      Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

      1ra Edición, Septiembre 28 del 2020.

      Título Original:

      ENGEL

      ISBN DIGITAL: 978-1-63649-420-3

      Diseño y Portada: EDICIONES K.

      Fotografía: Shutterstock.

      Maquetación y Corrección: EDICIONES K.

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      Para mis chicas.

      P R Ó L O G O

      Engel

      Ella corría por toda la habitación. Intentando huir de mí, pero ya era tarde.

      Me pertenecía.

      El imperio Ivanović necesitaba ser respetado de nuevo. Ya la vida me había arrebatado todo, solo me quedaba el legado de mi abuelo.

      La mafia rusa. La que nunca debió acabar y gracias a mí estaba en pie, pero así como logré eso, también gané enemigos.

      Llevar el dinero de toda la mafia no era fácil.

      Y ella, ella era un plus, un extra de una deuda vieja que necesitaba cobrar. Ya tenía todo el dinero y poder que necesitaba pero aún no la tenía a ella. Sabía que me arrepentiría tarde o temprano. No la quería como esclava, no la quería para dañarla. La quería solamente tener de frente, ver en sus ojos lo que tanto se negaba a sí misma.

      —Deja de correr.

      Ella me fulminó con la mirada como si quisiera escupirme a la puta cara y dijo:

      —Primero muerta antes de irme contigo y que me pongas una mano encima.

      ¿Otra vez?

      —Déjame refrescarte la memoria, Serdce. Creo que de ponerte una, dos manos, mi lengua y mi pene ya lo he hecho.

      Ella estaba equivocada. No quería violarla y mucho menos golpearla. No era ese tipo de hombre.

      Me gustaba la sangre, la venganza y coger. No me mal entiendas. Me gustaba todo lo malo, pero no para hacérselo a ella. Ella era mi sutil venganza, la mejor forma de cobrarle a mi peor enemigo de que no debía meterse en mis asuntos o en mi camino.

      Ya se lo había advertido durante años y seguía queriendo entrar en mi mercado y quedarse con lo que era mío.

      Ya me había arrebatado lo más importante. No dejaría que también me jodiera los negocios.

      Se lo advertí y esta era una dura consecuencia de no obedecer. La obediencia es fundamental para mí.

      Obedéceme y serás premiado, desobedece y serás castigado, duramente.

      Solo necesitaba un motivo, un motivo más, para acabar con él. Pero primero, quería hacerlo sufrir.

      —¿Y a ti quién te dijo que podías desobedecer?

      Se quedó helada ante mi pregunta, ella no era estúpida, sabía perfectamente lo que sucedía cuando alguien desobedecía. Ya lo había visto cuando entré aquí por ella.

      —Lamento lo de tu amigo, pero es el precio a pagar cuando no obedeces una orden.

      Limpió con el dorso de su mano duramente una lágrima que se corrió. Le había disparado al hombre que estaba con ella, no sé si era su amigo o su jodido nuevo novio, de ser así le hice un favor, el tipo era un idiota, no te pones frente a cinco armas y te haces el héroe a plena luz del día.

      —Por favor, llama a una ambulancia. Me iré contigo, pero no dejes que muera.

      Me reí en su cara.

      —¿Intentas negociar?

      —Yo…

      —¿Te atreves a negociar conmigo?

      Cerró sus ojos, culpando su mal juicio, sabía que no podía retarme o darme órdenes. Ni siquiera estaba en posición de negociar con un hombre como yo.

      Ni siquiera ese hermoso culito podía saldar las deudas que su padre tenía conmigo.

      —Por favor—cayó al suelo, de rodillas y unió sus manos bajo su cara para suplicar mientras lloraba—Yo no tengo nada que ver con los negocios de mi padre.

      —En eso estoy de acuerdo—me senté al borde de su cama—Le dije a tu padre que no se metiera en mis negocios y se atrevió a robarme. ¿Sabes lo que hizo el cobarde? ¿Sabes qué más me ha hecho?

      Ella negó.

      —Desapareció. Sabía que vendría por ti y no hizo nada para protegerte. ¿Qué clase de padre hace eso? Y con la otra pregunta, lo sabrás a su tiempo y quizá me entenderás. Te apuesto lo que quieras que también lo querrás muerto.

      Me llené de rabia. Mi padre, su padre, hubiesen ido por sangre con tal de proteger a la familia. La familia era lo primero y lo sabía yo de primera mano.

      Que el cobarde de su padre se hubiese escondido me llenaba de mucha ira, sabía que quería a su pequeña. ¿Qué padre no quiere a su hija? Estaba jugándomela demasiado alto esperando que el hijo de puta saliera a su rescate, entonces ahí sería mi momento de actuar y cobrarlas todas.

      Pero mientras, estaba aquí intentando convencer a la princesa de hielo que no hiciera ninguna rabieta y obedeciera.

      Me iba a compadecer de ella, que mis hombres se llevasen a su amigo al hospital y se encargaran de que no abriese la puta boca, mientras yo salía ganando de nuevo, yéndome con ella. Como una buena chica obediente.

      Muy pronto le esperaría su premio. O no.

      U N O

      Saskia

      Siempre obtengo lo que quiero, pero juego limpio.

      Nunca me ha importado los negocios de mi padre y me he valido por mí misma desde que tengo memoria.

      Mi padre era uno de los contrabandistas de armas en Italia más peligrosos del mundo. Uno de muchos supongo porque es un negocio bastante grande, hay otros que venden droga, lavan dinero o trata de personas.

      Al menos el mío solo vendía armas, o eso era lo que pensaba. Me importaba poco como para poder investigarlo o su vida social. Quien tenía en su agenda y marcado rápido no me importaba en absoluto, siempre y cuando se mantuviera alejado de mí.

      Por otro lado su perro faldero era mi propio hermano mayor, quien soñaba con quedarse con todo el imperio que él había construido. Habían querido que yo me uniera al negocio, mi belleza según ellos, era negociable y podía echarme a la bolsa a cualquier hombre que quisiera meterse en mi cama.

      Pero solo con la idea de haber aceptado todavía me resulta desagradable.

      Es por eso que fui desterrada del negocio y me obligué a cambiarme el nombre y apellido para seguridad mía, y si algún día llegaba a tener mi propia familia, no quería que me involucraran con el negocio de los italianos. Aunque llevaba la sangre fría de mi padre, no era capaz de hacerle daño a nadie, más no era estúpida, conocía bien el negocio, aunque no era parte de él y sabía leer muy bien a los delincuentes y sabía cuándo sus intenciones no eran buenas.

      Vivía de mis ahorros y había comenzado un nuevo trabajo como asesora de decoradora de interiores. No era el mejor trabajo, pero al menos era decente y me daba para vivir. En la universidad había estudiado diseño, pero no sabía que iba a ser tan difícil poder entrar al gremio

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