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      Alejandro Susti es doctor en Literaturas Hispánicas por la Universidad Johns Hopkins. Actualmente, es docente en la Universidad de Lima y en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Ha publicado los poemarios Corte de amarras (2001), Casa de citas (2004), Cadáveres (2009), Escombros de los días (2011), El río imaginado (2012, Copé de Plata), Bajo la mancha azul del cielo (2018, Copé de Bronce) y obtenido el Premio Internacional de Poesía «Rubén Darío» 2020 con Un reloj derramado en el desierto. Asimismo, es autor de los libros de narraciones Staccatos (2014), Aspavientos (2016) y La otra orilla (2019, Premio José Watanabe). Como investigador, ha publicado recientemente Todo esto es mi país. La obra de Sebastián Salazar Bondy (2018), y, en calidad de coautor, Del otro lado del espejo. La narrativa fantástica peruana (2016) y Extrañas criaturas. Antología del microrrelato peruano moderno (2018). Es editor de la obra de Sebastián Salazar Bondy, de la cual ha publicado La luz tras la memoria (2014), Lima la horrible (2014) y La ciudad como utopía (2016). En su carrera como músico y compositor ha editado siete discos.

      Alejandro Susti

      (editor)

      Abelardo Oquendo:

      la crítica literaria como creación

      Abelardo Oquendo: la crítica literaria como creación

      Alejandro Susti (editor)

      © Alejandro Susti, 2020

      De esta edición:

      © Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2020

      Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú

      [email protected]

      www.fondoeditorial.pucp.edu.pe

      Diseño, diagramación, corrección de estilo

      y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP

      Primera edición digital: mayo de 2020

      Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.

      ISBN: 978-612-317-566-5

      Nota preliminar

      ¿a qué seguir, si no por pretenciosa la crítica… deja de ser

      la ocupación aún más vana y más romántica que la literatura?

      A. Oquendo

      Inmersa y dispersa a lo largo de más cincuenta años en columnas periodísticas, suplementos de cultura y revistas académicas, concebida en forma de prólogos, conferencias, homenajes, respuestas a debates y encuestas, una parte significativa de la producción crítica de Abelardo Oquendo (1930-2018) —aquella vinculada exclusivamente a la literatura— aparece por primera vez reunida en este libro. Quien lea estos textos constatará rápidamente la voz de un crítico exigente y agudo, sensible y dispuesto a reconocer méritos y aciertos, así como deslices y omisiones, pues si hay algo que distinga mejor el oficio de Oquendo es el sentido de equilibrio que arrojan sus juicios, siempre resultado de una argumentación clara y efectiva, exhaustiva y profunda. Sin embargo, a pesar de ello —y diríase más bien con ello— la crítica de Oquendo está siempre a disposición del lector promedio, de aquel o aquella que se acerca a la literatura con un auténtico y vivo interés. En ese sentido, la suya estimula y reanima el interés por la lectura, tarea a la que, finalmente, se debe todo crítico.

      No pretendo hacer un análisis de la producción aquí reunida, sino solo insinuar algunas observaciones. Como podrá constatar el lector, los textos seleccionados proceden de muy diversas fuentes: artículos periodísticos y reseñas publicados en diarios de los que Oquendo fue colaborador; revistas y suplementos culturales de vida efímera; publicaciones académicas, prólogos y notas preliminares a ediciones hoy inhallables; transcripciones de conferencias en las que se percibe una oralidad explícita y, finalmente, manuscritos cuyo propósito en algunos casos no llega a conocerse. Lo sorprendente de este variado y heterogéneo corpus es que acusa, a través de la plasticidad de una prosa fina y pulcra, una voluntad de estilo y, sobre todo, un rigor crítico pocas veces visto en nuestra literatura. Así, Oquendo se aboca al estudio de una diversidad de autores, pero también de géneros y registros que son reflejo a su vez de la heterogeneidad de nuestra literatura: su obra crítica opera a la manera de un espejo a través del cual vemos reflejada la diferencia a través del sofisticado instrumento de su mirada y nos entrega, de paso, una serie de valiosas piezas que se distinguen por su carácter inaugural como puede verse, por ejemplo, en «Sologuren: la poesía y la vida», artículo dedicado a la edición de Vida Continua de 1967 y publicado originalmente en Amaru —revista que dirigiera brillantemente Emilio Adolfo Westphalen en la segunda mitad de los años sesenta, proyecto en el que, además, Oquendo participó como redactor principal al lado de Blanca Varela—. En él, revela no solo agudeza en sus juicios sino intuición y sensibilidad, acierto que se confirmará más adelante, en 1971, en otro texto fundamental publicado en la revista Textual, con ocasión de la aparición de Contra Natura, de Rodolfo Hinostroza, en donde sintetiza los logros y limitaciones del libro:

      Las dos actitudes básicas de este libro —la reflexión sobre el acontecer que afirma la condición viciosa de la civilización y la reflexión sobre las traicionadas virtualidades del ser, que auspicia la visión utópica— determinan las diferencias formales entre los grupos de poemas que responden a una u otra de esas actitudes. La naturaleza abstracta de muchos de los que pertenecen al segundo grupo —se ha visto ya— los hace aparecer fríamente expositivos y teóricos, descarnados junto a los del primero. Si se compara, por ejemplo, «Diálogo de un preso con un sordo» con la parte III de «Love’s Body», en donde se dan los mismos planteamientos temáticos básicos, se verá cómo la prioridad relativa alcanzada por las ideas en esa parte III da lugar a un tratamiento éticamente empobrecido y no más eficaz para la transmisión de las ideas. Solo parcialmente se obtiene, en los poemas destinados a exponer conocimiento, un grado de adecuación entre la formulación y lo formulado comparable a la de los poemas sobre el acontecer. Incluso el recurso a idiomas extranjeros y a imágenes o tonalidades de cierta intensidad lírica se percibe a veces como impuesto, pierde ese carácter de necesidad que brota de la comunión de significante y significado que exige la poesía. Esta aparece mediatizada, entonces, y la flexibilidad, esa espléndida soltura en el manejo del verso y de la lengua que tienen los primeros poemas del tomo, decae, sacrificada a la exposición de principios. Desde que tales principios no logran informar algunos textos poéticos, se fuerza a estos a informar sobre aquellos. La poesía, así, no es eso que dice, sino que se aproxima a un decir acerca de, a la prosa.

      Otro hito importante en la trayectoria crítica de Oquendo lo constituyen sus «Apuntes proliferando alrededor de Ribeyro», extenso artículo escrito a raíz de la publicación de Prosas apátridas, de Julio Ramón Ribeyro, y que servirá de prólogo para la edición de Milla Batres de 1975. En él, incide en una convicción acerca del oficio del escritor que atraviesa muchos de sus textos y que reconoce no solo en el autor de La palabra del mudo sino, por ejemplo, en Luis Loayza, escritor con quien lo unió una amistad entrañable:

      Si fuese necesario pensar en el escritor y buscarle un modelo entre los peruanos vivos habría dos posibilidades: Vargas Llosa y Ribeyro; dos formas distintas de asumir una vocación, de amar la literatura. La de Ribeyro no exige, no fuerza, no compite. Es un entregarse por completo y sin arma, cálculos ni pretensiones, llanamente como uno vive: sin remedio. Porque Ribeyro parece lo más alejado que pueda encontrarse de un profesional. Es decir, Ribeyro no ejerce la literatura, a la manera de la medicina o la administración de empresas, digamos; vive con ella, no por ni para ni, mucho menos de ella. Y tanto en este convivir (no matrimonio: unión libre) como en ese no profesar, hay una íntima resistencia a ser algo establecido, a asimilarse, a adaptarse, a «hacer carrera».

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