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Istmo, 1973, p. 29.

      Capítulo II

      El Prefacio al Libro I (1867): la normalidad de la ciencia

      2.1. El Prólogo de Engels al Libro II (1885): Marx y Rodbertus

      En el capítulo I hemos utilizado a Schumpeter para situar a Marx en la arena de la economía contemporánea y diagnosticar así el tipo de problemática que plantea o plantearía, si fuese posible, en ella. De este modo, hemos asistido a un tipo de reproches y de discusión que, cuando menos, encerraba una enorme semejanza con aquella que marcó, en torno al juicio de Galileo, el comienzo de la ciencia moderna. En todo caso, como es obvio, y aunque la comparación pudiese ser considerada absolutamente exacta, todo ello estaría, de todos modos, muy lejos de despejar todas las posibles dudas respecto al tipo de intervención que supone no ya la revolución científica de la que es Marx protagonista, sino cualquier revolución científica. La epistemología todavía discute incansablemente, y nunca dejará de hacerlo, sobre el sentido de la revolución galileana, de la que, sin embargo, es indudable que el conjunto de nuestra comunidad científica depende. Una vez que la ciencia ha logrado imponer su normalidad (y la ciencia de Galileo y de Newton fue acompañada de las revoluciones históricas, económicas, sociales y políticas que hacían eso posible), deja de ser imprescindible que, al mismo tiempo, se hayan decidido las batallas epistemológicas al caso. La ciencia entonces deja de consultar a la filosofía y se olvida de esos campos de batalla. Pero lo que ocurrió históricamente entre Galileo y Newton respecto a la naturaleza fue, precisamente, lo que no ocurrió, en el terreno de la economía, respecto de la historia. La economía, más bien, consideró la teoría del valor a la que Marx se había aferrado como un callejón sin salida, y siguió su propio camino, al parecer, por las sendas de la observación y la experiencia (acompañada siempre de la estadística), aunque, como veremos más tarde, tampoco se resistió a proponer sus propios «modelos filosóficos». Por ello mismo, y como contrapartida, en el interior de la tradición marxista se discutió desde el primer momento y se siguió discutiendo incansablemente, al menos hasta la década de 1970, sobre el sentido epistemológico de la intervención de Marx. Y en ese terreno se libraron algunas batallas que, retrospectivamente, no sólo tenían interés para el marxismo, sino también para la epistemología general. A este respecto, hubo un momento especialmente señalado, en el que se dieron la mano la epistemología que se había desarrollado en torno a Bachelard, Canghilhem (y, después, cierto Foucault) y la hermenéutica de El capital que se desarrollaba, por su parte, en torno al seminario de Althusser Lire Le Capital (1965).

      El texto de Engels en cuestión es el Prólogo a su edición del Libro II de Das Kapital (1885). Antes que nada, vamos a decir cuatro palabras sobre el contexto. Como sabemos, Marx muere en 1883, dejando los libros II y III de El capital sin terminar (y un montón de borradores que pretendían haber sido el Libro IV y que serían publicados por Kautsky entre 1905 y 1910 bajo el título de Teorías sobre la plusvalía). Tras

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