Скачать книгу

oírte, lo sabes”´

      “Lo sé, jefe”.

      Héctor masculló algunas groserías en griego y arrancó.

      Héctor irrumpió en el restaurant Laimargia. Era lujoso, lo sabías por el tipo de carros estacionados afuera y el estirado camarero con un traje como un pingüino en la entrada. Héctor se sintió como un tipo rudo entrando sin invitación, escoltado por dos damas como ellas, y tuvo que admitir que era algo a lo que se podía acostumbrar.

      El jefe de mesoneros trató de detenerlo. Héctor levantó la palma de la mando. “Vuélate pingüino. Casi me dispararon aquí y no formulé cargos, así que a menos que quieras el número de mi abogado para una maldita conversación larga, vete a la mierda”.

      “Ah, sí, el incidente”, dijo el mesonero retirándose.

      Odiaba este lugar. Estaba lleno de gente rica, gordos y flacos, comiendo hasta reventar y luego deshaciéndolo en el baño. Eso era exceso, glotonería y era malditamente asqueroso.

      Héctor caminó hasta la mesa usual de Hondros y negó con la cabeza.

      “¿En verdad? ¿La misma mesa el mismo sitio? Ni siquiera lo haces difícil para quienes tratan de matarte”.

      El gordo estaba destrozando una tonelada de mierda de camarones. A su lado estaba Mamacita y se veía horrible, tenía bolsas negras bajo los ojos y hasta Héctor podía notar que hoy no había logrado acertar con el maquillaje. “Héctor, mi muchacho, ven, siéntate con nosotros. Come algo. Y trajiste tu equipo contigo, hermoso”. Le hizo un gesto con la mano a los mesoneros para que acomodaran a las damas, lo que hicieron en un dos por tres.

      Al sentarse, Héctor se volvió hacia Mamacita “Hola. ¿Todo bien?”

      Ella inhaló y sonrió. “Sí, por supuesto Héctor, es bueno verte. Estaba distraída leyendo algo en el veil”.

      “Qué bueno oírlo” Héctor se volvió hacia Hondros y se dirigió a él por su nombre. “Yianni, necesito atletas”.

      El enorme hombre se animó y su papada se agitó. “¡Por supuesto!, ¿Cuáles? Tengo un catálogo, déjame enviártelo”.

      Héctor levantó la mano. “Estoy seguro que todas son adorables, pero también estoy seguro que no puedo pagar ninguna de ellas. Vine a ti porque tú eres el único dueño que conozco con tantos contactos. Sólo quiero que me pongas en el camino correcto. ¿Cómo darme el número de alguien? Quizás un aval tuyo si crees que sea posible. Tú sabes, ¿Después de salvar tu miserable vida?”

      “Héctor, Héctor… ¡Por supuesto que puedo ayudarte! Sí, mis chicas están algo fuera de tu alcance, estamos de acuerdo. Pero conozco un par que podrían trabajar para ti. ¿Qué posiciones deseas llenar?” Le echó una mirada a las Pies.

      “La Qwik está tomado”, dijo Cherry dándole una dura mirada.

      “¡Por supuesto que sí! Y asumo que una ejecutora también, así que necesitas al menos dos más y una Cadena”. Dijo Hondros, revisando sus archivos en su veil. Sus dedos pegajosos no habrían funcionado en una pantalla de contacto y regó jugo de camarones y cosas pegajosas por todas partes mientras gesticulaba.

      “Una ejecutora, una Cadena” Corrigió Pickle. Ya tenemos una tercera”.

      Héctor la interrogó con la mirada y ella asintió con una mirada garantizándole que se lo diría más tarde.

      “¡Bien, bien!” “Entonces, ¿Estas dos serían apropiadas?” Le preguntó a Héctor, enviándole los archivos. Héctor asintió. “Envíaselos a Pickle, ella revisará sus estadísticas”

      Hondros le entrecerró los ojos y sonrió. “Cómo gustes, amigo mío…” Y envió los archivos a través del veil.

      Ciertamente, ya Pickle estaba revisando los archivos de las atletas mascullando para sí misma.

      “Gracias Yianni. ¿Y quién es el dueño?” Dijo Héctor levantándose. No podía esperar para salir de ese asqueroso lugar.

      “Oh, yo manejaré el contrato, si no te importa. Recibiré mi comisión justa y todo el mundo estará feliz”.

      “Correcto”, bufó Héctor. Las chicas también se levantaron. “Fue bueno verte, Mamacita. Yianni, mi última oferta por ella aún está en pie, si es lo que ella quiere”.

      Hondros soltó una risotada. ” ¿Nueve miserables mil?”

      “Sip”, dijo Héctor con una actitud como si estuviera ofreciendo millones.

      “Mi respuesta es la misma, querido amigo”. Se rehusó educadamente, con su papada saltando a la izquierda y a la derecha cuando negaba con la cabeza.

      CAÍDA DIEZ

      “Recuérdame otra vez por qué no hice esto por teléfono”, mientras viajaban de regreso a casa.

      “Porque”, dijo Pickle desde el asiento del pasajero,

      “necesitas comenzar a mostrarte. La mitad de los negocios se hacen simplemente porque alguien conoce a alguien”.

      “Muy bien, lo entiendo. Sólo que odio ese lugar. Me provoca vomitar”, hizo un gesto, haciendo una mueca.

      “Ese es el punto, ¿no?” Cherry se rio desde el asiento de atrás.

      “Uf… voy a vomitar, dejemos de hablar de eso”, dijo Héctor, cruzando a la derecha. “Pickle, ¿Qué tal? ¿Son buenas?”

      Sacudió la cabeza a la izquierda y a la derecha, cortando las palabras “Uh… sí… Por ahora ¿supongo?”

      “Muéstrame” Sacó las estadísticas.

Nombre Consuela Briones
Alias Cadena
Fortaleza 1
Velocidad 2
Estrategia 1
Sensualidad 1
Talla de Copa C
Aumentación 11%
Equipo Sin asignar
Posición Cadena
Victorias 1
Derrotas 1
Ingresos 1500
Patrocinios Ninguno

Nombre Lorelai DeSilva
Alias Dainty Feet
Fortaleza 1
Velocidad 1
Estrategia 1
Sensualidad 2
Talla de Copa D
Aumentación 5%
Equipo Sin Asignar
Posición Ejecutora

Скачать книгу