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Pie De Cereza. George Saoulidis
Читать онлайн.Название Pie De Cereza
Год выпуска 0
isbn 9788893986373
Автор произведения George Saoulidis
Издательство Tektime S.r.l.s.
“¿Qué?” exclamó cubriéndose.
“Sí, puede que no quieras tener que ver con eso en el futuro”. Héctor hizo una mueca y se llevó al lujurioso hasta la cocina. “Anda y vístete Cherry. Estaremos en la cocina”.
Cherry se vistió y Tony se mordió el labio. “Coño hombre, ella está aún más buena en persona, perdí el control, no podía pensar”.
“Sí, sí, yo sé adónde se te fue la sangre”. Héctor lo empujó hacia la silla y vertió ouzo para ambos. “Mira, este es un problema real de recursos humanos. Si vamos a hacer esto aquí con las Pies, tienes que mantenerte en control. No puedo tolerar tu lujuria ante cada teta que aparezca en la vecindad”.
Tony tomó un pase y se puso en control de sí mismo enderezando su espalda. “Puedo manejarlo”. Dijo, y se tomó todo el vaso de ouzo de un solo trago.
Héctor parpadeó ante eso. “Bi-en… Ahora, de vuelta al trabajo. ¿Qué tienes para mí? Para Cherry, básicamente”.
Justo en ese momento, ella apareció, secándose el corto pelo con una toalla pero vestida con pantalones deportivos. Héctor reconoció que los pantalones sueltos eran una opción inteligente de su parte “¿Qué pasa conmigo?”
“Como decía, Tony es un hacker. Por el momento no necesitaremos ese tipo de servicio, pero aún necesito cosas como presencia en línea, transmisión a través del internet (streaming), descubrimiento y todo eso. Le pedí que se encargue de toda nuestra presencia en línea, a él le encanta esa mierda, ya es un gran fanático de Ciberpink y confío en él. Al menos con mis bits y bites”.
Cherry volteó hacia él y le tendió la mano. “Lo siento, me sorprendiste antes. Soy Caroline, pero los fans me llaman Cherry.
Tony le estrechó la mano, obviamente encantado por tocarla. “Lo sé, yo, Hacker”.
Cherry asintió, “Lacónico, muy bien”. Se sentó lejos de Tony.
“En verdad no, tiene un problema que hace que se muerda la lengua cuando está frente a damas bonitas. De cualquier forma, comienza ahora, hombre. Dinos que tienes planeado para nosotros”. Héctor movió su mano para indicarle que continuara.
Tony cambió de actitud por completo. “Sí, entonces ya tengo el sitio Pie listo, están todos inscritos en el torneo, sin la lista de participación, por supuesto. Los mensajes están configurados y listos para aceptar el dinero. Incluso añadí una encriptación persona a persona para evitar que algún tracalero como yo se conecte sin pagar”.
“Si, si, suena increíble. ¿Qué más?”
“Bien, los anuncios están automatizados, todo el mundo conoce a Cherry y la están revisando”, dijo Tony mientras la miraba
Cherry se movió inquieta en donde estaba.
“Es muy popular entre los chicos. Estaremos mercadeando y funcionando ya. Eso es todo después que las Pie pasen las pruebas de calificación, por supuesto”.
“Por supuesto”, asintió Héctor. “¿Migraste sus medios sociales?”
“Todo está programado. Hice un macro y sólo necesito tu confirmación como dueño”. Tony sacó una orden de comando en su veil y lo volteó hacia Héctor.
Echándole una mirada sólo quedaba esperar por una pregunta estilo retro de ¿SI/NO? Héctor se arrugó de hombros y respondió ‘SI’
Tony se hizo cargo e introdujo la orden de comando mientras observaba el texto moverse “Sí, ya lo está haciendo, tiene cada bit de datos de Cherry. Ahora está en nuestros servidores”.
Héctor levantó su ouzo y le dijo a Cherry, “Tenemos servidores, ves, tan profesional”. Sonrió y tomó un trago.
Cherry entrecerró los ojos, negó con la cabeza y le dijo, “Sí, lo sé, yo sé de computadores”.
“Está bien. Lo siento, sólo entiendo apenas una quinta parte de las palabras que Tony usa”. Héctor golpeó la mesa. “Bien, hemos terminado, Tony, vete a tu casa del coño para que no tenga que preocuparme más por ti. Cherry, tómate el resto del día e instálate, “mi casa es su casa” y necesito ir a comprar más chicas para que en realidad tengamos un equipo.
CAÍDA OCHO
“¿Es en serio?” Preguntó Pickle moviendo la cabeza hacia un lado. Él la había llamado para hablar de negocios.
“¡Por última vez, sí! Ya vamos por la mitad hasta ahora, igual podemos meternos de lleno” Héctor hizo un gesto como el que usan los jugadores en la mesa de juego, para meter todas sus fichas.
Pickle se inclinó hacia atrás. “Bien, es obvio que necesitamos contratar tres chicas más”.
“De acuerdo”. Asintió Héctor.
Hubo una larga pausa. “¿Entonces? ¿Cuáles?” preguntó Pickle, impaciente.
Héctor se encogió de hombros. “¡No sé! Es tu decisión, confío en tu buen juicio”.
“Ese es el problema, ése es el trabajo del dueño. Sabes, tonteando por ahí, bebiendo, negociando chicas como si fuesen barajitas coleccionables. Es un club de muchachos”.
“Está bien. Decide con cuales chicas hay que ponerse en contacto y yo iré a… tontear o lo que sea”.
Pickle comenzó. “¿En realidad me dejaría decidir?”
Héctor se rio y tomó un trago de ouzo. “Pickle, no sé nada de este deporte. Te hiciste cargo de un equipo de gente rara en sitios ilícitos y les pateaste el culo a todos los demás. Hasta yo pude decir que era un juego increíble de parte tuya. Así que, sí, ¿por qué es tan difícil de creer que te ponga a cargo del equipo?
Pickle se animó “Uh, es sólo que… no lo esperaba, eso es todo”.
“Pickle, Pickly-Pickle. Tú eres la herramienta perfecta para el trabajo. Sólo un idiota se rehusaría a darte un buen uso”. Él cortó el aire con su mano. “En serio, suficiente de esta discusión. Está acordado. Ahora, ¿Cuáles podemos conseguir? La únicas que conozco son las de los afiches y supongo, las de la reserva de Hondros”.
Pickle chasqueó la lengua. “Sí, no, las de los afiches apestan. No sólo porque odio el sitio, objetivamente apesta. Son sólo atractivas a la vista, a menos que quieras una mamada. En eso son sobresalientes”.
“Está bien, ninguna chica de los afiches, estoy de acuerdo. “¿Quién más? Las chicas de Hondros?
“Quizás, pero son caras y financieramente no estamos a ese nivel”.
“No, definitivamente no. Pero no hace ningún daño el preguntarle”.
Pickle asintió, “seguro, él definitivamente tiene conexiones”.
CAÍDA NUEVE
“¡Me llamó una herramienta!” dijo Pickle, estaba encantada. Iba en el asiento del pasajero y se había volteado para hablar con Cherry. Héctor había vuelto a entrar para recoger algo que había olvidado.
“¿No es usualmente una mala forma de llamar a alguien? Cherry frunció el ceño.
“¡No en este contexto!” Replicó Pickle.
Cherry resopló. “Seguro, lo que sea, amiga”.
Héctor regresó, abrió la puerta y encendió el carro.
Cherry tamborileó en el asiento e hizo resaltar sus labios. “Oye, ¿Podemos detenernos a comer helado?
Héctor suspiró. “Está bien. Me voy