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en sombra del castillo, tapizados por un verde prerrafaelita, produce la sorpresa encantadora y un poco feérica de ver cómo pasta en el lugar una tropilla de ciervos de grandes ojos.

      Reconocimos a pocos metros de la mole, por el arpa céltica que se encontraba a sus pies, un monumento al rey René de Nápoles, de la casa de Anjou, autor del maravilloso Livre du coeur d’amour épris [Libro del corazón atrapado por el amor]; sus manuscritos de mediados del siglo XV contienen las miniaturas en las que, por primera vez, los pintores europeos experimentaron con los efectos de iluminación nocturna y la visión de la madrugada cuando se alza el sol [07, 005]. Caminamos hasta la entrada oriental de la muralla y pasamos al jardín interior. En el palacio pequeño, observamos las maquetas del conjunto que ilustran su desarrollo desde el siglo XI hasta el XV. La capilla, erigida igual que esa morada en tiempos del rey René, tiene una sola nave gótica de bóvedas de crucería límpidas y sencillas. Es muy blanca y espaciosa en el interior [07, 006]. Hace tres años, el artista Sarkis realizó en el sitio una instalación que consiste en un andamio dorado a la hoja. Bello objeto, pero me resultó algo exagerado el sentido que Sarkis le asigna: “El andamio sublimado por un ropaje de oro resume con sutileza una nueva teoría platónica de las formas inteligibles; [...] armazón monumental que apunta a resacralizar el espacio”. Troppo!

      Claro que era la contemplación de la tapicería del Apocalipsis el objeto principal de nuestra visita a Angers. Ese monumento del arte tardomedieval se encuentra en un ala moderna especial del castillo, donde se han desplegado los poco más de cien metros de tapices, encargados por el duque Luis I de Anjou, hermano del rey Carlos V de Francia, en 1373 al tándem Hennequin de Brujas, pintor de la corte real, y Robert Poisson, tejedor en París. Hennequin realizó los dibujos y los cartones, que Poisson trasladó a las telas [07, 007]. Las imágenes eran ochenta y cuatro escenas, ilustraciones del Libro del Apocalipsis de san Juan, de unos dos metros cuarenta de largo por un metro cincuenta de altura cada una. Faltan total o parcialmente dieciséis telas. Agreguemos seis tapices de formato vertical, de dos metros de ancho por cuatro metros cincuenta de altura, donde se ve al apóstol en el acto de escribir su libro dentro de un edículo gótico en el que vuelan mariposas (¿símbolos de las almas benditas, acaso, contrapuestas a las moscas que, según se dice, pueblan el aire del infierno?). De estos seis tapices, faltan dos. Cada uno de ellos iniciaba una pieza de catorce escenas, agrupadas según los grandes temas y la secuencia de acontecimientos narrados en el Apocalipsis. Siete escenas de sucesos del cielo ocupan el registro alto de cada pieza y se corresponden con otras tantas de hechos de la Tierra en el registro bajo del conjunto. Se alternan estrictamente los fondos azules y los fondos rojos, en ambos sentidos, vertical y horizontal. Los grandes temas de las piezas son: la visión de las iglesias y del Cristo de la revelación, seguida por la apertura de los siete sellos, en toda la primera pieza y parte de la segunda; el sonar de las siete trompetas y las calamidades que provocan, en parte de la segunda y parte de la tercera pieza; la mujer del Apocalipsis y el episodio de los dos testigos (no parece que ya estuviera vigente la interpretación de los dos personajes como Enoc y Elías, patriarcas del Antiguo Testamento, quienes, por no haber muerto y ser arrebatados al cielo aún vivos, debían regresar a la Tierra para morir y dar testimonio de virtud en el final de los tiempos), en el resto de la tercera pieza; adoración del dragón, de las bestias del mar y de la tierra en parte de la tercera pieza y parte de la cuarta; anuncios del triunfo de Cristo en el resto de la cuarta pieza; el tercer ciclo de las calamidades provocadas por los ángeles que vuelcan el contenido de los siete cántaros sobre la Tierra y la visión de la prostituta de Babilonia, en la quinta pieza [07, 008]; la victoria del Verbo divino, el encierro del demonio en las profundidades durante un milenio [07, 009]; el combate definitivo después de los mil años, el triunfo del Bien, el Juicio Final (tapiz faltante) y la instauración de la Jerusalén celeste en la sexta y última pieza [07, 010-011]. No hay duda de que todo el ciclo está impregnado por la violencia y los horrores de la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra. Carlos V prestó sus rasgos a la figura de Cristo y Carlos VI niño a la figura del cosechador en el tapiz de La cosecha de los elegidos. Por su parte, los aborrecidos ingleses aparecen para representar al caballero jefe de las langostas (el rey Eduardo III) y a los caballeros que masacran a la humanidad tras el sonar de la sexta trompeta (el jinete con la pluma erguida en el casco podría ser un retrato del Príncipe Negro, hijo de Eduardo III). La figura de san Juan, como visionario y protagonista, no falta en ninguno de los tapices. El Apocalipsis me resultó hasta hoy un texto intrincado y confuso, demasiado sublime como para que no me inspirase miedo al caos significante. Debo decir que la narrativa pictórica de la tapicería de Angers me ha permitido seguir, con la mayor coherencia posible, el relato alucinante de las revelaciones de san Juan.

      Nos concentramos largo rato en los detalles plásticos y técnicos del ciclo. Las caras, las manos, los cuerpos y sus vestiduras, los edificios, las plantas del paisaje, los animales reales e imaginarios, benéficos y malditos, los ángeles y los seres humanos, sus perfiles, siluetas y detalles han sido todos delineados con precisión en arabescos delicados, portadores al mismo tiempo del desasosiego y del retorcimiento expresivos del drama cósmico que se representa. Tales efectos deslumbrantes de la línea, de los claroscuros, de los saltos y también modulaciones de colores, son el producto de la técnica de tejido más refinada de toda la Edad Media sobre la que tenemos noticia. La organización de la trama horizontal (formada por los hilos que se pasan, dos de un mismo color a través de dos reforzados de la urdimbre) y de la urdimbre vertical (conjunto de hilos paralelos ya tendidos en el marco del telar) permite hacer varias operaciones que garantizan la creación de mezclas de colores, el paso progresivo de un color a otro en las superficies de los objetos, el escalonamiento de los matices, la alternancia de zonas de luz y sombra. Por ejemplo, la alternancia sistemática de los tonos en los hilos de la trama produce el efecto de aquel pasaje suave de colores; el empleo de hilos de grosores diferentes genera los claroscuros sutiles. Y así percibimos, en la escena culminante de la Jerusalén celeste que flota en el aire, moverse los paños y los pliegues en la túnica y en la capa de san Juan o en la túnica de Cristo, fluir las aguas, desenvolverse la cenefa de las nubes, exhibir volumen y, por lo tanto, sugerir peso las formas de la arquitectura y, sin embargo, la ciudad bendita está suspendida sobre el mar, contra un fondo azul oscuro enhebrado de sarmientos y hojas de vid.

      Tuvimos que regresarnos a Nantes antes de las dos de la tarde. Mi huésped tenía una cita con el profesor de historia moderna de Poitiers, François Brizay. Por mi parte, volví al Instituto lo más pronto posible. No quería perderme la proyección de la película El rey y el pájaro, un film de dibujos animados de 1980, dirigido por Paul Grimault, con diálogos de Jacques Prévert, inspirados en el cuento “La pastora y el deshollinador” de Andersen, y música del polaco Wojciech Kilar. Es la historia del rey Carlos V más III igual VIII más VIII igual XVI, rey de Taquicardia, un déspota al que le gusta cazar aves y tiene, por eso mismo, su único oponente en un pájaro vivísimo, padre de cuatro pichones. El monarca se aísla en un recinto secreto en lo alto de una torre. Cierta noche, los personajes de las pinturas colgadas en el refugio cobran vida y se desprenden de los cuadros. Se trata de una pastora y un deshollinador enamorados más un doble del rey, salido de uno de los tantos retratos de ceremonia. Los jóvenes están enamorados y huyen por la chimenea. El doble quiere casarse con la muchacha; está decidido a todo para lograrlo. Ocurre que el rey se despierta y se enfrenta con su doble, quien termina por aniquilar al original. Sombra del viejo déspota, usurpa su lugar sin que nadie lo note, manda perseguir a sangre y fuego a los enamorados, con el objeto de eliminar al deshollinador y quedarse con la pastora. El pájaro zumbón ayuda a los fugitivos, quienes, no obstante, caen en poder de la policía del doble de Carlos V más... etcétera, gracias a la intervención de un robot que los apresa. La joven acepta unirse al rey si eso salva la vida de su amado. Entre tanto, el pájaro y el muchacho van a dar a una mazmorra donde hay presos tigres y leones para solaz del tirano. El pájaro, risueño y bastante demagogo, cuenta una historia inventada de la pastora que cuidaba a las ovejas para asegurar la buena alimentación de las fieras; ya no puede hacerlo pues el rey la arrebató del campo porque desea casarse con ella. Los tigres y leones se sublevan, avasallan a su carcelero y van en tropel al palacio real con el fin de impedir el casamiento. El estropicio es enorme. El malvado Carlos V más... etcétera se monta con la novia en el robot, pero el pájaro traslada al deshollinador a la plataforma de la máquina y se apodera de los comandos. Comienza entonces la destrucción sistemática de la ciudad

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