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Art, 1400-1600, Sources and Documents in the History of Art (Englewood Cliffs, N. J., Prentice Hall, 1966), p. 37.

      16. E. de Jongh ha sido el iniciador del estudio de las relaciones entre las imágenes holandesas y los libros de emblemas de la época. Véase su “Realisme en schijnrealisme in de hollandse schilderkunst van de zeventiende eeuw”, en Rembrandt en zijn tijd (Bruselas, Paleis voor Schone Kunsten, 1971), pp. 143-194, donde se hace una exposición sucinta de esta posición interpretativa. El catálogo y el ensayo de De Jongh existen también en edición francesa.

      17. Cuestiono aquí la noción básica artístico-histórica de significado. Su piedra angular es la iconografía (así llamada por Erwin Panofsky, que fue su padre fundador en nuestro tiempo). Su gran aporte fue demostrar que las pinturas figurativas no están destinadas únicamente a la percepción, sino que en ellas puede leerse un segundo nivel significativo, más profundo. ¿Qué hacemos entonces con la superficie pictórica? En su trascendental ensayo sobre iconografía e iconología, Panofsky claramente elude la cuestión. Introduce su tema con el sencillo ejemplo del encuentro en la calle con un amigo, que se levanta el sombrero en señal de saludo. La nebulosa de formas y colores que se identifican como un hombre y la impresión percibida de su estado de ánimo es lo que Panofsky llama contenido primario o natural, pero que quitarse el sombrero se entienda como un saludo es un contenido secundario, convencional o iconográfico. Hasta aquí estamos tratando únicamente de la vida real. La estrategia de Panofsky es entonces simplemente recomendar que se transfieran los resultados de este análisis de un hecho cotidiano a la obra de arte. Tenemos ahora una representación de un hombre que se quita el sombrero. Panofsky decide ignorar que, en la obra de arte, el hombre no está presente, sino representado. ¿De qué forma, bajo qué condiciones queda el hombre representado en pintura sobre la superficie del lienzo? Lo que hace falta, y lo que los historiadores del arte no tienen, es un concepto de representación. Véase la incisiva crítica de Richard Wollheim al importante libro de Anthony Blunt sobre Poussin, en The Listener 80, n.º 2056, 22 de agosto de 1968, pp. 246-247; Erwin Panofsky, “Iconografía e iconología: introducción al estudio del arte del Renacimiento”, en El significado en las artes visuales (Madrid, Alianza, 1979), p. 45 y ss. Un anterior intento mío de ocuparme de este punto, véase en “Seeing as Knowing: A Dutch Connection”, Humanities in Society 1 (1978), 147-173.

      18. Véase en particular Michel Foucault, Las palabras y las cosas (México, Siglo XXI, 1968).

      19. E. Jane Connell, “The Romanization of the Gothic Arch in Some Paintings by Peter Saenredam: Catholic and Protestant lmplications”, The Rutgers Art Review 1 (1980), 17-35. El hecho de que fueran artistas católicos (los llamados prerrembrandtianos) quienes fundaron lo que se considera un tipo protestante de pintura narrativa bíblica es un ejemplo más de la fluidez de las fronteras y de la dificultad de sostener categorías confesionales en la interpretación del arte holandés.

      CONSTANTIJN HUYGENS Y EL NUEVO MUNDO

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