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que alcanzar. Celebra nuestros pequeños triunfos por el camino, y reflexiona cuidadosamente sobre el fracaso.28 ¿Es esto un fracaso o es una lección útil sobre nuestras propias limitaciones? ¿Quizá una demostración útil para quienes nos rodean de que nadie es perfecto?

      Podemos pensar en la bondad y la firmeza como formas de conectarnos con nuestro interior, de manera que sabemos cuándo tenemos energía y voluntad suficiente para enfrentarnos a algo, y cuándo necesitamos relajarnos y recuperarnos; cuándo salir al mundo y cuándo retirarnos. Curiosamente, cuando nos tratamos así es posible que logremos hacer cosas que nos costaban al tratarnos con dureza, y que disfrutemos más del proceso. También podemos replantearnos qué es lo que consideramos importante.

      Me gusta esta manera de ver las cosas porque, como hemos visto, tratarnos con dureza y fragilidad es algo que tenemos profundamente arraigado y en lo que es fácil caer. Necesitamos otra forma de hacerlo a la que sea posible aspirar y hacia la que desplazarnos de la dureza y la fragilidad. Quizá cada vez que nos tratemos con dureza o fragilidad podríamos reconocerlo siendo comprensivos y, con generosidad, dejar de hacerlo para tratarnos de una forma más bondadosa y firme.

      Aquí resulta útil una metáfora de Martine Bachelor:

      Imaginemos que estoy sujetando un objeto hecho de oro. Es precioso y es mío: siento que debo agarrarlo con fuerza. Lo sujeto, curvando mis dedos para que no se me caiga, para que nadie pueda quitármelo. ¿Qué sucede al cabo de un rato? No solo mi mano y mi brazo se resienten sino que no puedo usar la mano para nada más. Cuando sujetas algo, creas una tensión y te limitas.

      En la vida tendemos a sujetar con fuerza las cosas que queremos, y tirar las cosas que no queremos. Eso es similar a oscilar entre la dureza y la fragilidad: sujetar tan fuerte que nos duele la mano, o rendirnos y perderlo por completo. Ese objeto precioso es una metáfora útil para gran parte de lo que cubrimos en este libro: cómo tratarnos, cómo lidiar con nuestros sentimientos, cómo afrontar los comentarios que hacen otras personas sobre nuestra vida, cómo tratar a otras personas y cómo tratar las propias reglas.

      Bondad y firmeza con nuestro yo

      Mientras escribía este libro, intenté dejar de tratarme con dureza y fragilidad para tratarme con bondad y firmeza. Ha sido un buen aprendizaje de lo difícil que resulta. Cuando me trato con dureza, me fuerzo a sentarme y escribir, incluso si no me apetece. Me pongo fechas de entrega muy ajustadas y me regaño cuando no las cumplo. Me doy cuenta de cada cliché que empleo, de cada vez que empeoro una frase y me hago comentarios sarcásticos al respecto. El eco «¿quién te has creído que eres?» resuena de fondo; nunca se calla del todo. Mi crítica interna se transforma en colegas de la academia diciéndome que lo que digo no es lo suficientemente riguroso o teórico; alguien que suele leer libros de autoayuda diciéndome que es demasiado abstracto o amenazante; activistas diciéndome que es demasiado normativo y que no va lo suficientemente al fondo de la cuestión. Incapaz de complacer a todas esas voces contradictorias, me quedo sin palabras, me rindo entre náuseas.

      Cuando esto sucede, intento empujar gradualmente la fragilidad hacia la bondad. Por supuesto, este libro no gustará a todo el mundo, pero si conecta con unas pocas personas que lo encuentran útil, entonces habrá valido la pena. No es posible complacer a todas las personas que puedan leerlo, así que buscaré mi propio equilibrio —como hace todo el mundo—. Escribir también requiere oscilar entre la bondad y la firmeza: recordarme que tengo algo que ofrecer y sentar el culo para ponerme a hacerlo.

Reflexiona sobre estoDe la dureza y la fragilidad a la bondad y la firmeza

      Piensa en el día que recordaste antes, cuando reflexionabas en este capítulo sobre cómo te tratabas con dureza y fragilidad. ¿Cómo sería ese día si lo vivieras de nuevo, tratándote con cariño y firmeza? ¿Cómo podrías tratarte de forma más cariñosa? ¿Cómo podrías ser firme? ¿Cómo vivirías de esa manera la próxima hora, o lo que queda de día?

      Una parte importante de vivir con bondad y firmeza estriba en aceptar que tenemos carencias en lugar de luchar contra ello. La terapeuta Emmy van Deurzen dice:

      En cierto modo, la perfección solo puede ser alcanzada al final de la vida, cuando pasamos la última página de nuestro libro o llega el fundido a negro de la escena final de nuestra película. Lo que tenemos entonces es perfecto, porque es una historia completa. Mientras tanto, tenemos que aceptar la incertidumbre de tener carencias e imperfecciones, porque es imposible ser de otra manera, porque es de una belleza intrínseca y porque desear solucionar todas esas carencias e imperfecciones es como desear morirse, pues es el único momento en que todo deja de moverse y cambiar.

      Me di cuenta de eso en el funeral de mi amigo Trevor Butt, de cuya investigación hablé antes. Durante la ceremonia, escuchamos la historia de la vida de Trevor desde su nacimiento hasta su muerte, intercalada con recuerdos de las muchas personas que le habían conocido y amado en diferentes etapas de su vida y de diferentes formas: parejas, amistades, colegas. Surgió una imagen más plena, más rica y más completa de la que nadie conocía. Por primera vez podíamos ver todos los yoes diferentes que Trevor había sido en todas sus diferentes relaciones, al mismo tiempo que daba la sensación de una historia completa de principio a fin.

      También dejaba claro cómo la vida es una serie de nacimientos y muertes, según van naciendo partes nuestras y otras se van perdiendo. Por ejemplo, ciertas versiones de Trevor aparecieron cuando colaboró en diferentes libros. Y ciertas versiones de sí mismo desaparecieron cuando dejó de trabajar como terapeuta, cuando publicó su último libro y cuando se retiró.

      Todo esto comienza antes de que nazcamos, quizá cuando nuestras abuelas y abuelos comienzan a imaginar a su descendencia teniendo descendencia, o incluso cuando un ancestro imagina su impacto en futuras generaciones. Y termina mucho después de que hayamos muerto, porque continuamos en la memoria de otras personas y en el impacto que hemos tenido en sus vidas y las vidas con las que entran en contacto, del mismo modo que tu vida ahora está entrando en contacto con la de Trevor a través de la mía.

      Cómo hacer el cambio

      Cambiar de la dureza y la fragilidad a la bondad y la firmeza no es algo fácil. Es importante darnos tiempo para practicar, de modo que se vuelva más fácil y se convierta en un hábito. Después de todo, hemos estado practicando durante años y años a tratarnos con dureza y fragilidad. Volveremos a caer en esos antiguos patrones a no ser que creemos un patrón diferente y sigamos practicándolo hasta que sea tan habitual como el anterior.

      En el último capítulo de este libro introduzco varios tipos de prácticas que pueden serte útiles para ser una persona bondadosa y firme, en lugar de tratarte a ti y a otras personas con dureza y fragilidad. Si quieres, puedes saltar a ese capítulo ahora, para hacerte una idea aproximada. Otra opción es leer antes el resto del libro, lo cual te ayudará a ver cuáles son los cimientos de esas ideas en términos de relaciones: cómo pensamos sobre el amor, cómo tenemos sexo, cómo nos relacionamos con nuestro género y de qué forma tenemos conflictos, nos comunicamos y nos comprometemos mutuamente. Ten presente también la idea de que somos plurales y en constante desarrollo. Comprobaremos que aceptar que somos así nos ayuda a aceptarlo en otras personas, lo cual es fundamental en todos los aspectos de las relaciones.

Resumen

      ¿En qué han quedado esas reglas-que-se-dan-por-sentadas sobre cómo nos relacionamos con nuestros yoes, ahora que hemos llegado al final de este capítulo?

      • Somos un yo fijo que no cambia con el tiempo. Somos muchos yoes y siempre

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