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antes de que Moulton contestara su teléfono.

      –Aquí, Moulton –respondió. Salió del baño y entro al dormitorio. Al darse cuenta el por qué, Chloe cerró el grifo. Ella agarró una toalla del estante y salió, sonriéndole cuando él la miró mientras ella se envolvía rápidamente con la toalla. El hecho de que se hubieran besado durante una hora y media anoche no significaba que ella estuviera de acuerdo con que la viera completamente desnuda.

      No era una gran conversación para escuchar a hurtadillas. Principalmente era Moulton escuchando lo que le decían y diciendo un par de veces:

      –Está bien… sí, señor.

      La llamada duró alrededor de un minuto y cuando terminó, asomó cómicamente la cabeza en el baño.

      –¿Puedo entrar?

      Como estaba envuelta en una toalla que cubría todos sus partes privadas, ella asintió.

      –Sí. ¿Quién era?

      –Era el Subdirector García. Dijo que intentó llamarte, pero que debías no haberlo escuchado mientras dormías –él le sonrió y luego continúo–. Me dijo que te llamara o que viniera a despertarte. Nos quieren en un caso.

      Se río al salir del baño y entrar al dormitorio.

      –¿Crees que lo de anoche afectará la forma en la que trabajamos juntos?

      –Podría hacer que me colara en tu habitación de motel fuera de horario. Aparte de eso… no lo sé. Ya veremos.

      –¿Me sirves una taza de café? Necesito vestirme.

      –Esperaba poder usar tu ducha.

      –Por supuesto. Aunque hubiera sido mejor si me lo hubieras pedido hace diez minutos, cuando aún estaba allí.

      –La próxima vez, sabré qué hacer –dijo.

      Cuando se fue a la ducha y Chloe comenzó a vestirse, se dio cuenta de que era feliz. Bastante feliz, de hecho. Agregándole un caso encima de todo lo que había pasado anoche… parecía como si su día no hubiera sido para nada devastado por la repentina aparición de su padre.

      Pero si hay algo que le había enseñado el vivir con una historia familiar tan quebrada, era que nunca escapas verdaderamente de ella. De una forma u otra, siempre parece que te alcanza.

      CAPÍTULO CUATRO

      Más o menos en el mismo momento en que a Chloe se le recordaba lo que era perderse en un hombre, su hermana estaba en el medio de una pesadilla.

      Danielle Fine estaba soñado con su madre de nuevo. Era un sueño recurrente que había estado teniendo desde los doce años o más y que parecía tomar un significado diferente en cada etapa de la vida que Danielle atravesaba. El sueño era siempre el mismo, sin cambiar nunca ni un detalle, ni la trama.

      En el sueño, su madre la perseguía por un largo pasillo. Sólo que era la versión de su madre que ella y Chloe habían descubierto aquel día cuando eran niñas. Sangrando, con los ojos muy abiertos y sin vida. Por alguna razón, dentro del sueño siempre había asumido que se había roto una pierna en la caída (aunque no había informes oficiales de ningún tipo que sugirieran tal cosa), así que la versión de su madre de su sueño se arrastraba por el suelo en busca de su hija.

      A pesar de su lesión, su madre muerta siempre estaba pisándole los talones, a sólo unos cuantos centímetros de agarrar su tobillo y tirarla al suelo. Danielle huía de la espantosa visión aterradora, con los ojos fijos en el final del pasillo. Y allí, en una puerta que parecía estar un millón de años luz de distancia, estaba su padre.

      Él siempre estaba arrodillado, abriéndole sus brazos con una gran sonrisa en el rostro. Pero había sangre goteando de sus manos y en un momento de pánico onírico que siempre la despertaba, Danielle dejaba de correr, atrapada entre su madre muerta y su padre maníaco, insegura de cuál era la dirección más segura.

      Ahora no era diferente. El sueño llegó a una conclusión estrepitosa, sacudiendo a Daniell y despertándola. Se sentí en la cama lentamente, estaba tan acostumbrada a este sueño que ahora sabía que era un sueño incluso antes de estar completamente despierta. Aún dormida, miró el reloj y vio que eran las 11:30. Sólo había estado dormida una hora antes de que el sueño la sorprendiera.

      Se recostó de espaldas, sabiendo que tardaría un momento en poder volver a dormirse. Ella intentó sacudirlo, habiendo aprendido hace muchos años el cómo sacarlo de su mente recordándose a sí misma de que no había nada que pudiera haber hecho para evitar que su madre muriera. Incluso si se hubiera sincerado con todos sus pequeños secretos sobre las cosas que había visto, oído y experimentado en relación a la personalidad tóxica de su padre, no había nada que pudiera haber dicho o hecho para mantener con vida a su madre.

      Se dio vuelta y miró hacia la mesita de luz. Casi coge el teléfono para llamar a Chloe. Habían pasado tres semanas desde la última vez que se hablaron. Había sido tenso e incómodo y había sido su culpa. Ella sabía que había estado proyectando mucha negatividad hacia Chloe, principalmente porque Chloe no odiaba a su padre con el veneno y la angustia que ella tenía. Había sido Danielle quién la había llamado hace tres semanas, dándose cuenta de que Chloe estaba esperando que ella diera el siguiente paso desde la última conversación que habían tenido, que no había salido muy bien, ya que Danielle le decía a su hermana que prácticamente no se le acercara.

      Pero no conocía los horarios de Chloe. No tenía ni idea si las 11:30 era demasiado tarde. A decir verdad, Danielle había estado teniendo problemas para dormirse antes de las dos de la madrugada últimamente. Esta noche fue una de sus raras noches en las que no estaba en el salón y una de esas noche donde no se la necesitaba para dar ningún tipo de aprobación en la renovación del bar que su novio le había comprado.

      Rápidamente se quitó todos los pensamientos de trabajo de la mente mientras intentaba dormir. Si empezaba a pensar en el trabajo y en todo lo que tiene que hacer, nunca se volvería a dormir.

      Una vez más, pensó en Chloe. Se preguntaba qué tipo de sueños y pesadillas tenía su hermana sobre sus padres. Se preguntaba si todavía estaba obsesionada con la idea de liberar a su padre y, de ser así, si había decidido no contarle.

      Eventualmente, las ganas de dormir la atraparon nuevamente. Cuando sucedió, el último pensamiento de Danielle fue sobre su hermana. Pensó en Chloe y se preguntó si finalmente había llegado el momento de perdonar y olvidar, no dejar que los recuerdos de su padre le impidieran de tener una relación significativa con Chloe.

      Se sorprendió de lo feliz que la hacía este pensamiento… tan feliz que cuando se quedó dormida, en su rostro había una ligera sonrisa.

      ***

      La joven cantinera que había sido contratada como su sustituta se adaptó rápidamente. Tenía veinte años, era guapísima y tenía una especie de don para entender a los borrachos. Y debido a que lo estaba haciendo tan bien, Danielle pudo reunirse con su novio y los contratistas en el edificio que sería su propio pub y restaurante en un mes y medio aproximadamente.

      Hoy, se estaba colocando la climatización, así como unos paneles de último momento en un cuarto trasero que serviría como un espacio reservado para fiestas más grandes. Cuando ella llegó al lugar, su novio estaba revisando el contrato con un electricista. Estaban sentado en una de las mesas que habían sido desembaladas recientemente, en una de las tres variaciones que Danielle debía elegir de los tipos de mesas que tendrían en el restaurante.

      Su novio la vio apenas entró. Rápidamente le dijo algo al electricista y luego se acercó para recibirla. Su nombre era Sam Dekker y aunque no era necesariamente el hombre más honeste o inteligente, lo compensaba con un aspecto robusto y su perspicacia para los negocios. Era unos veinte centímetros más alto que ella, así que cuando la besó tuve que inclinarse para hacerlo.

      –Reportándome al servicio –dijo–. ¿Qué puedo hacer hoy?

      Sam

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