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Callejón Sin Salida. Блейк Пирс
Читать онлайн.Название Callejón Sin Salida
Год выпуска 0
isbn 9781094304076
Автор произведения Блейк Пирс
Жанр Зарубежные детективы
Издательство Lukeman Literary Management Ltd
Es una pena que no planeo perder el tiempo con un recorrido, pensó ella.
Ese era otro pensamiento que la hacía sentirse un poco avergonzada. Nunca se había sentido tan físicamente necesitada cuando se trataba de un hombre. Después de un tiempo, el sexo con Steven se había transformado en algo previsible y esperado. Y si era honesta consigo misma, las veces que había quedado satisfecha habían sido pocas y muy lejanas. Y debido a eso, ella realmente no tenía ganas de tener ningún tipo de intimidad con él.
Chloe abrió la puerta y entraron. Encendió la luz de la cocina y colgó su bolso en uno de los taburetes del bar.
–¿Hace cuánto tiempo estás aquí? –preguntó Moulton.
–Seis meses más o menos, supongo. No tengo mucha compañía.
Moulton se acercó a ella y puso una mano en su cintura. Cuando se aproximaron para besarse, fue lento y con un propósito. Sólo tardó un momento en presionarla contra la barra suavemente y su beso se hizo más profundo. Chloe se sintió sin aliento de nuevo, sintiendo un nivel de deseo que no había sentido desde que tuvo relaciones por primera vez en la escuela secundaria.
Ella rompió el beso lo suficientemente lejos, como para llevarlo al sofá, donde se sentaron uno al lado del otro e inmediatamente continuaron. Se sentía bien simplemente estar con un hombre de esa manera, especialmente con uno que la hacía sentir así. Si incluía la parte de su relación con Steven en la que la intimidad física prácticamente se había enfriado, no había sido besada ni tocada así por un hombre en aproximadamente un año y medio.
Eventualmente, después de lo que se sintió como simples segundos pero que en realidad eran más bien cinco minutos, ella se inclinó sobre él y no tuvo más remedio que acostarse. Chloe se acostó encima de él y cuando lo hizo, una de las manos de él encontró su camino hasta la parte posterior de su camisa. Ese pequeño contacto piel a piel empujó a Chloe a un abismo que no veía venir. Ella suspiró contra él y él respondió deslizando su mano más arriba de la espalda de ella y pasándola por el costado de su sostén.
Ella se enderezó, sentándose a horcajadas sobre él y le sonrió. Su cabeza le daba vueltas y cada músculo de su cuerpo le pedía más.
–Lo que dije fue en serio –dijo ella casi disculpándose–. No puedo acostarme contigo. No tan pronto. Sé que puede parecer anticuado…
–Chloe, está bien. Dime cuando debemos parar y estaremos bien. Avísame cuando haya agotado mi bienvenida.
Ella le sonrió. La respuesta fue casi suficiente como para hacerla cambiar de opinión. Pero estaba convencida de que no debían apresurarse. Sentarse encima de él en su sofá ya estaba sobrepasando sus límites.
–La bienvenida no se agotará –le dijo–. ¿Parecería una loca si te pidiera que te quedaras? Nada de sexo, pero… ¿realmente dormir juntos?
La oferta pareció sorprenderlo. Supuso que era bastante extraño.
¿Y sabes por qué le preguntas eso? Era la voz de Danielle en su cabeza, siempre burlona, pero también útil al mismo tiempo. Es porque papá apareció hoy y se derrumbó tu mundo. Quieres a Moulton aquí para no estar sola esta noche.
–Lo siento –dijo ella–. Esto parece contradictorio y tonto y…
–No, está bien –dijo Moulton–. Eso suena bien. Sin embargo, tengo una cosa para pedirte.
–¿Qué cosa?
–Más besos, por favor –dijo con una sonrisa.
Ella le devolvió la sonrisa y lo complació gustosa.
***
Se despertó más tarde cuando Moulton se bajó del sofá. Se levantó apoyándose en su codo. Se le había salido la camisa durante la sesión de besos, pero eso fue todo. Había sido raro quedarse dormida en su sofá con los pantalones puestos, pero estaba extrañamente orgullosa de su moderación. Miró el reloj de la pared y vio que eran las 5:10 de la mañana.
–¿Estás bien? –le preguntó ella.
–Sí –dijo –Yo sólo… me siento raro quedándome aquí. No quería que fuera raro por la mañana. Pensé que quizás sería mejor que me fuera. Pero al menos no está la incomodidad añadida del sexo.
–Quizás ese fue mi plan todo el tiempo –bromeó.
–¿Debería salir rápido y fingir que esto no ha sucedido? –preguntó Moulton.
–Creo que me gustaría que te quedaras. Voy a preparar café.
–¿Sí?
–Sí. Creo que realmente me gustaría eso.
Se puso la camisa y entró en la cocina. Ella fue a preparar el café mientras Moulton se ponía su propia camisa.
–¿Así que es jueves? –dijo él–. No sé por qué, pero se siente como si fuera sábado.
–¿Es porque lo que hicimos anoche suele estar reservado para los viernes por la noche? ¿Una forma de empezar el fin de semana?
–No lo sé –dijo él–. Hace tiempo que no hago algo así.
–No te creo – dijo mientras preparaba la cafetera.
–En serio. Desde el primer año de secundaria, creo. Ese fue un buen año para mí en términos de sesiones de besos sin sexo.
–Bueno, aparentemente no perdiste el ritmo. Anoche fue… bueno, fue mucho más de lo que esperaba cuando me recogiste.
–Lo mismo digo.
–Pero me alegro de que haya pasado –añadió rápidamente–. Todo.
–Bien, tal vez podamos hacerlo de nuevo. ¿Este fin de semana, tal vez?
–Tal vez –dijo ella–. Pero mi moderación ya se siente debilitada.
–Tal vez ese era mi plan después de todo – dijo con una sensual sonrisa.
–Ella se sonrojó y miró hacia otro lado rápidamente. Estaba un poco sorprendida por lo mucho que le gustaba verlo en un estado tan seductor.
–Mira –dijo ella–. Necesito darme una ducha. Siéntete libre de tomar cualquier cosa de la nevera si quieres desayunar. Pero no hay mucho ahí.
–Gracias – dijo, parecía incapaz de apartar sus ojos de ella.
Ella lo dejó en la cocina y fue al dormitorio, el cual estaba conectado al baño más grande. Se desnudó, abrió el grifo y se metió en la ducha. Casi se sintió con ganas de sonreír por cómo había pasado la noche. La había hecho sentir como una adolescente, disfrutando de la sensación de que él estuviera allí con ella y sintiéndose lo suficientemente cómoda con él como para saber de qué no la iba a presionar con el sexo. Había sido romántico de una forma extraña y hubo dos momentos en los que ella casi se retracta de su decisión de no acostarse con él. Con un regocijo al que no estaba acostumbrado, secretamente esperaba que él decidiera reunir el valor para unirse con ella bajo el agua.
Si lo hiciera, todas las restricciones se irían por la ventana, pensó ella.
Estaba a punto de salir de la ducha cuando lo oyó entrar en el baño.
Más vale tarde que nunca, pensó. Todo su cuerpo se puso tenso de emoción y ella se encontró instantáneamente ansiosa por que él se le uniera.
–Oye, Chloe.
–¿Sí? –preguntó ella, un poco provocativamente.
–Tu teléfono acaba de sonar. Tal vez estaba siendo entrometido… pero miré. Era del número de la oficina.
–¿En serio? Me pregunto si ha surgido algo.