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venido aceptando en relación con el carácter de Rodrigo Díaz. Lejos de quedarse ahí, Altamira persiste: «En esto el Cid (…) conformaba con el carácter general de los nobles guerrilleros, ambiciosos, de poco escrúpulo en las relaciones sociales, deseosos de riquezas y de poder, y que lo mismo guerreaban contra musulmanes que contra cristianos»[116]. El perfil cidiano de Altamira responde perfectamente en este punto al paradigma de mercenario, pero tampoco le asigna una especial atención por considerarlo un hecho excepcional; al contrario, lo asume como una actitud usual de la segunda mitad del siglo XI. En cambio, Altamira no entra, a pesar de esbozar una imagen similar a la del Cid de Dozy o Masdeu, dentro de la nómina de historiadores injuriosos y poco patrióticos de Menéndez Pidal.

      EL CID Y CASTILLA

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