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Las apelaciones a las motivaciones humanas conscientes en las explicaciones sobre lo que hacemos, según algunos, forman parte de la decoración de la mesa (mantel de encaje y fina porcelana) de la presentación personal, no de la maquinaria interior de la cocina, donde se prepara la acción. Las apelaciones a la razón práctica son cuestiones de mera «racionalización», un proceso por medio del cual se presentan como racionales cosas que no son racionales en absoluto.

      Tres líneas de pensamiento que influyeron fuertemente en gran parte del trabajo en ciencias humanas durante el siglo XX contribuyeron en gran medida al escepticismo sobre la razón práctica. Sigmund Freud y sus seguidores nos enseñaron a fijarnos en las motivaciones subconscientes y en la probabilidad de que nuestras motivaciones aparentes enmascaren impulsos más profundos de un tipo esencialmente sexual que se originan en la más tierna infancia. Karl Marx y sus seguidores nos advirtieron de la «falsa conciencia» de las teorías sobre la moral y la justicia, que no eran más que disfraces o reflejos de apelaciones a los propios intereses de clase en el conflicto de clases que es intrínseco a los fundamentos de las economías capitalistas. El conductismo en psicología y sociología enseñó a los científicos a estudiar el comportamiento humano simplemente como comportamiento, sin referencias a la presentación personal de los agentes en términos de sus supuestas motivaciones racionales. Estas visiones científicas, o supuestamente científicas, sobre los seres humanos eran marcadamente diferentes, incluso mutuamente contradictorias en algunos puntos. Sin embargo, cada una de ellas aportó ideas sobre la condición humana que deben tomarse muy en serio, aunque en una forma modificada. Todas ellas disminuyeron la fe en la idea de que la acción pueda tener una motivación puramente racional.

      Su conclusión era exagerada. Queda un lugar para el razonamiento sobre razones en los asuntos humanos. Hay algunas acciones y actividades que requieren algún tipo de explicación racional. Esto es cierto incluso aunque también puedan ser esclarecidas de otras maneras, como por ejemplo en términos de motivaciones inconscientes o como algún tipo de respuesta a fuerzas sociales estructurales fuera de nuestro control y (a menudo) de nuestra consciencia. El ejemplo (autorreferencial) de este capítulo es bueno a este respecto. Escribir un libro, o incluso escribir un ensayo o un artículo sustancial, no es un suceso discreto que pueda ocurrir simplemente de improviso por alguna especie de reflejo. No es una acción sino una actividad que se extiende durante muchos días y semanas, a veces incluso meses y años, sometida a muchas interrupciones —para comer, para dormir, para reunirse con amigos y colegas, para realizar actividades laborales de varios tipos, para dedicarse a actividades recreativas y muchas otras cosas—.

      Sin embargo, es un proyecto continuado que se retoma tras cada interrupción para continuarlo donde se dejó, o para revisar el progreso hasta la fecha y reflexionar sobre qué se debería hacer a continuación. Es también un proceso de descubrimiento porque, a medida que la argumentación se desarrolla, se pueden ver nuevas líneas por las que puede desarrollarse, y a veces se descubre que algunas líneas planeadas originalmente tienen que ser abandonadas porque ya no parecen correctas o convincentes. A mitad de camino, uno puede darse cuenta de que algunos capítulos anteriores tienen que ser reconsiderados y replanteados significativamente para que lleven de manera razonable hacia los argumentos centrales, de acuerdo con la formulación que ahora parece mejor. Escribir es, por tanto, un proceso reflexivo y autocrítico, en el que lo que se hace siempre se está juzgando respecto a lo que se ha hecho hasta ahora y lo que parece más apropiado hacer a continuación.

      Incluso los proyectos más individualistas, como la escritura de una monografía con un solo autor, a menudo involucran muchas consultas con otras personas (de hecho, habitualmente es así en los proyectos que tienen éxito). Pueden realizarse presentaciones de algunas secciones para la lectura crítica por parte de los colegas o seminarios para la discusión de algunas ideas que se están desarrollando pero aún no están bien definidas por escrito. Una característica definitoria de las cosas que se hacen deliberadamente es que implican deliberación. La deliberación a menudo se lleva a cabo más eficazmente de manera interpersonal que en un soliloquio. Pensamos mejor cuando ponemos a prueba nuestros pensamientos con otras personas.

      Otro caso pertinente se da cuando uno se pregunta si debería solicitar un nuevo trabajo; o cuando a uno le han ofrecido un nuevo trabajo, por ejemplo en un lugar alejado de donde vive ahora, y se pregunta si debería aceptarlo. Nadie puede estar seguro posteriormente de que la decisión que finalmente se tomó no se vio influida por factores irracionales o inconscientes, pero eso no ayuda en el momento de la deliberación. Pues, en ese momento, lo que se necesita es una reflexión sobre las razones que hacen que algo parezca lo correcto o lo mejor que se puede hacer dadas las circunstancias, frente a las razones que apuntan en el otro sentido, en contra de hacer eso en ese momento o en general. En la medida que uno tome consciencia de alguna motivación subconsciente que pueda estar influyendo la decisión hacia la que se inclina, lo sensato en ese momento es sacarla a la luz. Entonces puede abordarla para evaluar si merece alguna consideración seria a la luz de la razón y, si es así, cuánta y en qué sentido. En todas esas reflexiones sobre qué hacer, las consultas con los amigos y los colegas apropiados pueden ser una inmensa ayuda.

      Se ha dicho ya suficiente para dejar claro que un interés en el razonamiento práctico es un interés en cómo las razones que son justificativas influyen en cómo se decide actuar. La reflexión sobre ellas también requiere una reflexión sobre las razones explicativas, y es poco probable que alguien que carezca de un interés en las biografías humanas o en las novelas, las obras de teatro o las películas tenga mucho que aportar a una comprensión del razonamiento práctico. Sin embargo, la reflexión crítico-racional sobre la manera como las razones pueden constituir incentivos válidos para la acción, o pueden alejar de ciertas acciones o conductas, es el tema del presente trabajo, y las razones explicativas solo ocupan el lugar necesario pero secundario que ya se ha indicado.

      Se puede diferenciar entre tipos de razones de varias maneras. Una de las divisiones se refiere a su direccionalidad. Aquí identificamos diferencias entre las razones concernientes a uno mismo, las razones concernientes a otros y las razones concernientes a la comunidad. Otra se refiere a su contenido: algunas se refieren a lo que es bueno para nosotros simplemente en cuanto que animales que tratan de permanecer con vida y mantener un bienestar corporal, otras se refieren a valores más abstractos que nos importan especialmente en cuanto que seres humanos. Independientemente de si estas razones son concernientes a uno mismo, a otros o a la comunidad, tienen un contenido ideal más que material. En el ejemplo de la escritura de un libro que se consideró en los párrafos introductorios de este capítulo, las motivaciones concernientes a uno mismo incluían el orgullo de la autoría, la preocupación por la reputación y las posibles ganancias económicas de la publicación. Las motivaciones concernientes a otros se referían a los compromisos con otros (que eran tanto contratos legales como promesas personales), es decir, la fundación que otorgó la beca de investigación, la universidad que administraba la beca y el editor que había asumido la publicación del cuarteto de libros. También había obligaciones no contractuales hacia colegas que facilitaron el proyecto, y puede haber una ganancia altamente conjetural hacia las personas en general si por medio

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