Скачать книгу

nunca, excepto por dinero», dijo el Dr. Johnson. Para él, solo una de las razones que se han ofrecido en la anterior explicación es una buena razón para hacer este trabajo. Si va a ganar dinero preparando un escrito, entonces hágalo. Si no, no lo haga. En efecto, si el esfuerzo que se debe invertir es desproporcionado respecto de los beneficios que se obtendrán, se debe dirigir la atención a alguna otra cosa más provechosa.

      Nótese que esta no es una afirmación sobre la auténtica motivación de ninguna persona. Ciertamente, como un asunto de historia personal, alguien puede haber escrito un libro únicamente por un sentido del honor, o de orgullo, o de compromiso con la verdad. Sin embargo, tal persona, según Johnson, es una zopenca. Esas no son buenas razones en absoluto para invertir la inmensa cantidad de tiempo y esfuerzo que se requiere para escribir un libro, o como mucho proporcionan algunas débiles razones adicionales para hacerlo. Por ejemplo, en un caso en el que las ganancias económicas sean conjeturales o parezca probable que solo sean suficientes para compensar por el esfuerzo invertido, esas razones pueden inclinar la balanza solo lo justo para que sea racional seguir adelante con el proyecto.

      Debemos señalar aquí que la afirmación del Dr. Johnson no hace que esta visión sea correcta. Johnson defiende un análisis económico de la autoría, pero no está necesariamente en lo cierto. Se puede discutir. Podemos argumentar que el orgullo de la autoría, la fidelidad a los compromisos, al honor y a la preocupación desinteresada por la verdad son valiosos por sí mismos. Se pueden ofrecer buenos argumentos a favor —y en contra— de todo eso, y puede incluso que finalmente unos argumentadores razonables estén en desacuerdo sobre qué es aceptable como una buena razón para que alguien escriba (o haga cualquier otra cosa). Al menos, y quizá esto sea más probable, puede que estén de acuerdo sobre qué cuenta como una razón adecuada o aceptable, pero difieran sobre la relativa importancia o el peso de las razones cuando se trata de formarse un buen juicio sobre qué hacer en la vida.

      A diferencia del análisis histórico de las razones de una persona para hacer algo, la evaluación crítico-racional no parece ser particularista. Puede que el orgullo que sienta cierta persona por algún trabajo sea de hecho bastante idiosincrático, de tal modo que solo ella puede verlo de esa manera. Sin embargo, todos podemos entender el orgullo de la creación, la autoría o el cumplimiento de una tarea difícil, y este tipo de orgullo es un concepto que compartimos. Es particular en cada una de sus manifestaciones concretas, pero solo en tanto que es universal podemos incluirlo en un catálogo de motivos racionales o razones adecuadas para actuar. Pensar en la adecuación de unas razones implica pensar en términos interpersonales, no idiosincráticos. No es: «¿cuál sería una buena razón para mí para hacer esto?» Es: «¿qué buenas razones podría tener cualquiera para hacer esto?» Por supuesto, puede que uno después se pregunte: «¿esa buena razón se aplica a mí en este caso?» Una discusión sobre buenas razones es una discusión sobre un asunto objetivo. Esto es así incluso aunque sea inevitable que todos los que entren en la discusión lo hagan desde sus propias perspectivas, con sus propias experiencias de vida, con sus propias particularidades y (puede ser) con sus rarezas.

      Es también inevitable que, cuando uno deja de discutir y vuelve a vivir, aplique criterios de juicio que expresen su propia visión sobre la respuesta correcta a la pregunta objetiva. Si, después de discutir y reflexionar, concluyo que el Dr. Johnson está en lo cierto, dejaré de escribir salvo cuando me paguen lo suficiente por un escrito (o tenga una expectativa razonable de obtener un beneficio suficiente por ello). Entenderé a mis colegas que ignoran el motivo mercenario y escriben por orgullo o por un interés por la verdad, pero pensaré que están equivocados. La verdadera explicación biográfica de las decisiones que toman, aunque sea inteligible incluso para un johnsoniano, revelará que actúan de manera estúpida, es decir, hacen lo que hacen por motivos personales que son objetivamente inadecuados desde la perspectiva del análisis económico de la autoría.

      Es importante señalar aquí que existe una obvia interdependencia mutua entre las explicaciones histórico-biográficas de la motivación y sus evaluaciones crítico-racionales. Para poder comprender lo que alguien hizo sobre el supuesto de que era un asunto de decisión, y una decisión en principio racional, se debe disponer de alguna declaración o conjetura sobre el carácter de la acción tal como le parecía al agente. El carácter de la acción incluye, para este propósito, la cosa misma que debe hacerse o que se hizo, así como los resultados y consecuencias remotas de esa acción en la medida que el agente era (o se presume que era) consciente de ellos en el momento. Solo algo que uno cree que puede considerarse —aunque sea equivocadamente— objetivamente como una buena razón para actuar puede incluirse en una explicación de lo que alguien hizo en cuanto que agente racional.

      No obstante, debe señalarse enseguida que no todo lo que uno hace puede atribuirse a uno mismo como agente racional. Odiseo no volvió a casa directamente tras la victoria final de los griegos en Troya. ¿Por qué? No por una decisión que tomó sino por un viento en contra que desvió su barco de la ruta mientras navegaba hacia casa. Quienes navegan a vela están a merced del viento. Cuando se enfrentan a vientos en contra, deben tomar decisiones sobre cómo manejar la situación en la que se encuentran (la Odisea es un extenso relato sobre cómo la manejó Odiseo), y se puede dar una explicación racional de esto. Sin embargo, las cosas que nos ocurren, a diferencia de las cosas que hacemos, escapan de la explicación racional o son solo elementos del trasfondo. En la medida que los humanos sufren diferentes formas de compulsión psicológica, fobias y similares, son como marineros arrastrados por el viento, no como remeros que se esfuerzan con determinación.

      Un relato de la vida de una persona es una amalgama de las cosas que le ocurrieron a esa persona y las cosas que hizo, teniendo en cuenta las circunstancias que la rodeaban y el contexto. Lo que una persona hizo solo es inteligible en la medida que un observador externo pueda entender como razones, aunque sea como razones inadecuadas, los motivos por los que se considera que esa persona actuó. Otro aspecto de la inteligibilidad concierne a las cosas que simplemente le ocurrieron a esa persona, lo que tal vez incluya rasgos básicos de su carácter derivados de su herencia y su crianza en una mezcla impenetrable. Otro aspecto más concierne al contexto social en el que la persona se encontraba, el entorno en el que se movía.

      Por el contrario, la discusión crítico-racional depende de una comprensión de las personas reales tal como han actuado realmente en el pasado y continúan actuando ahora. Asumir una perspectiva objetiva depende de la capacidad de imaginarse uno mismo dentro de las vidas de otros. Las grandes obras de literatura —novelas, poesía, teatro, historia, biografías— así como las interacciones interpersonales hacen que sea posible que cada uno de nosotros adquiera cierta comprensión de cómo sería convertirse en otra persona. Sin empatía no hay comprensión de las (otras) personas como personas. Sin comprensión de las otras personas, no hay autocomprensión. Sin la literatura, la empatía se empobrece. Existe siempre una interacción continua entre el análisis subjetivo y particularista de las acciones y las motivaciones individuales y la evaluación universalista de las razones aceptables para la acción desde un examen crítico-racional de las mismas.

      Para comprender a los seres humanos por completo se requiere prestar atención tanto a la voz activa como a la voz pasiva, tanto a lo que hacen como a lo que padecen. La razón práctica es como mucho una parte de lo que se incluye en nuestro carácter como seres

Скачать книгу