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somos Artur y Joana, padres de Tania.

      —Buenas tardes, sargento, nosotros somos Miquel y Julia, los padres de Gerard.

      —El doctor González ya les debe haber puesto al día de la situación médica de sus hijos. Sé que es un momento complicado, pero necesito hacerles unas preguntas.

      —¿Qué podemos saber nosotros? —preguntó Julia, la madre de Gerard, con voz angustiosa.

      —De momento estamos recabando toda la información posible y les repito que sé que es un momento delicado, con sus hijos ingresados en la UCI. Además, han tenido que tomar un vuelo privado desde Barcelona precipitadamente. Pero no olvidemos que, aparte de sus hijos, hay una chica desaparecida. ¿Saben dónde están los padres de Mireia?

      —Se han ido directamente al hotel. Nos alojaremos allí todos mientras permanezcamos en la isla —respondió Artur.

      —Son ustedes y los padres de Mireia gente bien posicionada, ¿tienen idea de alguien que podría querer perjudicarles de alguna forma? ¿Tienen algún enemigo conocido?

      —Somos hombres de negocios, mucha gente querría hacernos daño o chantajearnos con tal de sacar dinero, pero no tengo idea de quién podría ser —respondió de nuevo Artur.

      —Mireia es la compañera de cuarto de su hija, entiendo que deben ser buenas amigas —preguntó la sargento a los padres de Tania.

      —Mi hija y Mireia son amigas desde niñas y son las mejores amigas —respondió Joana, la madre de Tania.

      —Disculpe, sargento, pero creo que en lugar de andar perdiendo el tiempo haciéndonos preguntas absurdas debería estar ahí fuera buscando al cabrón que le ha hecho esto a nuestros hijos —le recriminó Miquel a la sargento usando un tono poco amable.

      —Le aseguro que daremos con él, ella o ellos, pero necesitamos su ayuda, cualquier cosa que crean que pueda ayudar, por insignificante que les parezca. El más mínimo detalle puede ser el inicio de un hilo de donde tirar.

      —Así lo haremos, se lo aseguro. Somos los primeros interesados en que atrapen al canalla que le ha hecho esto a unos críos —respondió Joana.

      —Ahora tengo que ir al hotel para hablar con los padres de Mireia. Necesitamos cualquier información que nos pueda ser de utilidad en el caso.

      La sargento Borrás salió del hospital, se subió a su coche y arrancó camino de Magaluf de nuevo. Cuando se incorporó a la autopista llamó a través del manos libres al agente Iñaki, que se encontraba aún en la habitación 412.

      —Buenas tardes, sargento —respondió Iñaki a la llamada.

      —¿Alguna novedad?

      —Seguimos recopilando todas las muestras y pistas que encontramos, pero no vemos nada de momento que sea definitivo.

      —Los padres de Mireia deben haber llegado al hotel. Por favor, averigua en qué habitación se alojan y diles que estoy de camino y que necesito hablar con ellos lo antes posible.

      —Sargento, un detalle que antes no habríamos podido confirmar con tanta ropa revuelta y tanto lío: hemos observado que, así como el bolso de Tania estaba tirado por el suelo con todo su contenido volcado, no encontramos el bolso de Mireia. Es extraño que alguien se lleve a la fuerza a una menor de la habitación de un hotel y se preocupe por coger el bolso.

      —Eso es bastante extraño. Si lo que quieres es llevarte a la chica para poder pedir un rescate, no perderías el tiempo en llevarte el bolso. Aunque puede ser tan simple como que la chica lo llevara tan fuertemente cogido que no lo soltara. Eso dando por supuesto que se la llevaran de la habitación del hotel.

      —No hemos encontrado nada que corrobore o descarte esa teoría, así que seguiremos buscando indicios —aseguró Iñaki.

      —Bien, estoy llegando al hotel para hablar con los padres de Mireia. Terminad de recopilar todo lo que podáis y habla con la científica para que nos faciliten lo antes posible toda la información que hayan podido procesar. ¿Se ha repartido ya la foto de la chica a todas las fuerzas de seguridad?

      —Sí, hemos repartido varias fotografías a todas las unidades habituales, además del aeropuerto, aeródromos, puertos y puertos deportivos.

      —Estudiaremos todo lo que tengamos mañana a las ocho de la mañana en el cuartel. Sé que es una putada, pero necesito que proceses todo lo que puedas para esa hora, y ve pasándome ya lo que tengas para que pueda echarle un primer vistazo esta tarde noche.

      —Va a ser una noche de cafeína, sargento.

      —Cualquier cosa que se te ocurra, sea la hora que sea, llámame. Estamos en las primeras veinticuatro horas y sabemos que son cruciales.

      —Descuida, Antonia, este caso lo vamos a resolver como que me llamo Iñaki.

      —Venga, voy colgando, que estoy llegando a Magaluf. Averigua la habitación y nos vemos en el hall.

      La sargento Borrás llegó al hotel apenas unos minutos después de finalizar la llamada.

      Se dirigió al hall del hotel y se encontró de nuevo con Iñaki.

      —¿Has hablado con los padres? ¿Les has comentado que necesitamos hacerles unas preguntas.

      —Sí, se alojan en la 815.

      —Pues ya estamos tardando.

      Ambos se dirigieron hacia un lateral del lujoso y moderno hotel. Mientras la música chill out sonaba por la megafonía, se abrieron las puertas del ascensor. Dejaron salir a unos huéspedes antes de entrar ellos.

      Iñaki pulsó el botón para subir a la planta octava.

      —No esperes que nos reciban con los brazos abiertos —exclamó Iñaki mientras el indicador de nivel aumentaba progresivamente hasta el número 8.

      —No lo espero —respondió la sargento.

      A la salida del ascensor giraron por el pasillo hasta la habitación 815.

      Una vez frente a la puerta color cerezo, el agente Iñaki y la sargento se miraron uno al otro. La sargento frunció el ceño, levantó el puño y golpeó tres veces con sus nudillos.

      La puerta se abrió y les recibió Oriol, el padre de Mireia.

      La sargento borras se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón y sacó su identificación como agente de la UCO.

      —Buenas tardes. Sargento Antonia Borrás de la UCO. Soy la responsable de la investigación sobre la desaparición de su hija. Me acompaña el agente Iñaki Suengas. Necesitamos hacerles unas preguntas.

      —Adelante, les estábamos esperando.

      Los tres avanzaron a través del pasillo de la lujosa suite hasta llegar a la pequeña sala de estar donde se encontraba sentada en el sillón Aina, la madre de Mireia.

      —Tomen asiento, por favor. Soy Oriol padre de Mireia.

      —Yo soy Aina.

      —Sargento Antonia Borrás y el agente Iñaki Suengas. Como ya le he comentado a su marido, estoy a cargo de la investigación sobre la desaparición de su hija y la agresión a sus dos compañeros.

      —¿Tienen alguna idea de dónde está mi hija? —preguntó entre lágrimas Aina.

      —Desgraciadamente no, pero necesito hacerles unas preguntas.

      —Por supuesto, sargento, estamos a su disposición para cualquier cosa que podamos aportar a la investigación que permita recuperar a nuestra hija.

      —Son ustedes personas de buena posición, al igual que los padres de Tania y Gerard. ¿Alguien se ha puesto en contacto con ustedes para solicitar un rescate?

      —No, en absoluto, nadie ha contactado con nosotros —respondió Oriol.

      —¿Tienen una idea de quién podría querer hacerles daño? ¿Qué motivos

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