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Por favor, no tarden.

      —Enseguida enviamos dos ambulancias y un médico de urgencias.

      —Gracias, quedamos a la espera de su llegada.

      El director del hotel se dirigió al jefe de recepción.

      —Marcos, ¿qué situación tenemos? Hay que dar parte a la guardia civil.

      —De momento lo que sabemos es que tres alumnos no se presentaron al desayuno, dos de ellos son los jóvenes que hemos encontrados inconscientes, la tercera es la compañera de habitación de la chica y desconocemos su paradero.

      —Bien, llamaré a la guardia civil desde mi despacho. Enseguida vuelvo.

      Apenas habían pasado unos minutos cuando llegaron los servicios de urgencias. Dos ambulancias entraron en la zona de carga y descarga situada en uno de los laterales del hotel, donde les esperaba el sanitario.

      De las ambulancias bajaron cinco profesionales incluido el médico de urgencias.

      —Síganme por aquí, llegaremos más rápido que cruzando por el hall del hotel —les indicó el sanitario del hotel a los servicios de urgencia y, por el camino, les explicó cómo habían encontrado a los adolescentes y las primeras exploraciones que él había practicado.

      A la llegada a la habitación, Gemma, muy alterada, se dirigió al doctor.

      —Doctor, doctor, por favor, haga algo, los chicos no despiertan.

      —Tranquilícese, vamos a atenderlos enseguida.

      —Tomad las constantes vitales al chico mientras yo empiezo por revisar a la chica —indicó el médico de guardia a los sanitarios que le acompañaban.

      Una vez el doctor estuvo junto a Tania, procedió a examinarla. Tal como había hecho el sanitario del hotel anteriormente, colocó sus dedos en la yugular de Tania y observó que tenía pulso. Acto seguido procedió con el pulgar de su mano izquierda a abrir el párpado derecho de la joven y con su pequeña linterna le iluminó el ojo realizando movimientos en horizontal y en vertical buscando algún tipo de reacción que no se produjo. Repitió la maniobra en el ojo izquierdo obteniendo el mismo resultado.

      —¿Sabemos cuánto tiempo llevan inconscientes? —preguntó el médico de urgencias.

      —Lo desconocemos, la última vez que alguien los vio fue anoche sobre las veintitrés horas —respondió el sanitario del hotel.

      —Doctor, la tensión arterial del joven es 111/59, pero las pulsaciones apenas llegan a 42 —comentó uno de los sanitarios de urgencias

      —Tomen las constantes de la chica, pónganle una vía y procedan a trasladarla urgentemente al Hospital Principal. Voy a revisar al joven, pero vayan poniéndole también una vía y preparándolo para su traslado.

      —Sí, doctor, procedemos a ello.

      El médico de urgencias se acercó a Gerard y repitió el reconocimiento que había practicado antes con Tania.

      —¿Alguien tiene idea de qué puede ser la marca punzante que tienen ambos junto a la yugular?

      —Lo desconozco. A priori parece que les hubiesen inyectado algo.

      —La irritación alrededor de la boca imagino que se debe a haberles quitado la cinta americana que los amordazaba, y las marcas de las muñecas coinciden con el lugar donde tenían las cuerdas que los maniataban —añadió el sanitario del hotel.

      —Doctor, dígame algo, por favor. ¿Qué les ocurre? ¿Se recuperarán? Dígame algo, doctor, estoy desesperada y además tengo que informar a los padres —preguntó Gemma al médico de urgencias.

      —De momento no puedo decir nada hasta que lleguemos al hospital y podamos hacerles una exploración más a fondo, pero a priori no parece un coma etílico normal. Vaya avisando a los padres.

      —Los padres están en Barcelona. Somos de un instituto de allí y estamos de viaje de estudios.

      —Pues avísenles para que se desplacen a Palma lo antes posible. Los llevamos al Hospital Principal.

      —Listos para desplazarlos, doctor —comentó uno de los sanitarios de urgencias.

      —Vamos allá. Avisen a urgencias de que llevamos dos adolescentes de diecisiete años inconscientes y con las constantes vitales alteradas, que hemos procedido a ponerles una vía, que estén preparados.

      Había transcurrido ya más de una hora cuando por la puerta de la habitación 412 entró la sargento Antonia Borrás, que iba a estar a cargo de la investigación.

      —Buenos días —saludó la sargento.

      —Buenos días, sargento —respondieron los guardias civiles que se encontraban en la habitación.

      Un agente sacaba fotos de las camas mientras otros dos buscaban huellas en la cristalera de la salida a la terraza. Un agente más se encontraba revisando los cristales rotos de una botella junto a la mesita de noche que estaba situada a la derecha de la habitación.

      La sargento Borrás se dirigió hacia uno de ellos.

      —Iñaki, ¿qué tenemos aquí?

      —De momento todo lo que sabemos es que tres adolescentes de viaje de estudios, dos chicas y un chico, no se presentaron al desayuno esta mañana. Una de las chicas y el chico han sido encontrados hace cerca de dos horas sin ropa, maniatados, amordazados e inconscientes. Han tenido que ser trasladados de urgencia al Hospital Principal. De la otra chica seguimos sin saber nada. La habitación ha aparecido toda revuelta, no hay signos de forzamiento en la puerta principal ni en la que da al balcón. La joven, Tania Cardona, diecisiete años, estudiante de primero de Bachillerato, la misma edad y curso que el chico, Gerard Puig, y su compañera a priori desparecida Mireia Grau i Moncada. Estudian en el Instituto EIAR, Escuela Internacional de Alto Rendimiento. En principio parece un robo: faltan los móviles, los relojes y el dinero de los chicos.

      —¿Se ha tocado algo de la escena?

      —Se han tenido que retirar unos cristales rotos que había por el suelo, en el lado del chico donde está la mesita de noche. La ropa que estaba tirada por el suelo la han tenido que apartar para que las camillas pudieran trasladar a los dos jóvenes y también las cuerdas con las que estaban atados han sido cortadas por el personal del hotel, aunque las hemos recogido como evidencia.

      —¿Quién encontró a las víctimas?

      —Los profesores de los menores avisaron al jefe de recepción y este les abrió la puerta.

      —La habitación tiene dos camas, pero están juntas. No es normal cuando es un viaje de estudios. Suelen estar separadas.

      —Al parecer los dos chicos tenían algún tipo de relación, lo más probable es que juntaran las camas para estar más cómodos. Un grupo de sus compañeros los vieron irse de la fiesta solos, probablemente para subirse a la habitación.

      —De la chica que sigue sin aparecer, ¿sabemos cuándo fue la última vez que la vieron?

      —Nadie recuerda haberla visto después de la cena.

      —Interroguen a todos los compañeros de clase de las víctimas y también a sus profesores. Por cierto, este hotel es bastante caro, ¿cómo es que un grupo de adolescentes puede permitirse venir a este hotel de viaje de estudios?

      —El EIAR es un instituto elitista de Barcelona, son hijos de grandes empresarios, políticos, cónsules… Vamos, niños ricos.

      —Ya me imagino que esos cristales rotos no son de una botella de agua.

      —Por la etiqueta, es de una botella de whisky bastante caro y, por la cantidad de latas de Coca-Cola vacías, da la impresión de que se montaron su botellón particular. Probablemente compraran las bebidas en alguna tienda de souvenirs de la zona o algún chino que no pidan el carnet para vender bebidas alcohólicas a menores. Y esos restos de polvo blanco que hay sobre la mesita dudo mucho

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