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Crónicas Maradonianas. Lucas Bauzá
Читать онлайн.Название Crónicas Maradonianas
Год выпуска 0
isbn 9789560959362
Автор произведения Lucas Bauzá
Жанр Сделай Сам
Издательство Bookwire
Diego lo había dado todo, una vez más. Con camiseta y gorra de Argentinos Juniors, prometió que algún día lo iba a dirigir y se despidió de la gente que lo había visto debutar: “Hasta siempre, muchachos. Hasta siempre”.
***
Reinaldo Yiso murió el 15 de diciembre de 1978, mientras se caían a pedazos las almas de esta gran ciudad, dos días antes de que Vélez venciera 2 a 0 a un Argentinos Juniors que no contó con Diego en la cancha. Según el archivo de SADAIC, registró 532 obras, de las cuales 143 permanecen inéditas, 114 fueron editadas, 109 grabadas y 166 editadas y grabadas. Una de esas llegó al corazón de todos los argentinos, entre ellos Diego Armando Maradona. No sabemos si Yiso lo conoció, pero sí que lo vio jugar… La tarde en que compuso su tango inmortal, el joven letrista vio gambetear a un pibe entre sus papeles, vio la humilde casa, vio el glorioso domingo, vio el fuerte tiro quebrar el marcador y vio al pibe hecho un hombre consagrado, cantando su propia canción cuando esta adquiere la totalidad de su significado: el tango, dicen los que saben, es más tango cuando se es consciente de que lo mejor ya quedó atrás.
***
Un Diego otoñal y melancólico, un Diego verdaderamente increíble y cercano, recorre junto a un periodista las calles de Moscú. Están a bordo de una combi y suena un tango. Afuera se está jugando un Mundial, pero lo que importa está adentro.
“Ese sueño del pibe lo tienen muchos, pero pocos lo consuman. Cuántos nos quedamos sin el sueño del pibe, todos quisimos ser jugadores de fútbol. Tu tuviste el sueño y además de haber sido el más grande”, le comenta el joven periodista al astro, que toma un mate y lo devuelve. “Y sí, el tema es que todos anhelamos lo mismo… Llegar a Primera… Respetar la Novena, Octava, Séptima, Sexta, Quinta y Cuarta…”, es lo primero que responde Diego, con humildad, antes de resumir su meteórico camino a la gloria: “Yo tuve la suerte de jugar en Novena, jugué tres partidos en Quinta, dos partidos en Tercera y Juan Carlos Montes me citó para la Primera, así que lo mío fue quemar etapas muy, muy rápidamente, y debutar en Primera mucho más rápido que otros chicos”.
Diego canta el tango de una manera única. Después se toma otro mate, mira por la ventanilla las calles donde se está jugando el último Mundial antes de que la Argentina se quede huérfana y dice, sin mirar a la cámara, como si estuviera solo: “Tangazo, ese”.
Las calles del barrio te ven partir
Las lluvias tibias del camino aquel
2 de diciembre, llueve en el barrio y cuando llueve mucho las alarmas se encienden porque la posibilidad de inundación aparece como un fantasma que puede transformar la tierra en barro. Cada colectivo que pasa puede ser un enemigo que empuja el agua a cruzar las veredas. A la multitud que se junta en Recondo y Camino Negro no le importa, hay más banderas que paraguas frente al escenario. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner está por inaugurar la Unidad de Pronta Atención (UPA) de Fiorito, unos centros médicos creados en barrios populares para que la gente no tenga que ir hasta el centro de Lomas o Lanús a atenderse por cualquier problema.
De repente, como por sorpresa, apareció alguien a llenar la única silla vacía que había en la primera fila. Barba candado, rulos mojados tirados para atrás. Diego Armando Maradona pisaba el barrio que lo vio nacer, la gente lo reconoció y explotó el “Olé, olé, olé, oleeeeé, Diegooooo, Diegooooo”. Un mes antes de ese 2 de diciembre del 2010, cuando el Diez entró al velatorio de Néstor Kirchner en la Casa Rosada, se rompió el silencio. “Vamos Diego, vamos Diego”, adonde iba arrastraba gritos.
Al salir habló con la prensa y dijo esto que hoy podrían ser las palabras de alguien hablando de él: “Mirá, creo que fue un mazazo para todos. Todo el mundo está de la misma manera que estoy yo. Lo de ayer fue algo que no me lo esperaba. La desperté a Vero y le dije `qué humor negro, que chiste malo`. Después empecé a cambiar, a cambiar y cambiar y cuando caí que Néstor había fallecido me pareció algo increíble porque me parece que en el momento que nosotros estamos saliendo y tenemos un luchador, un batallador como yo le dije. Perderlo para nosotros es terrible. Argentina perdió un gladiador, un hombre que se la jugó siempre, nos sacó del pozo y era respetable en todo”.
También dijo que había que hacerle el aguante a Cristina y decidió dar el ejemplo yendo a acompañarla. Ésta lo nombró en su discurso: “Nadie llega a ningún lado si no cree en sí mismo. Diego, que es de Villa Fiorito, que nació acá, que es uno de ustedes, uno de nosotros, sabe que cuando hay capacidad, voluntad y tenacidad, podemos llegar”. Terminó de hablar y subió Maradona al escenario. Él la miró, ella le agarró la cara. El amor es una magia. El fotógrafo captó ese momento para inmortalizar la última visita del Pelusa a Fiorito.
Donde nace el viento de la libertad
“Los medios te dicen que Maradona salió de acá por un milagro. Parece que salir de acá, de este barrio es un milagro cuando en realidad no es un milagro. Hay mucha que gente que trabaja y que sale a pelearla todos los días. No es un milagro, es un esfuerzo cotidiano, día a día, de toda la gente. Desde los cartoneros hasta los chicos como nosotros que estamos estudiando para salir adelante”, dice un vecino de Fiorito en el video en el que Les Amateurs recorre el barrio donde “nació el más grande de la historia”.
Villa Fiorito no queda en Lanús como repite mucha gente sino que pertenece al partido de Lomas de Zamora. Y no es solamente una villa, es un barrio enorme que tiene algunas partes de pasillos, más sectores con pasajes. “La cortada manda, el pasillo obedece”, reza un grafiti histórico del barrio que está compuesto en su mayoría por calles. Algunas de tierra y otras asfaltadas.
No es uniforme la realidad de la gente del barrio. Cuando Maradona en su autobiografía asocia a Fiorito con la palabra “lucha” justamente es porque es lo que une al barrio. Y a luchar aprendió de chico. Cuando los vecinos grandes hablan del Diego que jugaba en los potreros surgen dos cosas para contar. Lo cagaban a patadas y cuando había un tiro libre era gol. Maradona en el potrero se hizo a los golpes y encontró en la pelota parada el segmento del juego donde no podían pegarle. Ya como futbolista profesional por esa vía le metería un gol a Boca jugando para Argentinos Juniors y viceversa en su primer gol en la vuelta al xeneize en el 95. Ambos los festejó porque los goles son muy preciados para no festejarlos. Eso también lo aprendió jugando en la tierra.
Un nuevo día nacerá de ti
El Hospital Evita de Lanús se inauguró el 2 de septiembre del 52. Junto a otros policlínicos bonaerenses, formaba parte del plan sanitario ideado por el entonces Ministro de Salud del gobierno de Perón, Dr. Ramón Carrillo, y contó como aliada fundamental para llevar adelante las obras hospitalarias a Eva Duarte y su fundación.
Mi mamá nació en ese Hospital cuatro años después que Maradona y su hermano dos años antes que el Diego. “El Nono trabajaba en la Tamet, la metalúrgica de Pompeya y tenía obra social. Pero como era el hospital peronista quiso que nazcamos ahí. Siempre nos decían que era mejor que una clínica. Para esa época ese hospital era un lujo. La Nona siempre repetía que las ventanas tenían cortinas y eso era como de lujo”, me dice por teléfono mi vieja que, como Maradona, nació en Lanús pero se crió en Lomas de Zamora.
Mi abuelo compró un terreno en un sector que empezaba a habitarse y montó una casilla. A mi mamá el cambio no le gustó porque en el nuevo barrio había sapos y calle de tierra. La familia Maradona no pudo elegir, fue al hospital público de la zona pero el nombre del mismo tenía un significado especial para Doña Tota y Chitoro. “Mi viejo fue peronista, mi vieja adoraba a Evita, y yo fui, soy y seré SIEMPRE peronista”, puso el Diez en su cuenta de Instagram el último 17 de octubre por el Día de la Lealtad.
Cada asociación de Maradona con el peronismo decanta en su relación con Carlos Menem. Todavía recuerdo la tarde que ya siendo más grande le pregunté a mi abuelo italiano: “¿Nono