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Yiso. Su tango pegó de inmediato y pegó en lo más profundo de la Buenos Aires cabecita, tanguera y futbolera de mediados de la década del cuarenta, que todavía lloraba al Zorzal a la par que se deleitaba con la fulgurante aparición de “La Máquina” de River Plate, los boinazos blancos del boquense Severino Varela y el “Terceto de Oro” de San Lorenzo. Yiso se incorporó a la orquesta de Pugliese como presentador en los bailes que organizaban clubes y organizaciones sociales a lo largo y ancho de la ciudad y del conurbano, a cambio de cinco pesos por función, y sus letras bohemias y barriales pasaron a formar parte del repertorio de las más renombradas orquestas típicas de la época: además de Pugliese, también lo musicalizaron Alfredo Gobbi, Enrique Alessio y Ricardo Tanturi, “El caballero del tango”.

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      No se puede precisar cuándo se inició la historia de amor correspondido entre Diego Maradona y el tango “El sueño del pibe”, aunque podemos tomarnos una licencia e imaginarnos a un Diego ya jugador, pero todavía pibe, tropezándose con esa canción que brota de un combinado y parece estar escrita por él y para él. En esos días, el Flaco Menotti está armando la Selección que se prepara para el Mundial del 78, él está entrenando con los juveniles del maestro Ernesto Duchini, a unos pocos metros de los mayores, y cuando escucha la canción por segunda o tercera vez, se anima a cantar arriba de la voz de Chanel y reemplaza los nombres de Baldomero, Martino y Boyé.

      -Seré un Maradona, un Kempes, un Olguín –sueña Diego en voz alta, todavía transpirado por el entrenamiento, con los ojos cerrados, y cuando los abre está encandilado por los reflectores de un estudio de televisión, viste un traje, tiene a Antonio Gasalla a su izquierda, un pianista acompañándolo enfrente y el mundo a sus pies. Corre el año 1994, desde hace mucho tiempo que todos quieren ser como él y está grabando el primer registro fílmico que da cuenta del romance entre él y el tango firmado por Yiso. Diego vuelve a cerrar los ojos y continúa, federal e irreverente, cambiando el club Oeste de la letra original para incluir a sus seguidores del interior del país–. Dicen los muchachos… del Norte argentino… que tengo más tiro que el gran Bernabé.

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      Amante del fútbol al punto de haber fundado el club Oeste Argentino junto a sus amigos del barrio Liniers, Yiso también escribió otras dos letras dedicadas al deporte más lindo de todos: en 1946, la dupla Pugliese-Chanel volvió a musicalizar la poesía del autor, en este caso el tango “La mascota del barrio”. Autobiográfica y desolada, cuenta la historia de un pibe que pintaba para crack, pero se lesiona gravemente. El arranque es tan trágico como hermoso:

       “Del club Once Estrellas era el centrofóbal,

       prometía el pibe ser un Bernabé.

       Todos los domingos en andas volvía,

       los goles del triunfo los hacía él.

       Pero fue en una tarde, fatal esa tarde,

       en una jugada su pierna quebró

       y el mejor del cuadro, destino cobarde,

      en andas al barrio nunca más volvió”.

      El final, unos versos después y cuando nada hacía preverlo, relata el regreso épico del jugador lesionado que resurge de los infiernos y recupera su lugar de héroe de la tribu. Como Diego, tantas veces. Como Diego, cuando resurgió de sus cenizas y apareció con ese artificio descomunal y sublime que dieron en llamar “La Noche del 10”.

      ***

      En su primer programa, Diego invitó a Ricardo Darín, Gabriel Batistuta, Gabriela Sabatini, María Gracia Cucinotta y Edson Arantes do Nascimento Pelé. Promediando el programa, sentados mano a mano, el argentino le pidió al brasilero que le cantara una canción mientras una asistente más rápida que Caniggia le alcanzaba una guitarra. Pelé transpiró, dijo que le daba vergüenza. Diego se lo pidió por favor y agregó: “Si tú te animas a cantar una canción, yo me animo a cantar un tango”. Pelé accedió y se despachó con una cándida e inolvidable balada en la que ambos terminaron cantando “Tu querer ser yo y yo quiero ser você”. El astro del Santos aclaró que la letra hablaba de las multitudes que querían ser como Maradona o Pelé, y que ellos querían ser, apenas, Diego o Edson.

      Llegó el turno de Diego, que de pronto se puso serio, como si estuviera frente a algo de extrema importancia: “Bueno, yo voy a… Yo voy a hacer un tango que habla de un chico. De un chico que recibe una citación para jugar al fútbol, ¿no? Golpearon la puerta de la humilde casa… No, sin música. Sin música. Golpearon la puerta de la humilde casa…”.

      En esta ocasión, Diego reemplazó a Baldomero, Martino y Boyé por “un Maradona, un Bati, un Pelé”; otra marca particular de esa inolvidable noche es que encaró la canción con los ojos cerrados, de inicio a fin, como si estuviera solo y no le importara que todo el país estuviera frente a la televisión viendo a su ídolo máximo. Recién cuando terminó, y se paró para abrazarse con Pelé, abrió los ojos. La Tota, en el estudio junto a su marido, aplaudía sonriente como una madre orgullosa. Su hijo la había emocionado una vez más.

      ***

      La letra de “La número cinco” no se queda atrás en lo que refiere al destino cobarde y traidor: en el otro tango futbolero firmado por Yiso, grabado por la orquesta de Gobbi con voz de Jorge Maciel, se cuenta de manera lineal la historia de un hincha llamado Roberto, postrado en una cama del Hospital Muñiz desde hace dos años, que le escribe el sábado “al bravo centro half”, capitán de su team, para pedirle de regalo “esa número cinco con la que ustedes jugarán”.

      El team de Roberto gana el domingo. El mismo cantor Maciel relata el gol, que a su vez ha sido relatado por el mítico Fioravanti.

      Y lo que sucede al día siguiente cierra el conmovedor tango.

       “El lunes de mañana, el médico de guardia,

       con extrañeza enorme, halló en la sala dos,

       once hombres y un purrete llorando, que abrazaba

       una número cinco contra su corazón.”

      Reverbera, en esa relación del hincha con el ídolo, el “Fuerza, no te caigas, mis piernas son tus piernas” que Diego dijo al oído del totorense Hernán Fonseca, en un partido a beneficio jugado en mayo de 1995.

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      La última vez que Diego cantó en público “El sueño del pibe” fue donde todo comenzó: el sábado 14 de diciembre de 2019, en el “Diego Armando Maradona”, se realizó un partido a beneficio de la familia del periodista fallecido Sergio Gendler. Diego se escapó de la estrecha marca de sus captores y volvió al barrio, donde al llegar declaró que estar en La Paternal “es como volver de vacaciones a la casa de mamá”. Ahí lo esperaban los amigos de siempre, sus ex compañeros y Cebollitas, y un personaje muy particular: Hernán Cucuza Castiello.

      “Cucuzita”, como lo llamaba Diego, fue un lateral derecho surgido del “Semillero del Mundo” que compartió camada con el Negro Cáceres y Fernando Redondo. Dirigido por Pékerman y Nito Veiga, no llegó a debutar en la Primera del Bicho, y a los veinticuatro años, al igual que el tanguero Reinaldo Yiso, sufrió una grave lesión que lo obligó a retirarse tempranamente del fútbol.

      Por suerte, para cumplir los sueños frustrados de Cucuza y de tantos otros, estaba Diego. En el Mundial 86, junto a otros chicos de las inferiores, Cucuza fue invitado por Lalo y compartió todas las hazañas del 10 frente a la televisión de la familia Maradona. La consagración de Diego era la consagración de todos.

      Terminado el partido a beneficio de la familia Gendler, uno más en la infinita lista de hechos que demuestran que a Diego hay que quererlo como jugador, pero más como persona, Pelusa agarró el micrófono y dijo: “Ahora como regalo me va a cantar Cucuzita, que no lo conocí yo, porque tenía unas mechas que se le caían por acá,

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