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o bien, que López podría haber interpretado el reino como el restablecimiento espiritual del nuevo Israel (que es la Iglesia). Además, la doctrina judía intertestamentaria sobre el reino “intermediario” y la influencia de las imágenes veterotestamentarias en el relato sobre el reino milenarista también podrían haber tenido algún impacto en el entendimiento de Gregorio López. De todos modos es importante subrayar que, a pesar de haber propuesto la interpretación meramente milenarista de la atadura de Satanás por mil años, el ermitaño evitó los extremos propios para todas las doctrinas de tipo milenarista en interpretar el pasaje sobre los santos y los mártires que iban a reinar mil años con Cristo, proponiendo la explicación ortodoxa y libre de cualquier influencia herética.

      La visión de la Nueva Jerusalén celeste (Apoc, 21:1-22:5) marca el punto final del cumplimiento escatológico, porque todos los seres vivos mencionados aquí ya pertenecen a otro mundo. Esa interpretación se refleja en el siguiente comentario de Gregorio López:

      Concluimos diciendo que el sistema de Gregorio López es coherente. La composición septenaria, que tiene el objetivo de revelar la actuación escatológica del Espíritu Santo y mostrar la plenitud de cumplimiento de las profecías escatológicas sigue percibiéndose como un marcador estructural y como el principio clave para entender la composición y la arquitectura del Apocalipsis, lo que hemos visto en los ejemplos de las investigaciones contemporáneas. En el sistema de Gregorio López la composición septenaria se encuentra estrechamente vinculada con la descripción cronológica lineal de los acontecimientos que vienen uno tras otro. Lamentablemente, Gregorio López presentó sus comentarios de manera que tenemos que reconstruir el plan que se puede observar a lo largo de todo el Tratado. La mayoría de las argumentaciones de López destacan por su tenor carismático y por eso son de carácter didáctico más que académicamente probatorio. Sin embargo, conviene señalar que muchas observaciones y comentarios de Gregorio López han influido en los enfoques de los comentaristas de épocas posteriores. Antes de todo, siguiendo su modelo cronológico-lineal de la composición del Apocalipsis, López ha entendido muchas imágenes del libro como basadas en un contexto histórico concreto. Por ejemplo, las imágenes de Babilonia, la Bestia y la gran ramera de Babilonia se refieren a Roma y su poder. Las siete cabezas de la Bestia simbolizan las siete colinas en donde está situada Roma, igual que sus siete emperadores. La Bestia como tal representa tanto a Roma (como imagen arquetípica del poder imperial) como a un emperador concreto cuyas persecuciones habrían de estremecer al mundo cristiano; según Gregorio López ese emperador ha de ser Valeriano. El intento de rastrear toda la historia del imperio romano en la base del Apocalipsis puede ser cuestionable, pero el interés especial de ubicar las profecías y las visiones en su contexto histórico concreto formó la base del enfoque preterista que resultó muy fructífero para las investigaciones del Apocalipsis hasta el presente.

      Pasamos a las conclusiones breves. Las cuestiones isagógicas resultaron importantes para Gregorio López en delimitar la base histórica y literaria de su Tratado. La influencia de la tradición anterior también fue de mucha utilidad para el comentarista. En particular eso se aplica a la cuestión sobre la autoría del libro del Apocalipsis. Para Gregorio López fue muy importante proclamar la autoridad apostólica de la obra, oponiéndose a los protestantes, por eso él declara sin duda alguna la autoría de san Juan el Teólogo, omitiendo a aquellos representantes de la tradición patrística temprana que atribuyeron el Apocalipsis a un tal “presbítero Juan” o a cualquier persona que no sea el apóstol san Juan. En torno a la fecha de aparición del libro, López se solidariza con aquellos que dicen que el Apocalipsis fue escrito en la época de Domiciano. Esa fecha fue importante como un “punto de apoyo” para construir el sistema cronológico de la historia de las persecuciones romanas, según la cual el periodo apocalíptico habrá de empezar durante el reinado de Trajano y terminar con la atadura de Satanás por el papa Silvestre representado por el ángel. La terminación de los mil años, durante los cuales Satanás debió haber permanecido atado, habrá de marcar el periodo final de la historia que debe preceder al juicio final, pero durante el cual siguen las consecuencias desastrosas del derramamiento de la séptima redoma. Ese periodo abre nuevas oportunidades para la Iglesia y para su trabajo evangelizador; por eso parece significativo que el Tratado de Gregorio López apareció en Nueva España, en la época del afán evangelizador en el nuevo mundo. Por fin, es importante que Gregorio López fue uno de los primeros comentaristas que propuso sus propias observaciones acerca de la estructura y la composición del libro del Apocalipsis, aunque sin sistematizarlas de una manera consecuentemente ordenada. La composición septenaria como el marcador estructural más importante sigue examinándose hasta el presente; mientras tanto, la cronología lineal que considera las imágenes y visiones apocalípticas como los acontecimientos que van uno tras otro, sigue ocupando un lugar importante en muchas investigaciones. Con todo, aunque con ciertas restricciones, afirmamos que Gregorio López puede considerarse precursor de ciertas tradiciones académicas en la investigación del libro del Apocalipsis.

      [1] Véase Wilhelm Bousset, Die Offenbarung Johannis, Gotinga, Vandenhoeck und Ruprecht, 1906, p. 91.

      [2] Gregorio López, Tratado del Apocalipsis, p. xxi (cursivas del autor).

      [3] Idem.

      [4] Tratado..., p.1.

      [5] Tratado…, p. 1-2. Las cursivas marcan las palabras originales del Apocalipsis; los comentarios de Gregorio López están en texto normal; ese orden se mantiene en la edición del Tratado del año 1789.

      [6] Richard Baukham, The Theology of the Book of Revelation, Cambridge, Cambridge University Press, 2003, p. 1.

      [7] Pongamos atención en el hecho que Gregorio López también se llama a sí mismo “el siervo de Dios”; quizás por este epíteto él quería marcar su parentesco espiritual con el autor del Apocalipsis (véase Tratado…, p. xx).

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