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genealogía de dispositivos permite articular acciones, pensar procesos –relaciones de fuerza, juegos de verdad, estrategias, resistencias– y examinar al sujeto como efecto de prácticas contingentes, relacionales y distribuidas en el tiempo.

      En el idioma inglés, la noción de performance se utiliza en el habla cotidiana para denominar a una actuación o representación, para referirse al cumplimiento de una tarea o al desempeño o rendimiento de una persona en un campo de especialización determinado, y para nominar el comportamiento o conducta de un individuo. Tanto en inglés como en el original etimológico proveniente del francés, el concepto remite a la idea de completar, llevar a cabo o realizar. Siguiendo a Butler (2004) y a la filosofía y la pragmática del discurso (Austin 1962, Searle 1969, Derrida 1971), cuando hablamos de performación de sujetos como estrategia de análisis sociológico, nos referimos a la identificación y examen de las prácticas, condiciones y regímenes mediante los cuales los sujetos son puestos en acto (Butler 2017, 39). Lo que nos interesa de esas prácticas, condiciones y regímenes es su capacidad para instituir, instaurar, lograr o realizar (accomplish) una cierta figura de sujeto.

      En este punto es importante distinguir el enfoque performativo de su falso análogo, los actos performáticos (performances). Estos últimos, como elabora Diana Taylor (2013), se caracterizan por la puesta en escena de actuaciones predeterminadas mediante el recurso de formas expresivas como la danza, el teatro o los rituales y las apariciones públicas colectivas como las protestas políticas. Estos recursos y la irrupción que provoca en la escena pública en que se desenvuelven sirven para distinguir los actos performáticos de las prácticas cotidianas y rutinas características de los lugares donde las performances aparecen.

      Cuando decimos que un sujeto es figurado performativamente, entendemos que no hay una sustancia dada, anterior o predeterminada, ninguna interioridad original, sino que el sujeto está siendo constituido en y a través de los actos que lo hacen viable de ciertas maneras situadas y particulares. Entre tales actos suceden relaciones de citacionalidad (Butler 1993, 15), a través de las cuales materializa, sedimenta y se sostiene “la complicidad con el poder en la formación del yo” (Butler 1993, 15).

      La noción de performatividad toma distancia de ciertos rasgos de la teoría social sobre el sujeto. Primero, y como plantea Butler (2010), evita la matriz positivista que nos lleva a acercarnos a nuestros objetos de estudio con cierta comprensión delimitada o predefinida de lo que estos son. En este caso, la propia pregunta por el sostenimiento de sujetos liminales, es decir, en estado de indeterminación ontológica, nos distancia aún más de esa compulsión positivista. Segundo, se diferencia de los supuestos que otorgan carácter metafísico a ciertas construcciones culturales, oscureciendo nuestra capacidad para comprender la diversidad de mecanismos que participan incesantemente en la producción de lo social, incluyendo en ello, como advierte Callon (2006), el reconocimiento de la capacidad de los métodos de investigación y de la teoría social para modelar y actualizar los fenómenos que estudiamos. Tercero, la performatividad busca describir actuaciones –y no solo actos lingüísticos– con efectos ontológicos, es decir, capaces de traer a existencia ciertas entidades o por lo menos de generar efectos socialmente significativos sobre entidades sociales (Butler 2010, 147). Cuarto, el enfoque performativo disputa la idea de que “lo social” se hace de una vez y para siempre enfatizando, más bien, los esfuerzos sostenidos, consecutivos, regulados que son necesarios para que una cierta entidad sea reconocida como tal. Quinto, más que entidades singulares y unificadas, probablemente lo que terminemos por examinar son entidades múltiples o al menos plurales. Sexto, la configuración de sujetos es un logro relacional, no individual.

      La pregunta por la performación permite capturar y analizar cómo un determinado sujeto es figurado y con qué efectos. Interesa identificar y examinar las prácticas discursivas y no discursivas que hacen que un determinado fenómeno aparezca como una entidad distinguible a través del tiempo. Por ejemplo, el patriarcado, el mercado o el sujeto de la violencia de Estado, son producidos por la repetición ritualizada de convenciones que hacen culturalmente viable estas formaciones (Butler 1997, 144). Siguiendo a Butler (2017), es importante retener que si bien la noción de performatividad tributa de los desarrollos en el campo de la pragmática del lenguaje y, en particular, del trabajo de Austin sobre la capacidad ilocutiva y perlocutiva de los actos de habla, ni dichos actos de habla ni la performatividad de modo más general corresponden a la acción de un sujeto (hablante) singular o discreto (Butler 2017, 34-35). La agencia performativa se halla distribuida entre entidades y cosas, por ejemplo, prácticas institucionales, tecnologías, experticias u objetos, que coexisten con el sujeto performativo. Como agrega Bell (op. cit.) leyendo a Butler, es esa pluralidad de coexistencias la que está a la base de la constitución performativa del sujeto y la que abre el espacio para la pregunta ética y política sobre el mundo en que coexistimos.

      Bajo este enfoque, interesa también explorar los efectos que esta configuración de sujeto provoca en lo social. Como hemos puntualizado, las prácticas performativas producen entidades por la recurrencia, reiteración o iterabilidad de ciertos enunciados y/o acciones convencionales que sedimentan e incluso naturalizan determinados modos de ser o aparecer (ciertas relaciones de género, o la idea de la autonomía del mercado, por ejemplo). Como advierte Butler en relación a la heteronormatividad, el éxito del logro performativo radica en parecer “natural”, es decir, en su capacidad de ocluir el esfuerzo empeñado en su figuración a través de la repetición regularizada y obligada de las normas de género. La dimensión ética y política de este enfoque se juega justamente en demostrar cómo clausuras y exclusiones corresponden a convenciones sedimentadas de acuerdo a regímenes de inteligibilidad dominantes que limitan las opciones del sujeto al tiempo que permiten su supervivencia (Bell 2007, 19).

      También puede suceder que un acto performativo no logre producir los efectos esperados, sea porque no concurrieron las circunstancias felices que identificaba Austin o por otras razones. Mackenzie (2004) denomina estas situaciones “contraperformativas” (Mackenzie 2004, 306) y Butler (2010) “performative breakdown” (falla performativa). Según la filósofa, “la falla es constitutiva de la performatividad, puesto que la performatividad nunca logra completamente sus efectos y, en este sentido, “falla” todo el tiempo (Butler 2010, 150). Y es precisamente la amenaza de la falla la que demanda la reiteración. En esta propuesta, “no podemos pensar iterabilidad sin falla” (Butler 2010, 153). De ahí que las fallas deban, en lo posible, incluirse en la indagación de modo de consignar cuándo y por qué se constituyen como tales (Butler 2010, 154).

      Detenido/a desaparecido/a como sujeto liminal

      El caso de estudio que nos ocupa, el de el/la detenido/a desaparecido/a es un ejemplo relevante y significativo de la performación de un sujeto ausente. Como planteamos con Marcela Ruiz (2018), aquí la materialidad –un carné de identidad o una fotografía– no solo “hablan de” sino que “hablan por” el sujeto que la violencia estatal ha desaparecido.

      Al organizar temporalmente el material de archivo que teníamos disponible, producto de una investigación mayor sobre la documentación de las violaciones a los derechos humanos perpetradas por el régimen de Pinochet, constatamos algo que probablemente conocíamos Marcela y yo como niñas testigos de la Dictadura: durante más de cuarenta y cinco años, el/la detenido/a desaparecido/a ha existido en la sociedad chilena dentro de un campo de disputa entre dos regímenes de veridicción que intentan imponer versiones sobre la identidad de las personas sometidas a esta práctica represiva: de una parte, un régimen de negación del crimen, su víctima y su perpetrador y, de otra, un régimen de visibilidad de todas ellas y que reclama verdad, justicia y memoria.

      Esta disputa ha ido performando al detenido desaparecido como sujeto liminal. Llamamos sujetos liminales a quienes se encuentran en posiciones intersticiales o de indeterminación ontológica. Al decir de Greco y Stenner (2017), la noción de liminalidad intenta capturar la idea de “troubled becoming” o existencias problemáticas. Usando el concepto, nosotras buscamos tematizar la idea de sujetos en posiciones ambiguas, suspendidos entre diagnósticos contradictorios o tensionados entre identidades, normas y regulaciones. Sujetos, además, cuyas existencias son objeto de disputa. En el caso que nos ocupa, gran parte de la disputa radica en el estatuto de vivo o muerto de los individuos sometidos a esta práctica represiva, en conocer los hechos

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