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hoy. En este sentido, la genealogía de este dispositivo podría indicar que si bien la tecnología de los montajes sobre los detenidos desaparecidos cesa, el efecto disuasivo que inaugura puede iterar en el tiempo mediante informaciones parciales, franca desinformación o bien por el traslado de la obstrucción de investigar a otros dispositivos como el legal.

      El trabajo de archivo permite extender el análisis discursivo para incorporar relaciones entre recursos materiales. Como puntualizamos en el artículo, la lista de los 119 miristas publicada por el montaje comunicacional del gobierno, reproduce la lista confeccionada en el Comité Pro Paz para denunciar sus detenciones por parte del Estado. Los errores tipográficos que se trasladan de una a otra así lo demuestran.

      Dispositivo contra dispositivo

      En el segundo caso, estudiamos los efectos que los montajes comunicacionales provocan. En el artículo de 2018, narramos cómo los familiares de los detenidos no ubicados agrupados en la Vicaría de la Solidaridad y esta misma institución, responden al montaje de los 119 a través de una carta al editor en el diario El Mercurio, firmada por el cardenal arzobispo de Santiago. En el lenguaje de nuestro enfoque, la tecnología del montaje “irrita” al régimen de evidenciación de este crimen e incita una reacción donde disputar la verdad. La tecnología performativa de la nota editorial denuncia la práctica deshumanizante de los medios de comunicación que disponen de sus portadas para escenificar el horror y diseminar elucubraciones ante los ojos estupefactos de los familiares de las víctimas que ahí aparecen. La nota inscribe a los detenidos desaparecidos como sujetos de derecho y de dignidad, especialmente en el supuesto momento del anuncio de su muerte, más allá de las adherencias ideológicas que, según el Estado, justificarían el exterminio. La misma nota aplicaría para el montaje sobre Marta Ugarte y la exposición incansable de su cuerpo lacerado por la prensa chilena, demostrando cómo una tecnología performativa, si bien inscrita alrededor de ciertos casos, puede abarcar la categoría de los desaparecidos en general.

      Asimismo, el dispositivo comunicacional irrita al dispositivo afectivo de los familiares orientado a encontrar con vida a sus seres queridos detenidos por la Dictadura. Recordemos el eslogan de denuncia hecho circular en la época por las mujeres organizadas en Chile y Argentina: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”. Como desarrollamos en el artículo, el encuentro de las osamentas de Lonquén activa la actuación del dispositivo forense con el consiguiente despliegue de las tecnologías de identificación de restos humanos: excavación y remoción de elementos; recolección de osamentas, objetos personales, vestuario y muestras de sangre; tests genéticos, entre otros. La emergencia de este dispositivo desplaza la lucha performativa sobre el detenido desaparecido desde la constatación de la detención por parte de agentes del Estado a las circunstancias de muerte y el destino final del cuerpo. Bajo este régimen, el detenido desaparecido es gestionado como un residuo corporal a investigar. Sus tecnologías van a requerir que los familiares no solo comiencen a pensar a sus desaparecidos como fallecidos, sino que provean de conocimiento sobre ellos de modo de contribuir a la identificación forense de sus restos. Este proceso se activa cuando la Vicaría de la Solidaridad confecciona la ficha antropomórfica, un cuestionario de siete páginas de extensión destinado a recabar información fisiológica de cada uno de los más de 600 casos de desaparecidos consignados a la fecha. Para el familiar, completar dicho formulario y, más tarde, proveer de pruebas para exámenes de ADN, involucra un proceso de subjetivación mayor: constituirse en deudos antes de la constatación de la muerte y el encuentro del cuerpo de quienes han desaparecido. Como indicamos en el texto con Marcela Ruiz, muchas veces la producción de esa información dependió de una dolorosa re-aproximación al archivo personal que se guardaba sobre el familiar desaparecido en búsqueda de esas claves fisiológicas que, por supuesto, reducían la potencia de esos documentos de vida.

      Imagen 2. Ficha antropomórfica usada por la Vicaría de la Solidaridad para registrar datos de detenidos desaparecidos.

      Fuente: Fundación de Documentación y Archivo de la Vicaría de la Solidaridad.

      Sobre performación de sujetos, teoría social y sujetos liminales

      El enfoque performativo permite analizar la figuración de sujetos a través de la iteración de prácticas socio-materiales inscritas en relaciones de poder. Como insistiera Butler, en El género en disputa (1990), el poder performativo de estos actos distribuidos y reiterativos no depende de la preexistencia de alguna interioridad ni de algún acto interior. El caso que me ha ocupado en las páginas precedentes remite a un sujeto que no puede reclamar la identidad performativamente, constituida para evitar con ello su disolución social, ética y política.

      La perspectiva performativa y el enfoque de la genealogía de dispositivos habilitan el examen de las prácticas heterogéneas que operan sobre este sujeto de la violencia política; las configuraciones de poder que lo hacen posible, los recursos materiales y técnicos en que se apoya, y las transformaciones y desplazamientos en la cadena de marcas referenciales que lo han sostenido local y globalmente a través de las décadas. La productividad de estas prácticas performativas es trazada mediante el ejercicio genealógico que permite transitar el análisis entre lo reticular y lo diacrónico, y entre la persona concreta y la categoría que la figura. Como hemos indicado, los dispositivos establecen los regímenes de veridicción que operan sobre el sujeto y que son verificables en los artefactos a través del cual actúan: regímenes legales, forenses, comunicacionales, afectivos, de reparación. La genealogía de dispositivos permite, asimismo, trabajar la historicidad del sujeto, mediante un ejercicio que se desplaza en el tiempo sin perseguir la linealidad ni la progresión. A diferencia de ejercicios historiográficos, este enfoque plantea que las relaciones entre dispositivos no son necesariamente de continuidad, sino de iteración y diferencia: sea una adición o una disputa, una irritación, una exclusión o una disyunción.

      Desde la perspectiva performativa y la genealogía de dispositivos, el sujeto existe como efecto de su configuración e inscripción iterativa, ante ciertas audiencias, en el contexto de una disputa y en paralelo a la emergencia de otras entidades que le otorgan valor ontológico. En el caso que examinamos, junto al detenido desaparecido, emerge la figura del familiar, la de los testigos, la de los defensores de los derechos humanos y la de varios expertos –jurídicos, forenses, médicos, psiquiátricos–. También aparece la figura del perpetrador, oscurecida por el régimen “desaparecedor” por décadas, e identificada y sancionada por la justicia en más de cien casos a la fecha, entre ellos, el de Muriel Dockendorff Navarrete, que condena con presidio efectivo por el crimen de secuestro calificado a seis integrantes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA): Manuel Contreras Sepúlveda, Miguel Krassnoff Martchenko, Marcelo Moren Brito, Basclay Zapata Reyes, Gerardo Godoy García y Orlando Manzo Durán.

      Hemos demostrado que esta genealogía es trazable de la mano de una serie de artefactos sociotécnicos como la ficha antropomórfica, los recursos de amparo, las declaraciones juradas de testigos, las querellas por presunta desgracia, los informes de las comisiones de verdad y las convenciones internacionales como, en este caso, la Convención Interamericana contra la Desaparición Forzada de Personas, decretada por la Organización de Estados Americanos en 1994, a veinte años del secuestro de Muriel Dockendorff.

      En el caso de las personas victimadas o represaliadas por causas políticas como el que aquí nos convoca, esta aproximación desplaza al sujeto de la violencia de su confinamiento al paradigma de la víctima, centrado en la prueba del trauma o crimen y, de hecho, permite analizar las condiciones que hacen posible la producción de estos sujetos en tanto víctimas. Como desarrollamos en el artículo referido, en el caso chileno esto sucede a casi veinte años de los primeros secuestros y desapariciones y del inicio de esta

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