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fue escrito. En este punto Pablo no me ayuda mucho. La mayoría de escritores pensamos que nuestros libros apuntan a casi todo lector, sin ser así.

      Espero no equivocarme, pero considero que en primer lugar es tremendamente útil para cualquier estudiante de educación, de cualquier nivel. Le ayudará no solo a sortear los problemas del día a día de clases, sino especialmente a afinar su paradigma educativo. A mi modo de ver, la más importante decisión de todo futuro educador: elegir sus compromisos con sus futuros estudiantes. Propone, en esencia, dos grandes paradigmas, que para estos candidatos a profesores les será de gran utilidad; más pedagógica que didáctica, la urgencia de un aprendiz de pedagogía.

      En segundo lugar, les es magnífico a jóvenes profesores, no a los viejos curtidos por el oficio. En sus primeros contactos con el quehacer educativo mantienen frescas sus ilusiones, su afán de cambio, sus utopías. El libro les abre la mente a nuevas maneras de ver su quehacer aterrizadas, aplicables y experimentables.

      Y en tercer lugar a pedagogos, ocupados precisamente de la continua reflexión sobre el quehacer educativo, a la búsqueda de nuevas opciones que enriquezcan nuestros paradigmas.

      Solo tengo una objeción de fondo a la tesis central de Pablo en su obra ¿Cómo liberarse de una educación equivocada?: objeto su optimismo. En lo personal, considero que la educación no puede cambiar desde el aula por decisión de profesores. Uno o muchos profesores hacen poco contra la educación uniforme decretada por el MEN, la misma para todos, ajena por completo a la singularidad de cada individuo, ajena a las circunstancias sociales variables y cambiantes.

      Primero, considero que no puede mejorarse sustancialmente la educación sin libertad, sin plena libertad educativa. Sin que cada institución tenga la potestad de elegir sus áreas curriculares, las que fueren, sus programas, como los considere, las didácticas, sus mecanismos de evaluación.

      Segundo, sin que sean los padres y cada niño o muchacho en concreto quienes deciden entre una de cien educaciones posibles la suya. Lo peor es que es tremendamente sencillo, basta lograr un decreto revolucionario: ¡Se decreta la educación libre en todo el país!

      Tercero, que quienes quieran o necesiten acreditar sus saberes lo hagan no mediante su libreta de calificaciones, que dice poco, sino a través de empresas acreditadoras que den fe de uno o ciertos saberes de tal o cual muchacho, los que necesite acreditar. Por ejemplo, en lectura, en manejo conceptual, en interacciones humanas, el que fuere.

      Por supuesto, para comenzar a vislumbrar tal libertad educativa los padres han de entender que ninguna evidencia dice que los niños y jóvenes de un país los corte la misma tijera, los convierta en un mismo y uniforme vino. Nadie lo atestigua, solo los funcionarios estatales del MEN. Para luchar contra muchas fuerzas que permitan pasar de una educación, la actual, a cien educaciones, ¡las del futuro!

      Propondré a Pablo como miembro de la Academia Colombiana de Pedagogía y Educación, este extenso ensayo es más que suficiente requisito para tal distinción. Además, creo que es el escenario perfecto para discutir sus interesantes ideas.

      Miguel de Zubiría

      1 Psicólogo. Pedagogo. Director de la Fundación Internacional de Psicología Afectiva FIDPA.

       Presentación

      En numerosos contextos académicos he escuchado y leído en libros de “pedagogía” que la buena educación implica un saber hacer, es decir, enseñar y aprender a poner en práctica los conocimientos, afirmación con la que no estoy de acuerdo, pues nos ha hecho más daño que bien. América Latina necesita una educación que active el pensamiento, es decir, que forme personas que cotidianamente afinan su percepción, dudan, se preguntan, plantean sus propios cuestionamientos; por tanto, todo aquello que reciben en clase, leen en un libro o en la internet, lo confrontan con diversas fuentes, lo profundizan y ofrecen su propio punto de vista; esto es más útil que aplicar como tontos lo que otros dicen que hay que hacer.

      La presente obra, ¿Cómo liberarse de una educación equivocada? es el resultado de más de treinta años de observación, estudio, investigación, reflexión y preocupación aguda en torno a las numerosas concepciones educativas equivocadas que siguen existiendo en miles de establecimientos educativos de América Latina, que en vez de emancipar o de formar un ser humano autónomo, amante de la curiosidad, comprometido con la duda, con un gran apetito de saber, libre pensador, amable consigo mismo, con los demás y con el entorno; se sigue cultivando un sujeto pasivo, poco consciente de su papel en este mundo y alienado con la tormenta de farándulas y distractores light que le rodean.

      Si bien es cierto que ya existen instituciones educativas que liberan el pensamiento crítico y creativo de sus estudiantes, hay suficientes pruebas para afirmar que la educación actual que se imparte en América Latina no favorece la libertad de pensamiento; nuestras hijas e hijos no son formados para pensar por sí mismos, no son formados para el cuestionamiento de los saberes que se les imparte, no se forma para la libertad de expresión, para elaborar críticas con argumentos y evidencias; no se forma para la negociación, la concertación y mucho menos se está preparando para resolver conflictos de manera pacífica y constructiva; necesitamos entonces un sistema educativo que en armonía con sus tres subsistemas, el escolar, el familiar y el socio-cultural enseñe a nuestra generación a pensar por su propia cuenta y así liberarnos del bastón cognitivo de los demás.

      Un establecimiento educativo que insiste en formar con un plan de estudio cerrado, que se limita a seguir una guía o un texto escolar único, cuyos estudiantes deben devolver la información que yace en ese texto, es una institución alienante; un contexto educativo que construye o actualiza proyectos educativos institucionales, manuales de convivencia y sistemas institucionales de evaluación, sin contar con la participación de representantes de toda la comunidad educativa, es un contexto excluyente. Un contexto educativo que abandona a sus profesores al interior de sus clases diciéndoles que ellos son “autónomos” y por tanto deben manejar la disciplina de sus estudiantes sin el apoyo de un Manual de Convivencia y unos protocolos, pues para eso son profesionales; es una institución caótica y cero fundamentada..

      No todo lo que se dispone y se hace desde los ministerios, las secretarias de educación, y naturalmente desde las instituciones educativas es acertado; por ejemplo, desde algunos ministerios de educación se siguen divulgando torpes escalas de evaluación como deficiente, insuficiente, aceptable, sobresaliente y excelente; o esta otra: desempeño bajo, desempeño básico, desempeño alto y desempeño superior. Jamás a un ser humano se le trata de esta manera, además, existen otros tipos de escalas que estigmatizan a un ser humano con la categoría desempeño bajo y la categoría desempeño superior, como si hubiese un ser humano superior a otro. Con esta concepción de evaluación se está muy lejos de comprender el verdadero significado y sentido del acto de evaluar.

      En las instituciones educativas latinoamericanas se ha abusado tanto de las pruebas escritas y orales con preguntas cerradas, que nuestros niños, niñas y jóvenes ya esperan con paciencia que les digan cuáles son las opciones: a, b, c, d. El mundo real no funciona así. En la interacción cotidiana tanto laboral como profesional y social, jamás se nos plantean preguntas de opciones cerradas, por ejemplo, no hay opciones de a, b, c, d, para una entrevista de trabajo, en el desarrollo de un proyecto de diagnóstico, de evaluación, de investigación o de innovación o para encontrar el amor, la pareja que nos va acompañar toda la vida necesitamos activar nuestra imaginación, pensar y proponer antes que escoger opciones que otros nos definen.

      En América Latina, necesitamos un proyecto de educación que asegure cuatro compromisos cotidianos: 1. Comprender en forma autónoma y metacognitiva: el estudiante no vuelve a repetir definiciones como tonto, ahora, a partir de consultar por lo menos tres definiciones de un conocimiento específico, construye su propio concepto, en el museo de la escuela deben quedar guardadas esas viejas prácticas de obligar a un estudiante a memorizar en forma mecánica conceptos que además de no comprender, muy pronto se olvidan, 2. Pensar con fundamento: todos pensamos, pero no todos lo hacemos de la forma correcta,

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