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ARCO. Los peregrinos perdidos. Mario Merago
Читать онлайн.Название ARCO. Los peregrinos perdidos
Год выпуска 0
isbn 9788419092731
Автор произведения Mario Merago
Жанр Языкознание
Издательство Bookwire
Las horas de viaje, después de todo, transcurrieron velozmente. El trayecto se estaba haciendo ameno y la comitela se realizó en las inmediaciones de Zamora.
El viaje proseguía e Isadora reía mientras hablaban, hasta que llegó el momento de la localización del parking en Sarria donde debían guardar el coche. No tardaron mucho tras las indicaciones telefónicas pertinentes de Jon Jack. La única pega era que la puerta de entrada al parking no era precisamente suave. Nadie hizo acto de presencia, por lo que solo quedaba acopiar fuerzas y domesticar la puerta. Por fin, cargados con sus grandes macutos, se dirigieron al Hogar de Sarria, su primera pensión en zona gallega.
Justo enfrente de la entrada, hacia el lado norte, una pequeña iglesia les daba la bienvenida y en el interior de la pensión el dueño del local les esperaba.
—¡Bienvenidos! ¿Es vuestra primera vez? —dedujo el posadero tras ver sus caras—. El primer día antes de salir a caminar debéis dejar vuestro equipaje en recepción con vuestro nombre, ¿de acuerdo? —Los dos asintieron al mismo tiempo—. No os preocupéis, el recepcionista que trabaja para nosotros os atenderá a primera hora de la mañana cuando salgáis. Se llama Jon, pero podéis dirigiros a él como el Pollo, está más acostumbrado. Él se hará cargo del transporte de vuestro equipaje y os dirá dónde tenéis que dejarlo. Ahora os recomiendo un paseo por la hermosa villa de Sarria. ¡Que tengáis una buena tarde, gracias! —se despidió el hombre con una agradable sonrisa. Ellos guardaron silencio, sin especificar que ya habían mantenido contacto con Jon Jack.
Algo más tarde los dos nuevos peregrinos siguieron los consejos del hombre corpulento y se dirigieron a ver el precioso pueblo de estilo rústico. Su ambiente antiguo dispone de zonas restauradas para el peregrino de a pie y cuenta con tiendas de deporte, de souvenirs, de libros y de amuletos, así como con restaurantes y tabernas donde cenar una buena pizza y tomarse una fresquita sangría.
—¿Qué te parece, Arco, si nos dirigimos hacía allí? —Isadora señaló en dirección a un mirador—. Está protegido con refuerzos y decorado con unos arcos de forja, ¿los ves? Aparece la inscripción con el rótulo: «Eres un sol». —Sonrió con cara de pilla—. Le podríamos decir a nuestro amigo el forja que nos haga uno igual para Guadalupe o un corazón, ¿no crees?
«Otra nueva idea». Los dos ralentizaron su tiempo disfrutando de las vistas del anochecer. Ya de vuelta, distinguieron unas bellas tablillas pintadas de colores en la pared del muro, dispuestas por encima del asiento de madera, en las cuales se divisaban con claridad los mejores deseos y mensajes para el caminante. Arco decidió sentarse e Isadora, dispuesta a realizar un clic de foto, fue arrasada por la colaboración espontánea de dos extranjeras que se ofrecieron a realizar una de las mejores imágenes del viaje.
Comenzaba a verse un poco la sencillez y amabilidad del camino.
6. Despierta
A la mañana siguiente Isadora, recién despierta, no encontraba el peine. Estaba desorientada por despertarse a tan temprana hora. Llamó a la puerta de la habitación de Arco, se peinó con el de él y rápidamente los dos se volvieron hacia las escaleras con intención de bajar a la primera planta, camino del mostrador.
Como les comunicó anteriormente el posadero, allí se encontraba Jon Jack:
—Buenos días —dijo secamente con una voz raspada—. Me llaman el Pollo. Os hago entrega de la compostelana, que hay que ir sellando en cada parada del camino, al menos dos veces por etapa, da igual que sea en bares o en iglesias. Alrededor de las ocho de la mañana todos los días trasladaré vuestras mochilas al siguiente alojamiento —dejó caer con un tono áspero—. Os coloco esta etiqueta identificativa que no deberéis retirar durante el resto de la semana. De esta manera, lo único que tenéis que hacer es dejarla en la recepción de cada alojamiento antes de salir a caminar —comentó un poco descortés—. ¿Lo habéis entendido?
—Sí, gracias —dijeron al unísono Arco e Isadora tras preguntar dónde debían desayunar.
Los dos se quedaron extrañados por su raro comportamiento. Arco comenzaba a ver a Jon con un mal mirar, pero no sabía cómo juzgarle sin conocerle; daba la sensación de que se trataba de un joven maduro, pero había algo en él. No representaba el posible cansancio a causa de las excesivas horas que pudiese llevar en la recepción nocturna, sino algo diferente, algo que a Arco le hacía desconfiar del apodado como el Pollo.
—Vuestros equipajes serán entregados en el siguiente alojamiento, como mucho tardar, entre las 13:00 y las 15:00 horas —añadió Jon a modo de despedida.
Los dos compañeros no solo llevaban la credencial recién sellada, sino también la ilusión con la que se iniciaba una nueva jornada, y por ahora no resultaba gratificante. Menos mal que tras unos cinco minutos volvieron a sentir el calor del hogar en un suculento desayuno en compañía de mochileros. Llegaba la hora de conocer a más peregrinos.
7. Desayuno tierno
El frío de la mañana se dejaba notar y los dos transeúntes se dirigieron al albergue cercano que Jon les había especificado. El albergue también pertenecía a su jefe, al igual que la pensión de Sarria.
Al entrar a la rústica sala, Isadora y Arco fueron bajando a una especie de sótano muy pintoresco. Una perra algo ruda y una mujer típica gallega les saludaron:
—¡Buenos días, chicotes! ¿De dónde venís? ¡Pero sentaos, sentaos! Seguro que tendréis muchas ganas de comer unas estupendas gachas. Aquí, como veis, estamos en familia. Buscaos un huequiño y os vais presentando al resto de peregrinos. Seguro que os cruzáis con ellos más de una vez. ¡Mirad, ese es Javier! —Lo saludó, invitándolo a sentarse a su lado.
—Hola, buenas. ¿Qué tal, pareja? —Arco e Isadora le dieron la mano cortésmente, sin dar explicaciones—. Llevo andando dos semanas desde O Cebreiro y este es uno de los mejores lugares donde he parado. Os recomiendo las tostadas —dijo el hombre, de unos cuarenta años y con melena larga y negra, con aspecto un poco descuidado—. En principio voy solo, pero llevo coincidiendo varias jornadas desde que empecé con una buena compañera escocesa; generalmente, nos juntamos para comer. —Señaló al lado izquierdo de Isadora—. Os presento a Judit —dijo mientras cogía de la mesa frente a ellos una pieza de fruta—. Judit ha viajado hasta España para realizar el Camino de Santiago. Por lo visto, vio la película The way y se sintió impresionada por la ruta jacobea. Se ha convertido en un sueño para ella. Lleva mucho más tiempo que yo andando, desde Astorga hasta El Ganso, en León —informó Javier mientras era interrumpido por la perra.
—Guau, guau…
La mesa de madera estaba cubierta de ricos alimentos, la chimenea sonaba con el crujir de la leña cuando arde, la posadera servía el café y su marido, el jefe, azuzaba a la perra para que se callara:
—¡Julieta, deja de ladrar, que vas a asustar a los huéspedes! —comentó el posadero—. ¿No ves que están desayunando?
En un principio todos los allí presentes se rieron. Formaban un grupo de peregrinos de unas once personas alrededor de una larga mesa. De repente la perra se acercó a Isadora y esta se puso tensa mientras Arco y Javier se desternillaban. Judit, la compañera de al lado, se resignaba a mirar hacia abajo.
—¡Julieta, que te estés quieta! ¿No ves que están comiendo? —Pero la perra, con un sofocante ladrido entrecortado y con falta de respiración, seguía enseñando los dientes en plan desafiante—. ¡Chiquilla, pero cálmate! —le dijo el posadero a Isadora—. Es que tiene un problema de respiración y la pobre es muy feíta.
—Ja, ja, ja —se rieron todos al compás de los ladridos.
Momentos más tarde Judit intentó hacerse entender, pero su inglés difería mucho del estudiado por Isadora, aun estando en quinto