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ARCO. Los peregrinos perdidos. Mario Merago
Читать онлайн.Название ARCO. Los peregrinos perdidos
Год выпуска 0
isbn 9788419092731
Автор произведения Mario Merago
Жанр Языкознание
Издательство Bookwire
38.En las profundidades del bosque
SÉPTIMA PARTE. DÍA 6 DE RUTA. FINAL DEL CAMINO (KILÓMETRO 0)
45.El peregrino fantasma. Praza da Quintana
49.Traslado Santiago–Guadalupe
A mi familia por estar a mi lado, a todos aquellos
que procuran leer mis relatos y a mi «Pepito Grillo» por
hacerme ver que tengo posibilidades.
Gracias.
Prólogo
Está claro que, solo o acompañado, realizar el Camino de Santiago ofrece muchos momentos; momentos de soledad y complicidad con los llamados «familiares del camino». Todos los peregrinos tendrán en su transcurso tiempo de reflexión y meditación.
Esta historia puede ponerte en contacto cercano con el Camino de Santiago, con su magia, pero no pretendas buscar acantilados exultantes, que no es el Caminito del Rey (Málaga).
Solo debes llenarte de palabras escritas y liberarte de los peligros que a veces entraña dicho sendero. Abrúmate con la historia o siéntete identificado, pero ¡cuidado!
Dicen que todo el mundo tiene un propósito en su vida. El del caminante Arco, nuestro «prota», es sanarse cuanto antes.
¡Este es su camino y él ni siquiera lo sabía!
«Algo han debido de echarle al suelo del camino,
porque mis pies no paran a pesar de ir heridos
y siguen adelante y yo también los sigo
con un extraño empeño que nunca había tenido.
Y al final de la etapa, cansado y dolorido,
siento alegría y gozo y el corazón henchido».
Anónimo
PRIMERA PARTE
Día 0
Salida
«¡Arco, despierta! Es la hora, ha llegado el momento. No puedes desperdiciar esta oportunidad que te brinda tu existencia. ¡Levántate! Pon en marcha esas posaderas entumecidas. Sal ya de esa hamaca e infunde espíritu a tu cuerpo. ¡Ejercita el movimiento, venga!».
1. Rondando el camino
Tras oír el intermitente sonido del despertador, Arco solo deseaba poder apagarlo. No se sentía con ganas de empezar el nuevo día. Todo era caótico en su mente, cansado de su rutina, de su pequeña localidad extremeña, de su propia vida.
Sabía que tenía trabajo y ahora que acababa de empezar más que nunca. Ser guía en tan hermosa villa le proporcionaba un lugar al aire libre no solo alejado de estrictos horarios, sino también de horas y horas sentado tras la mesa de una oficina. Ni tan siquiera Guadalupe, tan bella, tan natural, con su famoso alumbrado navideño y su preciada edificación, le inspiraba entusiasmo.
—¡Sé que no puedo desperdiciar esta oportunidad! ¡Debo promocionar el turismo en Guadalupe ahora más que nunca! ¡Debo iniciar al turista en las más variadas leyendas! ¿Pero cómo lo hago, Isadora? Me siento presionado por los acontecimientos recientes.
—Tranquilo, Arco. Verás como llega la calma. Son estos primeros meses; ha sido un jaleo. Luego llegará la normalidad —le premiaba Isadora con su tierna voz.
Arco debía trabajar duro y dar a su localidad el reconocimiento que se merecía, que no fuese solo conocida como la gran alumbrada de la empresa Ferrero Rocher ni por las campanadas de Telecinco, ¡que está muy bien!, pero también debía ser reconocida por su historia y singularidad. Había sido contratado por el ayuntamiento para ello. Debía seguir mejorando sus técnicas y seguir estudiando como cualquier alumno de su escuela taller de adultos.
«¡Piensa, Arco, piensa. Tú sabes de emociones, tú sabes de talleres de adultos, ¡tú sabes de demostrar detalles! ¿Cómo comenzarías a relatar tus rutas, hacerlas atractivas y poderlas vender? No te quedes en la quietud, inventa, crea… Eres obstinado y obsesivo; saca provecho a esas cualidades».
—¿Por qué no el Camino de Santiago? —se preguntó—. Será mi propia actividad en la realización de una de las tradiciones más antiguas de España, la de peregrinar a Compostela. Creo que me va a proporcionar el conocimiento necesario. ¡Isadora, por favor, dime que voy a sacar el máximo partido a esta experiencia, que voy a satisfacer esta demanda senderista actual! Seguro que aprenderé lo esencial y que desarrollaré con más cordura y desglose, si cabe, esta incipiente actividad deportiva.
Ella, la avanzada alumna, se mantuvo en silencio.
Arco había escuchado muchas anécdotas del camino y la posibilidad de emprender esa ruta milenaria no dejaba de pasar por su cabeza, primero como una remota idea, hasta ser una absoluta certeza.
—De acuerdo —se dijo un día—. Tengo que hacer el Camino de Santiago, aunque sea solo por Nuestra Señora de Guadalupe.
Se imaginaba que en el camino tendrían lugar encuentros de peregrinos de todo el mundo, que a lo largo del recorrido compartiría el carismático saludo: «Buen Camino». ¡No le faltaría compañía!
Con el transcurso de los días la idea se hacía más evidente, se expresaba con más serenidad y calma y hacía partícipes de ello a todas aquellas personas cercanas a él. De este modo, Isadora y otros tantos de la escuela taller le dejaban entrever que estaban interesados. Arco contaba con el apoyo de toda su familia, sobre todo de su hermana Teresa, la más pequeña de todos.
—Sabes que te acompañaría, cariño, lo sabes, pero me debo a la crianza de mis tres hijos menores. No puedo hacerles eso, es una semana. Jorge es muy pequeño, es verano y su padre trabaja todo el día fuera. Lo siento, Arco.
Teresa le hubiera