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Bajo la firma se indicaba su procedencia: «Centro Studi sul Teatro Medioevale e Rinascimentale, Roma». El trabajo de Doglio, repasado hoy, es una excelente reflexión, y concienzuda relación, sobre un texto antiguo, anotado con nada menos que 28 citas a pie de página, que demostraba estar ante un auténtico profesional de la investigación. Lo escuchamos con idéntica reverencia que la que él prestaba a un territorio bien conocido, y que dominaba con soltura y sabiduría.

      En Anagni, pues, tuve la ocasión y la suerte de compartir con Federico Doglio sus inquietudes académicas y profesionales. Por eso, la escasa correspondencia que guardo de él (no pocas veces utilizamos el teléfono) tratan o de su venida a Elche o de la posibilidad de que yo fuera a Anagni. Selecciono entre esas cartas una de 1 de diciembre de 1999, que es copia de la que le mandé. Y es copia porque quizás quise guardar la aceptación de su propuesta para que el Ayuntamiento de Elche y el de Anagni firmaran un acuerdo de colaboración, una vez que habíamos experimentado las ventajas del mismo. Le pedía un escrito en el que se formalizara dicho convenio, al tiempo que le informaba de que su buen amigo Josep Lluís Sirera, que se encargaba de la organización de nuestros seminarios ilicitanos, lo iba a invitar para la siguiente edición del 2000. Se ve que Doglio me había pedido nombres de investigadores españoles que estudiaran el teatro hagiográfico español, porque le prometía buscarlos, aunque no pare-cía fácil cosa. No es tema suficientemente tratado en la investigación española.

      El 18 de octubre de 2002, poco antes de iniciarse aquella edición del Festival de Elche, me escribía Federico para pedir disculpas por no poder asistir ese año, debido a «problemas familiares». También seguía interesado en conseguir un espectáculo barroco español con vistas a su xxvi Convegno. Esas escasas notas autógrafas me renuevan algunos conceptos que me había transmitido el perfil humano de Doglio. Por ejemplo, recuerdo que algunas veces le oí hacer verdaderos ejercicios de humildad. Para nada se creía genio, sino que, simplemente, se divertía trabajando. Yo añadiría sin más que es de los que ponen auténtica pasión en lo que hacen. Extraordinaria pasión.

      Creo que con estas palabras que he podido dedicar a Federico Doglio queda suficientemente demostrada mi devoción por el colega y amigo italiano. Una devoción que no sólo viene del reconocimiento de su gran trabajo intelectual sino de la categoría de su persona. Persona que, como vengo diciendo, resulta seria y a la vez afable, discreta y a la vez ingeniosa, prudente y a la vez in-quieta. Ya hemos dicho que su principal dedicación al teatro ha girado en el entorno del Renacimiento. Es su época preferida. No sé si será por pura acción mimética, pero algo me dice que mucho de lo por él estudiado se ha ido transmitiendo a su temperamento. Ignoro cómo sería la personalidad de un hombre del Renacimiento. Pero estoy seguro de que estaría muy cercana a la de Federico Doglio.