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como era previsible, el día 8 se concentraron unas dos mil personas en el cementerio para rendir homenaje a la víctima, culminando así una serie de actos reivindicativos que habían tenido su punto álgido dos días antes con las manifestaciones realizadas en Cerdanyola y Ripollet, comenzando las movilizaciones en la empresa Aiscondel, formandose posteriormente piquetes de trabajadores en las empresas Aicar, Joresa, Aldai, Fusal Uralita, Indecasa, Tallers Ribot, Meler, Estampats Meridiana, y otras.

      Los «grises» utilizaron helicópteros en vista de la generalización del conflicto ampliado con la llegada de mil quinientos estudiantes de la UAB. Todos juntos se concentraron de nuevo a las seis de la tarde en «la Fonteta», donde se calcula que llegaron a reunirse unas diez mil personas hasta las nueve de la noche.

      La Iglesia condenó los hechos enviando un comunicado que decía así:

      Desde la cárcel de Carabanchel, Marcelino Camacho, líder de CC.OO., junto con sus diez compañeros prisioneros y en espera de juicio por el Proceso 1001, enviaron mil pesetas de la colecta recogida en el penal a la viuda de Manuel Fernández, adjuntando un comunicado que decía:

      También las centrales sindicales, los partidos políticos y el Colegio de Abogados y Profesionales enviaron diversas cartas de protesta, alguna dirigida a la Presidencia del gobierno. Irónicamente, la Asamblea hablaba de los «culpables», calificativo dado por el gobierno a los trabajadores asesinados en las manifestaciones, por reivindicar aumentos de salario y libertades sindicales.

      Sin embargo, antes de que las aguas volvieran a su cauce a raíz de los acontecimientos de San Adrián del Besós, se desarrollaron diversas manifestaciones laborales y estudiantiles. La más llamativa fue la efectuada en el Paseo Maragall en Barcelona, aunque el paro laboral de empresas en Cerdanyola que arrastró a más de cinco mil implicados, incluyendo el atentado contra el «monumento a los caídos» en Ripollet resultó ser de una dimensión superior.

      La llegada de la primavera no aportó la mínima relajación en lo que a conflictos laborales y estudiantiles se refiere. Sin duda, el mes de abril de 1973 fue hasta entonces uno de los más intensos en acontecimientos dentro y fuera de España.

      Como ya comenzaba a ser costumbre, a mediados de mes tuvo lugar la V reunión de la CPAC con una participación de ochenta representantes de 43 delegaciones. Lo más destacado del encuentro fue la buena recepción que tuvo el documento «Cap a la II Sessió Plenaria», repartiéndose

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