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de una eventual reclamación por el impago de las anualidades desde que dejó de abonarlas en 1667.

      Por otro lado, las cuentas del convento estaban perfectamente fiscalizadas por su archivero, quien a buen seguro debió de advertir la falta de dichos ingresos, poniéndolo en conocimiento de sus superiores, quienes, posiblemente, podían estar agradecidos al regente, quizás por su favorable intervención en alguno de los casos que el convento tenía planteados en la Audiencia o por otras razones que se nos escapan. Por tanto, podríamos estar ante un trato de favor, una manera de recompensar sus servicios sin llegar a plasmarse en documento alguno.17 En tal caso, la sustitución del archivero y del prior de los dominicos, ajenos a los compromisos verbales entre el regente y el convento, desempolvó el viejo asunto, momento desde el cual se quiso hacer valer el derecho que sobre dicho inmueble tenía dicho convento.

      LAS CARGAS

      Todavía quedaban algunos flecos que resolver. Algunas de las primitivas viviendas que componían la llamada casa Grande estaban cargadas de censos, de forma que el conde de Almenara se vio en la obligación de seguir pagando las rentas o redimirlos desde el momento en que se tuvo conocimiento de estos. El 23 de diciembre de 1696 redimió uno de capital de 350 libras propiedad de José Tachell. El 25 de junio de 1697 otro de 200 libras al convento de la Zaidía sobre cuatro casas integradas en la grande. El 29 de junio de 1698 otro de 96 libras y 15 sueldos otorgado por el licenciado Pedro Fuster, presbítero de la parroquia de San Bartolomé sobre un beneficio instituido en dicha parroquia. Por último, el 27 de agosto de 1697 otro de 100 libras de capital otorgado a favor del colegio del Patriarca.18

      Con los años, su hija doña Inés –condesa de Real– tuvo que redimir otro censo que recaía sobre dos casas incluidas en la grande, aquellas que don Felipe Boíl vendió a don Francisco Escorcia, ambas supuestamente libres de toda carga por 180 libras; dinero que se retuvo el comprador cargando un censo de semejante capital en favor de dicho vínculo y sus sucesores a anuo rédito de 180 sueldos. Posteriormente, fue reducido el capital a 150 libras al haberse justificado que dichas casas eran tenidas a señorío directo y mayor del convento de Nuestra Señora de Gracia Dei, alias la Zaidía, a censo anuo y perpetuo de 9 sueldos, con los derechos de luismo y fadiga y demás de la enfiteusis.

      Al conde de Almenara no se le informó de la existencia de dicho censo cuando adquirió la casa grande a finales de 1695. No obstante, se tuvo que hacer cargo del pago de las pensiones hasta el 20 de agosto de 1732, fecha en que su hija doña Inés lo redimió.19 Asimismo, en 1737 se condenó a doña María Teresa Salvador, como heredera de su tío Juan Bautista Salvador, a subrogarse en la obligación de reintegrar a la condesa del Real las 240 libras, 7 sueldos y 6 dineros que había gastado en redimir dicho censo.

      Por su parte, don Juan Bautista Salvador mantuvo diferentes pretensiones contra la expresada administración de doña María Salvador y Escorcia, y mediante escritura de transacción autorizada por José Orient y Llatser, escribano, el 24 de febrero de 1697, se trasportaron a Juan Bautista diferentes pensiones de censos sobre la ciudad de Valencia, con la obligación de responder el censo al marqués de la Escala; y posteriormente, mediante otra escritura ante Matías Albiñana, el 1 de mayo de 1697, se constituyó como principal obligado en dicho censo asignando nuevas hipotecas.20

      LA CONFORMACIÓN DEL PALACIO

      Como señalamos, lo más probable es que don Salvador Escorcia ocupó toda la manzana señalada con la letra «A» en el plano de Mancini –figura 2a–, para edificar la llamada casa grande. ¿Modificó el conde de Almenara entre 1695 –cuando adquirió la casa– y 1704 –en que está datado el plano del padre Tosca– lo que hoy conocemos como el Museo de la Ciudad? ¿Mantuvo las mismas características en la fachada?

      Sobre el primer interrogante hay varios datos que así lo señalan, al menos por la adición de nuevos inmuebles a la casa principal y la elevación en altura de una planta, porque don José Antonio adquirió en poco tiempo otra casa lindante con la grande, tres botigas o almacenes que se utilizaban para trigo y dos casas bajas con escalerilla. Por tanto, debió de adquirir toda la manzana señalada en el plano de Manceli con la letra «B», engullendo la calle que las separaba.

      El día 30 de marzo de 1697 adquirió de la administración de doña María Salvador Escorcia una casa en la calle de la Harina, parroquia de San Esteban, por 110 libras, que lindaba, por una parte, con la del conde de Almenara, por otra, con la de Pedro Sacanelles y, por delante, calle en medio, con Tomás Carbonell. El día 22 de junio de 1698, mediante concordia con Marcelina Vaciero, adquirió una casa en la calle del Campanario de San Esteban sobre la que recaía un censo de 12 libras y 12 sueldos que se respondían al convento de la Zaidía por el precio de 219 libras. El 17 de agosto de 1698, compró al padre Emanuel Pyneyro, presbítero de la Compañía de Jesús y administrador de doña Isabel Montpalau, dos casas en la parroquia de San Esteban por 860 libras. Finalmente, el 26 de diciembre de 1701 adquirió una casa en la calle Navellos, que iba de la plaza del Arzobispo a la iglesia de San Esteban, perteneciente a don Giner Rabasa de Perellós de la Casta, marqués de Dos Aguas, por 984 libras y 12 sueldos.21

      Los datos que nos aportan las fuentes no nos permiten localizar la situación exacta de dichas adquisiciones en el plano pero, ciertamente, con la excepción de la casa del marqués de la Casta, conformaban lo que hoy en día es el Museo de la Ciudad. En el inventario post mortem del conde de Almenara, efectuado en diciembre de 1726, dejaba explícitamente claro que la llamada casa grande donde habitó el conde estaba aislada y circundada por las calles que vulgarmente llamaban de la Harina, del Pozo, del Campanario de San Esteban y la de Navellos,22 en la que había dos botigas de trigo y tres casas agregadas que daban al campanario de San Esteban, adquiridas, una a Marcelina Vaciero y las otras dos a Isabel Mompalau.23 Por tanto, ocupaba la manzana completa tal y como está representado en el plano del padre Tosca (figura 2b).

      Por otro lado, quedó acreditado que don José Antonio Próxita invirtió en la casa grande 5.150 libras, cantidad que unos años después, en 1705, estimaban revalorizada al menos en 10.000 libras; bien por el aumento de los precios de los inmuebles urbanos, bien por las notables y valiosas mejoras que había hecho el conde, además de haber agregado la que compró a Marcelina Vaciero en 1698 y las otras dos a la administración de Isabel Montpalau por 860 libras el 17 de agosto de 1698.24 En definitiva, con los datos de los que disponemos y con la representación gráfica del padre Tosca, no hay duda de que el conde de Almenara adquirió y modificó, agregando otras casas, la llamada «casa grande».

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      Fig. 3. Detalle de la zona anexa al palacio arzobispal en el plano del padre Tosca superpuesta con una fotografía aérea (ortofoto). Fuente: Plano axonométrico de Valencia diseñado por el padre Tosca. Amando Llopis Alonso y Luis Perdigón Fernández: Cartografía histórica..., op. cit. Nuestro agradecimiento por la desinteresada colaboración prestada por el profesor de geografía don J. E. Pardo Pascual.

      Nota: parte superior izquierda, detalle de la fotografía aérea del actual palacio donde se aprecian las dos torres que delimitan la longitud de la fachada.

      A día de hoy, podemos tener una idea aproximada de algunas de las intervenciones arquitectónicas realizadas sobre el edificio. El plano del padre Tosca nos muestra las delimitaciones del edificio, muy similar al actual, donde se aprecia la modificación en la entrada que da al patio interior y la adición de las postizas torres laterales.

      Respecto a la fachada, se observa una gran similitud con la del actual museo San Pío V, encargado al arquitecto valenciano Juan Bautista Pérez Castiel. Sabemos que fue modificada, al menos con la inclusión de las dos torres laterales que armonizan el conjunto arquitectónico y, aunque desconocemos exactamente en qué momento se modificó, nos inclinaríamos a pensar que fue realizada por el conde don José Antonio en su adición primitiva. De todas formas, por la información que nos ofrece el padre jesuita Tomás Serrano, con motivo del tercer aniversario de la canonización de San Vicente Ferrer,25 sabemos que fue anterior a 1755.

      La casa del muy ilustre señor conde de Almenara está en el mejor sitio del mundo para lucir: tiene ciento

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