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su cénit en el mismo periodo (agosto y septiembre de 1936) en el que Stalin deliberaba en torno a su decisión sobre España. Ciertamente, la purga de enemigos que se identificaban como trotskistas en el interior y en el extranjero fue al menos tan importante y destructiva como el combate contra el fascismo europeo. En segundo lugar, estaba la motivación financiera en forma del oro español, enviado desde Madrid a Moscú en el otoño de 1936, que aseguraba a los soviéticos una generosa remuneración financiera por su compromiso militar con la República. Y, finalmente, estaba el innegable beneficio que los soviéticos obtenían al tener la oportunidad de probar armamento de primera generación y nuevas teorías de combate. En España, los soviéticos hicieron debutar a combatientes, bombarderos y los mismos tanques con los que empezarían la Segunda Guerra Mundial. Los meticulosos informes de acción sobre equipamiento bélico, archivados por oficiales y técnicos y ahora alojados en el Archivo Militar Estatal Ruso, comprenden cerca de un millón de páginas. Estos documentos son hoy una lectura tediosa, pero dan testimonio de la importancia que dio Moscú a la experiencia bélica española tanto en relación con los hombres como con la maquinaria.12

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