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social universales integrales y sostenibles, con base en un nuevo pacto social.

      La crisis económica y la pandemia sacó a la luz la enfermedad crónica de la región que es la desigualdad, especialmente en los países con “gobiernos serios y políticas correctas” como Chile, Colombia, Perú y Brasil, donde la desigualdad persistente fue un factor de propagación y descontrol de las medidas sanitarias adoptadas al suponer que iban a ser suficientes. Un Ministro de Salud de Chile a mediados de 2020 tuvo que reconocer que “Hay un sector de Santiago, donde hay un nivel de pobreza y hacinamiento, perdón que lo diga… del cual yo no tenía conciencia de la magnitud que tenía”. La Pandemia desnudó en la región que no había aumentado el gasto fiscal en salud, que no se dio prioridad a la salud pública y que la salud privada fue por supuesto incapaz de enfrentar una crisis sanitaria.

      Lo que América Latina debería hacer es aprender de sus errores, especialmente del gran error de separar el tema de la salud del tema económico. Eso no se puede hacer durante una pandemia. La lección es que, si no haces nada frente a la pandemia, la economía va a sufrir.13

      Recuperación lenta, divergente y sanitaria-dependiente

      Según el FMI (2001a) las brechas se ahondan en la recuperación mundial, lo que refleja la profundización de la desigualdad existente entre países y al interior de cada país. Si bien se temía a mediados de 2020 una caída del 4,9% del PIB mundial resultó menor, de 3,2% y se espera una recuperación del 6% para el 2021. Los países avanzados fueron los que más cayeron con un 4,6% en 2020 y se recuperarán a una tasa del 5,6% en 2021. Para las economías emergentes y en desarrollo se estima una caída del PIB de 2,1% en 2020 y una alta recuperación de 6,3% en 2021. América Latina y el Caribe, CEPAL (2021a),14 tuvo una caída del 6,8% en 2020, la mayor contracción del PIB desde 1900 y estima que crecerá en 5,2% en 2021. China, el país de origen de la Pandemia, creció en 2,3% en 2020 y se estima que superará el 8% en 2021.

      El FMI (2021a) estima, con respecto a las tendencias previas a la pandemia en el período 2020–22, que la pandemia ha reducido el ingreso per cápita en un 2,8% por año en las economías avanzadas y ha generado una pérdida per cápita anual del 6,3% en las economías de mercados emergentes y en desarrollo (excluida China).

      El problema será que la recuperación será asincrónica y divergente y en parte estará asociada al cronograma desigual de administración de las vacunas, el problema de la equidad vacunal, puesto que se estima que a mediados de 2021 la vacunación esté muy extendida en las economías avanzadas, en mucha menor medida en los mercados emergentes, pero que los habitantes de países más pobres deban esperar hasta 2022 o más. La divergencia en las políticas de apoyo es otro factor que aumenta la brecha puesto que mientras en los países avanzados continuaron en 2021 con el apoyo fiscal en los países emergentes habrían expirado la mayoría de sus medidas de apoyo en 2020.

      La preocupación es a quién beneficia la recuperación, puesto que ya no se discute si tiene la forma de V o W porque es una “recuperación dual”, divergente, es decir una “recuperación en forma de Y pero echada”:

      … en la cual los beneficiados por una recuperación del mercado bursátil o los empleados se ubican en la rama de la Y que apunta hacia arriba y no están afectados por la recesión, y los ubicados en la rama inferior quizás enfrenten años de lucha.15

      Escuchar a la gente

      El gran temor actual es que al igual que después de la crisis financiera de 2008 y a partir de 2016 con Trump y el Brexit, la pandemia de coronavirus con sus secuelas de recesión y desempleo a gran escala, bien podría avivar la llama populista tanto de izquierda como de derecha (nacionalismo pandémico) y en los países avanzados como en desarrollo.16

      El problema de la crisis se agudizó cuando la gente observaba que las medidas anticrisis se centraban en salvaguardar a las empresas y al sistema financiero y solo en algunos bonos y en la utilización del seguro del desempleo para “ayudar” a los sectores más vulnerables. La gente percibía que eran insuficientes frente a los daños causados por la crisis sanitaria y el confinamiento, de manera tal que los políticos tuvieron que lanzar medidas más significativas ante las cuales, en el caso de Chile, los economistas neoliberales reclamaron que “no fuimos escuchados” y los medios se preguntan si es la derrota definitiva de “los técnicos frente al populismo de políticos”. En cambio, su Presidente reconoció: “Es nuestro deber escuchar con humildad y atención el mensaje de la gente”.

      Sin embargo, el verdadero debate no es entre el neoliberalismo de los “técnicos”, frente al “populismo” de los políticos, sino entre políticas económicas alternativas centradas en la gente siendo ese el propósito de este texto.

      Para tal efecto, en una primera parte, a manera de una breve introducción a la economía, se inicia con una reflexión sobre el limitado rol de la economía y de la corriente dominante para explicar los problemas reales de las crisis y de la gente. En la segunda parte se presenta el árbol genealógico del neoliberalismo y el populismo, que se inicia con el concepto de economía y el papel del mercado desde Smith y Ricardo hasta el enfoque neoclásico de Marshall, quien provocó el primer viraje en la economía convencional (Capítulo 1). Se continúa con la crisis del 29 y la Gran Depresión que fue el escenario en el que surgió el pensamiento keynesiano que provocó el segundo viraje de la economía dominante (Capítulo 2). Posteriormente, después de un periodo donde “todos eran keynesianos”, como resultado de la crisis de estancamiento con inflación en los setenta se examina el surgimiento del enfoque monetarista con Friedman, la reaparición de Hayek, la escuela del “ofertismo” y el institucionalismo que sustentaron teóricamente a Gobiernos como Pinochet en Chile, Thatcher en Reino Unido y Reagan en EE. UU. (Capítulo 3) y, por último, se discute el retorno o el renacer de la economía política (Capítulo 4).

      En la tercera parte, se analiza el surgimiento del estructuralismo en América Latina como respuesta al viejo monetarismo del FMI (Acuerdos de Stand-By) en los años cincuenta, mientras que el Consenso de Washington y su ampliación emergió ante el fracaso del pensamiento de la CEPAL y se institucionalizó como enfoque o “main stream” con los Programas de Ajuste Estructural del FMI y los préstamos del Banco Mundial. El neopopulismo económico en la región fue una contra reacción a los programas de ajuste estructural y el populismo moderno de derechas en el Norte fue una respuesta anti-elite.

      En la cuarta parte, se hace un análisis comparativo exclusivamente desde el punto de vista de la política económica y de los objetivos de crecimiento económico y equidad de tres casos: la experiencia neoliberal en Chile, la aplicación del modelo neoliberal en Bolivia (1985-2005) y, el Modelo de Economía Plural aplicado entre 2006-2019, con alta intervención estatal pero con características propias que le distingue de otras experiencias como la venezolana, ecuatoriana y argentina.

      El trabajo concluye que el debate entre neoliberalismo y populismo económico en América Latina, es un falso dilema, un debate ideologizado puesto que las vertientes de la teoría económica son amplias y existen variadas y heterodoxas combinaciones de instrumentos de política económica si se quiere lograr de manera simultánea el crecimiento con equidad.

      PRIMERA PARTE

      ¿QUÉ LE PASA A LA ECONOMÍA O A LOS ECONOMISTAS?

      Algo pasa a la “ciencia económica”, mientras que, por una parte, aumenta la superproducción de artículos o papers, libros, revistas, journals, premios Nobel, número de citaciones o referencias entre economistas, universidades, doctores y post doctores, por otra parte, preocupa su poca contribución o aporte para enfrentar problemas reales o dar señales claras frente a las crisis económicas, crisis financieras y a los problemas de la gente: desigualdad, pobreza y hambruna.

      Se dice que la confianza que la gente tiene en los economistas es apenas superior a la que tienen en los políticos y la imagen que se tiene de ellos es que son “distantes”, “inexplicables” y “elitistas”. Los economistas no hemos encontrado un lenguaje para hablar con el público común y se tiende a ver a la economía como un conocimiento secreto y que no ha sido traducido. La confianza de la gente en los economistas es menor que respecto a los físicos y a los médicos.

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