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no responde, lamentablemente, a lo que dice, prescribe o manda la literatura económica dominante. Tampoco a lo que los economistas diagnostican, recomiendan y pronostican sobre los hechos o fenómenos económicos; que justamente son las formas en que se manifiesta en la realidad un suceso con impacto en la economía mundial o de un país, un sector, una empresa, un hogar o una persona.

      Adicionalmente, los economistas históricamente siempre han estado divididos por escuelas o sectas como la religión y no se ponen de acuerdo en lo que prescriben, incluso entre los que están bajo el mismo enfoque. Estas corrientes han dominado ciertas épocas como los clásicos, neoclásicos, keynesianos y monetaristas, éstos últimos con diversas variantes. Y en el caso de América Latina, en los cincuenta y sesenta han surgido escuelas como el estructuralismo y el pensamiento de la CEPAL y a mediados de los setenta el neoliberalismo bajo la llamada Escuela de Chicago, que impuso una hegemonía en la ciencia económica o “main stream” que ha caricaturizado y englobado las experiencias de Venezuela, Argentina, Ecuador y Bolivia etiquetándolas de populistas o “neo populistas”.

      Actualmente parte de la reticencia e inclusive hostilidad hacia los economistas está asociada a la principal corriente del neoliberalismo y a la identificación de economía con ese pensamiento y, sobre todo, a la preminencia del mercado y el individuo sobre los intereses de la gente, como concluyen los Economistas por una Prosperidad Inclusiva:

      En resumen, el neoliberalismo parece ser sólo otro nombre para la economía. En consecuencia, muchas personas ven la disciplina de la economía con abierta hostilidad. Creen que la enseñanza y la práctica de la economía deben reformarse fundamentalmente para que la disciplina se convierta en una fuerza constructiva. 18

      Es por eso que este libro empieza preguntando qué le pasa a la ciencia económica o en forma más directa: ¿qué les pasa a los economistas, cuál es su rol y son legítimas las razones para el descontento de la gente?

      1.La economía versus la medicina

      Lo que le pasa ahora a la economía podemos compararla, mutatis mutandi, 19cambiando lo que se tiene que cambiar, con la medicina. Así, por ejemplo, si un paciente va al médico es para que le diagnostique la enfermedad que tiene, le señale las causas, los síntomas y cuál sería la evolución de su estado. Pero hasta ahí es solo una parte, porque le interesa principalmente cómo va a resolver su problema, es decir cuál es el tratamiento inmediato o de más largo aliento que debe seguir para resolver o enfrentar la enfermedad en cuestión y, por último, la receta respectiva con los medicamentos indicados.

      Al paciente le preocuparía que su médico le haga un excelente diagnóstico, como hacen los consultores económicos, pero no sepa bien cuál es el tratamiento adecuado para sanarlo o tal vez concluya que tiene una enfermedad compleja y solo termine con recomendaciones, entre las cuales figura que lo vuelvan a contratarle. Se asustaría de que su médico le diga que por una parte está bien pero por otra parte está mal, como apunta la premio Nobel de economía 2018 Esther Duflo: “Los economistas siempre dicen por un lado esto, pero por el otro, todo lo contrario”.20

      También le inquietaría que su médico ni siquiera le termine de escuchar todo su problema y le tenga ya preparada una receta impresa que entrega a todos sus pacientes, como sucede con los programas de ajuste del FMI. Dudaría, si después de chequeos periódicos durante mucho tiempo, de pronto recién le diga que no vio venir una terrible enfermedad cuyos síntomas, empero, ya habían aparecido mucho antes, tal como reaccionaron la mayoría de los economistas frente a la Gran Crisis Financiera de 2008.

      Se mostraría extrañado si su médico le presenta varios escenarios o situaciones posibles de la evolución de sus síntomas; desde un resfrío corriente hasta un cáncer terminal, tal como se utiliza en los escenarios prospectivos del FMI y Banco Mundial, los conocidos fun chart, que muestran la probable evolución de una variable, como el PIB, dentro de un rango de proyección con diferentes intervalos de confianza en torno al escenario central. Le desorientaría que le diga que, en el largo plazo, estaría bien pero que en corto plazo podría morirse, salvo que aplique medidas de shock y, lo que es más grave, que muchos de los medicamentos de la receta le provocarían daños colaterales, que incluso agravarían su enfermedad, como sucedió con las recomendaciones del FMI con Grecia y Argentina. Y al final le diría que el tratamiento es muy costoso y que tiene que endeudarse para pagarlo.

      Los médicos alertan sobre enfermedades mientras que los economistas no alertamos sobre el descontento de la gente hasta que surgen estallidos sociales, como sucedió en Chile en octubre de 2019, por el derecho de ser escuchados por los economistas que están en el limbo del neoliberalismo, localizados en los barrios altos (de ingreso) que votaron en contra de la reforma de la constitución, en uno de los países con mayor desigualdad.

      Sin embargo, a diferencia de la medicina, si hubiera una mala práctica económica no se tiene a quien quejarse para que arbitre o supervise una mala receta económica o tratamiento de shock. A los médicos, por ejemplo en Chile, les obligan tomar un seguro para el caso de la mala praxis, a los economistas principales o jefes de organismo y misiones internacionales no les exigen ningún seguro y opinan e intervienen impunemente. Los médicos cuando tienen un problema grave con un paciente realizan una Junta Médica, en cambio los economistas tienden a ser excluyentes con colegas, instituciones y otras disciplinas sociales. Se atribuye a Winston Churchil el chiste: “si se pone a dos economistas en una habitación tendrás dos opiniones a menos que uno de ellos sea Lord Keynes, en cuyo caso tendrás tres”.21

      2.La envidia de la física

      La disculpa normal y formal es que los fenómenos económicos son complejos y la economía no es una ciencia exacta como las matemáticas y la física por lo que puede equivocarse, pero no tanto tampoco. Gregory Mankiw, profesor de economía de Harvard afirmaba que: «A los economistas les gusta hacerse pasar por científicos”. Así, la mayoría de los economistas consideran a la Física como su modelo con vistas a convertir su especialidad en una verdadera ciencia, lo que se conoce vulgarmente como «envidia de la física».22

      La economía se dice que se considera que ocupa una posición única en las ciencias sociales, se caracteriza por afirmaciones científicas de gran alcance vinculadas al uso de métodos formales y su posición de superioridad social, hace que la disciplina conserve su relativa insularidad epistemológica o aislamiento, como concluye el artículo sobre “La superioridad de los economistas”.23 Tal vez esta “insularidad” no le ha permitido beneficiarse de la “polinización” con otras disciplinas. Para Rodrik et al (2019) “La economía sigue siendo algo insular dentro de las ciencias sociales debido a sus predilecciones metodológicas: individualismo metodológico, abstracción basada en modelos, formalismo matemático y estadístico”.24

      Pareciera ser que uno de los problemas de la poca relevancia de la economía para explicar los hechos o fenómenos económicos, como las crisis y la desigualdad, es que de facto fue considerada una ciencia empírica basada en resultados, en pruebas verificables y repetibles, con un gran despliegue de las matemáticas y la econometría, aunque con un uso abusivo de supuestos.

      Fue Samuelson, Premio Nobel en 1970, que con sus Fundamentos del Análisis Económico cambió el lenguaje de los economistas pasándolo de prosa a ecuaciones, de la deducción en prosa a la rigurosidad lógica de la deducción matemática. La tendencia de la economía en la utilización de modelos matemáticos y el sesgo hacia la econometría derivó a que en la práctica se la considere como una ciencia empírica que construye teorías y modelos a partir de la sistemática observación de la realidad. La matematización del análisis económico se da al final de la segunda guerra mundial y se profundiza en los setenta al tenderse a preferir la aproximación matemática con respecto a la estrictamente económica. Stigler llegó a decir que: “La mayor afirmación que se puede hacer para el método matemático es que necesariamente conduce a una buena teoría económica”. Para Robinson (1973), muchos economistas creen “que una tesis puede ser matemáticamente correcta y sin embargo falsa”.25

      Keynes en su tiempo ya había advertido sobre la matematización y su alejamiento de la realidad:

      Una parte demasiado grande de la economía “matemática” reciente es una simple mixtura, tan imprecisa como los supuestos

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