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queda excluida una gran cantidad de otros tipos de actividad racional.) El problema es especialmente agudo para Quine a causa de […] su rechazo de un estatus especial para la filosofía.18

      La crítica de Putnam consiste, por tanto, en afirmar que el reduccionismo naturalista implica que la razón no puede dar cuenta de sí misma; resolver esta cuestión es el motor del método trascendental, al que dedicaremos el próximo capítulo.

      Como anunciábamos antes, el segundo problema que plantea el método naturalista es el carácter normativo de la epistemología. Ya hemos dicho que la teoría del conocimiento nace como una reflexión de la razón sobre sí misma, sugerida por la ciencia moderna. El objetivo de esa reflexión es analizar los límites de la razón, determinar hasta dónde puede llegar el conocimiento humano y cómo puede garantizarse su objetividad. Y no hay duda de que una investigación de este tipo tiene consecuencias normativas: la epistemología debe establecer las condiciones que debe cumplir un enunciado o conjunto de enunciados para tener valor de conocimiento objetivo. A fin y al cabo, la teoría del conocimiento responde al ideal ilustrado de la razón legisladora, que evita el fanatismo y la superstición: estableciendo los límites de la razón se evitan sus extravagancias.

      El problema que plantea el proyecto naturalista respecto de esta cuestión es el siguiente: ¿puede constituirse una teoría en norma de sí misma y a fortiori de todas las teorías? Las teorías no dan lugar a normas: describen, explican y permiten predicciones en función de la regularidad de la naturaleza. Una epistemología naturalizada podría prever el comportamiento de la razón, pero no puede prescribir cómo debe proceder la razón para que el conocimiento progrese. Respecto de esta cuestión, Putnam ha dicho:

      Estamos de acuerdo con Putnam en que el método que Quine propone excluye cualquier carácter normativo de la epistemología.

      Quine ha abordado directamente este problema en una de sus últimas publicaciones (1990), donde dice:

      La norma que Quine acepta para la epistemología naturalizada es un principio clásico del empirismo, que él formula en un tradicional aforismo medieval: Nihil in mente quod non prius in sensu. Pero el problema que Quine deja sin resolver, es que este principio, si es una teoría sobre el origen de los conceptos, no es una norma, y si lo adoptamos como norma (sólo los conceptos que tienen bases sensoriales, tienen validez cognitiva), no es una proposición científica (ni psicológica, ni lingüística). La predicción de estímulos sensoriales no tiene ningún carácter normativo.

      La normatividad epistemológica supone una reflexión exterior al propio conocimiento científico. Reducir la epistemología a la ciencia natural es eliminarla como epistemología. Esta reflexión exterior no implica sin embargo ninguna búsqueda de fundamentos absolutos: la nave no puede entrar nunca en dique seco, pero el filósofo, el teórico del conocimiento, debe poder contemplarla desde fuera, para propiciar un análisis de conjunto sobre su funcionamiento y así poder elaborar consejos (normas epistemológicas) para que la nave no se hunda.

      El diagnóstico de Putnam acerca de este problema en la concepción naturalista de la teoría del conocimiento es, a nuestro parecer, clarificador:

      Con todo, conviene tener presente que el naturalismo que hemos expuesto, el proyecto de Quine a finales de los años sesenta, ha dado lugar a una serie de investigaciones, denominadas genéricamente ciencia cognitiva, que hoy en día siguen elaborando teorías que pretenden explicar los mecanismo cognitivos, sea en conexión metodológica con la psicología cognitiva, sea en conexión con la metodología formal de la informática y la inteligencia artificial.

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