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Discursos de España en el siglo XX. Varios autores
Читать онлайн.Название Discursos de España en el siglo XX
Год выпуска 0
isbn 9788437083070
Автор произведения Varios autores
Жанр Документальная литература
Серия Historia
Издательство Bookwire
Los dirigentes socialistas, al acordar la conjunción con los republicanos, no hicieron sino certificar la existencia de una cultura y una movilización comunes a las izquierdas españolas y crecientemente extendidas entre las masas urbanas desde comienzos de siglo, reforzadas por una serie de experiencias comunes, desde el análisis crítico de las guerras y derrotas coloniales al fortalecimiento del anticlericalismo desde 1899, la intensificación de la crítica antioligárquica y anticaciquil, las nuevas formas de conflictividad social y acción colectiva, el incremento del asociacionismo obrero, las actividades ciudadanas en sociedades de trabajadores, en federaciones locales, en el casino, en la casa del pueblo, en el ayuntamiento... Los proyectos unitarios de la izquierda republicano-socialista no se deben a la ocurrencia de sus dirigentes, sino a la obligada atención que esos líderes tenían que prestar a las nuevas demandas políticas y culturales que los cambios sociales de las primeras décadas de siglo llevaban consigo. En cualquier caso, la Conjunción Republicano-Socialista fue el primer paso que el PSOE dio en el largo y complicado proceso de su integración progresiva en el sistema político.
Vida Socialista es un interesante semanario ilustrado que se publica entre enero de 1910 y febrero de 1914 y constituye una buena demostración de la cultura política de este periodo inicial de la Conjunción con los republicanos, una buena ilustración de las nuevas actitudes y prácticas del PSOE; el semanario lleva el significativo lema subtitular de «Pueblo, República, Democracia». Es fácil comprobar, consultando los índices temáticos elaborados con ocasión de la edición de un reprint facsimilar de la revista, cómo recogen, de entre 210 números y muchos cientos de artículos, solamente tres referencias al tema del nacionalismo o de las nacionalidades, dos artículos de socialistas europeos de segunda fila, con la tópica retórica internacionalista, y otro dedicado a celebrar el aniversario de la unificación italiana y las virtudes del nacionalismo risorgimental antiaustriaco, antieclesial y antirromano.[16]
La retórica afirmación de que los trabajadores no tienen patria va evolucionando hacia la convicción de que hay que combatir el patriotismo nacional reaccionario y opresor en el interior y en el exterior, el de la burguesía y el de los estados realmente existentes, que sirven, unos y otros, estados y discursos patrióticos, a los intereses económicos de los capitalistas. Lo cual implicaba la formulación y gestión de un nacionalismo alternativo que, en España, pasaba por entender que eran justamente los trabajadores los más interesados en la modernización de un país atrasado y en defender un verdadero interés nacional, identificado ahora con la conquista y el mantenimiento de las libertades democráticas, la transformación del estado monárquico y oligárquico, la concienciación y organización de los trabajadores y la acción colectiva en beneficio del desarrollo económico de la nación y de una más justa distribución de la riqueza. En la medida en que en ningún momento se ponía en cuestión la nación-estado realmente existente, esta afirmación situaba a la dirección y a los militantes del PSOE en el marco ya consolidado del nacionalismo español de tradición y base liberal y regeneracionista, un camino que la política conjuncionista contribuía a extender y asegurar. Aquí comienza el punto de enlace con unos intelectuales de los que había carecido el partido al que, ahora, algunos, comienzan a aproximarse.
Es a partir de este momento cuando podemos encontrar textos del propio Pablo Iglesias, como el de su discurso de respuesta a Canalejas en enero de 1912, en los que ya afirma de modo tan explícito como novedoso que
no se nos puede acusar a nosotros los socialistas y demás trabajadores de no ser patriotas, de no defender nuestra nación (...); somos los que amamos a nuestro país, no esos vascos que llevan los productos de sus minas en buques no con esa bandera nacional que dicen querer tanto, sino bajo banderas de otros países; el pueblo trabajador, una parte muy principal de la nación, interpretando el interés general, batallará porque esta Guerra termine [Marruecos]; no nos importa que se nos diga que no somos patriotas, sabemos que es todo lo contrario, hacemos nuestra la causa, no sólo del proletariado, sino del país en general.[17]
De modo que, resumiendo y situando el socialismo español en el escenario europeo, el papel determinante que tuvo la Guerra Mundial en el reforzamiento y la consolidación de las identidades nacionales de los socialistas europeos y en el debilitamiento de un internacionalismo que, no obstante, siempre será reconocible, cuando menos como nostalgia, en las tradiciones obreras y socialistas, aquí fue desempeñado y cumplido, incialmente, por la Guerra de Cuba, y luego, de modo más constante y sostenido, por las campañas antibélicas y antimilitaristas contra la guerra de Marruecos; de modo simultáneo avanzaba notablemente la integración política de las organizaciones socialistas en la esfera pública, a la vez que se reforzaban los procesos generales de nacionalización de la clase trabajadora, tanto en el propio lenguaje como en la representación de intereses, la práctica de acciones colectivas y su capacidad de incidir en la vida pública y en el estado, como pronto van a evidenciar la concepción y las consecuencias de la huelga general de 1917.[18]
La movilización sindical y política de la primavera de 1917 se apoyó en un discurso en el que la nación adquiere ya una centralidad clara: en marzo los sindicatos anuncian su disposición para una huelga general en un manifiesto, escrito básicamente por Besteiro, un texto que va dirigido a la nación: «El proletariado ante la nación. A los trabajadores españoles y al país en general». Desde la dirección del PSOE, el propio Besteiro utilizaba un lenguaje más meridiano, interpretando que para «el proletariado organizado era necesaria la transformación del sistema de gobierno para que el interés general de la nación fuera atendido», definiendo el objetivo de un proyecto de huelga general orientado al cambio de sistema político: «las izquierdas españolas (...) deben previamente declarar (...) que no siendo la monarquía española el instrumento adecuado para servir al interés nacional (...) se disponen a organizar fuerzas de poder y garantías morales suficientes para cambiar el régimen por otro», lo cual constituía el programa máximo de la Conjunción Republicano-Socialista.[19]
Las masas de trabajadores acudían a los sindicatos y era la práctica y experiencia sindical la que les influía y orientaba principalmente. La Unión General de Trabajadores alcanzaba la cifra de 241.068 afiliados en enero de 1921, de los que 21.314 eran también militantes del PSOE, según el recuento del congreso celebrado en diciembre del mismo año; los sindicatos españoles se constituyeron pronto como los principales movimientos sociales en la naciente sociedad de masas desde comienzos del siglo XX, los más visibles protagonistas de la acción colectiva, dentro y fuera de un sistema político cuya capacidad de representación era muy limitada, y los principales agentes de nacionalización de la clase trabajadora. La Unión General experimentó un profundo proceso de cambio desde 1910; «la frágil malla de sociedades de oficio se iba a convertir en una federación sindical nacional dedicada a la lucha de intereses que en el verano de 1917 se involucraría por primera vez en la lucha directa por la democratización del sistema político español, en una federación sindical moderna que defiendía los intereses de sus afiliados y que da sus primeros pasos en la política nacional», aprovechando y potenciando su capacidad de actuación a escala nacional española para constituirse como interlocutor con el estado a la hora de reclamar y negociar.[20]
La asunción natural del hecho nacional se lleva a cabo expresando un patriotismo de oposición al discurso nacionalista oficial, identificado con el sistema político de la Restauración y, enseguida, con el aroma más militarista