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de reiterar el discurso internacionalista oficial; el PSOE experimenta su primer episodio nacionalizador al calor de la Guerra de Cuba. Como nos relata Juan José Morato, en junio de 1895, El Socialista insiste en que «la defensa de la patria no incumbe a los proletarios sino a los que tienen patria, a los tenedores de papel de la deuda de Cuba, a los jefes de la milicia ansiosos de adquirir nuevos galones o entorchados, a los políticos enriquecidos y a los poseedores de riqueza que hay en aquella isla (...), allá van los esclavos blancos a combatir a los esclavos negros». Un año después, en 1896, el Congreso de la II Internacional de Londres acordó la primera declaración internacional de apoyo a pueblos en lucha por la independencia, distinguiendo entre colonizadores y colonizados. En un grupo tan disciplinado como los socialistas españoles, predispuesto a aceptar que las verdaderas doctrinas venían de fuera y de la prestigiosa Internacional, estas resoluciones se divulgaron y tuvieron su impacto, y poco a poco fue asomando la contradicción de que si los proletarios no tuvieran patria, el combate nacional de los insurrectos contra el viejo estado español y las viejas potencias coloniales sería dudoso, sobre todo a partir del momento en que la entrada de EE. UU. en la guerra actúa de potente estímulo para el nacionalismo español, hasta el punto de que se puede cuestionar el supuesto interpretativo de la debilidad del nacionalismo español desde la evidencia de la fortaleza de una oleada nacionalista española que atraviesa todas las tendencias políticas e ideológicas en esta coyuntura. A partir de aquí se despliegan intensas campañas movilizadoras antibelicistas, con los conocidos lemas de «Guerra a la guerra», que es el título de la colaboración de P. Iglesias el 1 de mayo de 1898, o el popular «O todos o ninguno», de mayor fortuna por cuanto revelaba la injusticia y el clasismo del servicio militar en la España de la Restauración; tenemos noticias de 30 o 40 mítines organizados por el Partido Socialista en el marco de esta campaña por toda la geografía española en octubre de 1897.[9]

      Lo cual no quiere decir que dirigentes y militantes, por lo general, no se sintieran conmovidos y reafirmados en sus convicciones internacionalistas al conocer escenas como las que protagonizaron en el Congreso de Ámsterdam de 1904 Plejanoff y Katayama, abrazados en representación de sus respectivos proletariados enfrentados en la Guerra ruso-japonesa, ante el entusiasmo de la plana mayor de la Internacional socialista.

      La Guerra de Marruecos, contra la que los socialistas españoles habían preparado ya la huelga general de 1909, que derivó en la Semana Trágica barcelonesa, fue el gran tema de la propaganda socialista en los años anteriores a la Gran Guerra, en 1913 y 1914. La movilización antibélica había comenzado simultáneamente en Francia y en España en el otoño de 1907, tras una declaración común de las direcciones de ambos partidos obreros. Pablo Iglesias afirmaba todavía en el Congreso (1913) que «nosotros sostenemos que la patria del hombre es el mundo, que, aunque habléis de justicia, de patria, la finalidad de la Guerra no es otra que la de encontrar beneficios, campo para los negocios»

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