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conflicto discursivo).

      Carlos Forcadell Álvarez

      Universidad de Zaragoza

      La posición de las organizaciones socialistas españolas ante la nación y el nacionalismo, ante el hecho nacional, no dejó de evolucionar y de adaptarse a lo largo del medio siglo que discurre aproximadamente entre 1879/1880 –momento de constitución del PSOE– y la hora de la Guerra Civil, aunque la definición e interpretación de la misma no parecen haber sido objeto de especial atención historiográfica. Si se recurre a un método, que puede ser aconsejable en algunas ocasiones, como es el de buscar, analizar y revisar textos doctrinales socialistas, congresos y resoluciones oficiales del partido, opiniones públicas significativas en la prensa orgánica, en diversos periodos o coyunturas, repasar biografías de líderes y dirigentes, etc., para, posteriormente, consultar la bibliografía y estudios existentes sobre el tema y procurar, así, evitar una aproximación y lectura de las fuentes condicionadas por esquemas e interpretaciones previas, el resultado, en este caso, muestra la carencia de estudios sobre los aspectos o componentes de la dimensión nacional o nacionalizadora del socialismo y de sus organizaciones políticas y sindicales desde la España de la Restauración hasta la de los momentos finales de la República, periodo que constituye el ámbito cronológico de nuestro tema; no parece haber interesado especialmente este asunto de la relación entre la cultura socialista y el proceso nacionalizador en la sociedad española contemporánea, a pesar de la creciente presencia del mismo en la escena y en la agenda historiográficas.

      Los numerosos y recientes estudios sobre nacionalismo español, en su versión de nacionalismo laico, político o progresista, desde que la formulación constitucional y cultural gaditana emprendiera la construcción de la nación liberal, lo abordan y lo explican, por lo general, como un producto de ilustrados, liberales, jacobinos, progresistas, regeneracionistas y republicanos más adelante, sin que las acciones colectivas de los trabajadores ni las organizaciones obreras merezcan alguna consideración como agentes de socialización de creencias o valores nacionales, a pesar de su indudable fortaleza y notable incidencia en la vida pública y en la política en algunas coyunturas, y de su reconocida capacidad de expresar y configurar la cultura y la opinión pública de amplios sectores de ciudadanos.

      Claro que al principio, hasta finales del XIX, por no haber no había casi, en España, ni socialistas organizados, y los que había eran tan pocos que podían permitirse permanecer incontaminados doctrinalmente, convencidos del fácil eslogan del internacionalismo proletario, más cómodo aún cuando cualquier posibilidad de presencia en las instituciones parecía remota y alejaba la responsabilidad o necesidad de elaborar políticas propias orientadas a encarar la existencia concreta de discursos nacionalistas, en Europa y en España, progresivamente fortalecidos y difundidos. El PSOE nació a la vida pública un 2 de mayo de 1879, y lo crearon un grupo de antiguos internacionalistas, anteriores militantes de la I Internacional en su mayoría, precisamente el día de lo que entonces era fiesta nacional y patriótica española, algo que distaba mucho de formar parte inicialmente de su cultura identitaria de clase trabajadora internacional; un pequeño grupo, pues, que no aprovechó la jornada para celebrar la nación interclasista, sino para inaugurar el partido de la clase trabajadora.

      El programa oficial del nacido PSOE, reescrito en 1880, no menciona en ningún momento los términos y conceptos de nación, patria o España; sus conceptos centrales son los de clase, sociedad, emancipación, burguesía, proletariado y poder político, cuya posesión debe corresponder a la clase trabajadora organizada (que no es nacional por definición). Es decir, son conceptos universales aplicables a cualquier sociedad, lo cual es perfectamente explicable porque son los mismos presupuestos

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