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en sí el rastro de la oralidad intrínseca a la transmisión de los textos y, en su origen, a su composición. Este rasgo, que caracteriza a toda la literatura medieval, ha sido conceptualizado como «vocalidad» por el medievalista francés Paul Zumthor: la huella de la voz (en sí irrecuperable) en la escritura que llega hasta nosotros26.

      Sioned Davies ha estudiado minuciosamente las técnicas narrativas de los relatos galeses en varios trabajos27. La autora identificó un conjunto de características comunes: el estilo aditivo (parataxis) con énfasis en el orden cronológico para favorecer la progresión de los relatos y vincular los episodios más importantes; diálogos con marcadores del discurso específicos (como heb, «decir»); y la repetición de fórmulas, esto es, frases o formas de expresión estereotipadas empleadas para introducir saludos entre personajes, juramentos, maldiciones, o para las descripciones de individuos, armaduras, caballos, escenas de batalla o de banquetes. A modo de ilustración, los personajes se saludan y se responden mediante las fórmulas «buen día (a ti)» y «Dios te dé prosperidad» (a la que se añade a veces «bienvenido seas»), intercambio regido por un código que establece que el personaje de menor estatus debe saludar primero. Los juramentos, por su parte, se expresan a través de frases estereotipadas como «por Dios» (nuestra versión idiomática del galés «y rof i a Duw», «entre Dios y yo»), «por mi fe en Dios» o «a fe mía». Además de fórmulas, es posible encontrar dobletes, es decir, la combinación de dos sinónimos unidos por aliteración, como en la frase y «wlat ac a’e gyuoeth», «su tierra y su país», encontrada en la Primera rama.

      El narrador cuenta con un repertorio que utiliza, como el lector apreciará, en determinadas circunstancias. Por ejemplo, al presentar a un personaje se ofrece un retrato físico que sigue un orden específico: se introduce primero un verbo de visión que abre toda la descripción e, inmediatamente después, se explicita el estatus o tipo de personaje (señor, dama, rey, etc.), luego se habla del color del cabello, la edad, tamaño o algún otro rasgo de la complexión corporal, material y color de su vestimenta, subrayando su riqueza y elegancia, y se concluye con el calzado (color, material, decoración). La misma técnica aparece en las descripciones de caballos. Estos pasajes permiten una gran elaboración retórica de la mano de la aliteración (la repetición de determinados sonidos consonánticos), así como el empleo de cadenas de adjetivos compuestos, de comparaciones y de imágenes. El alto grado de repetición de frases contribuye a imprimirle un ritmo muy particular a los textos. La oralidad de la recitación también se percibe en el marcado carácter dialógico de las composiciones, en el juego acústico de la aliteración y la sonoridad de nombres, lugares y palabras, y en el énfasis en lo visual mediante los recursos literarios empleados para tal fin (descripciones, imágenes, hipérboles). En particular, «Culhwch y Olwen» y «El sueño de Rhonabwy» despliegan magníficos ejemplos de dichos procedimientos. En el primero, en la enumeración de la familia de Cleddyf Difwlch, lo auditivo se adueña del pasaje y los nombres de los personajes responden únicamente al ritmo y la sonoridad:

       Bwlch, Cyfwlch y Sefwlch, hijos de Cleddyf Cyfwlch, nietos de Cleddyf Difwlch: tres relucientes resplandores sus tres escudos; tres lacerantes lances sus tres lanzas; tres cortantes trinchantes sus tres espadas; Glas, Glesig y Gleisiad sus tres sabuesos; Call, Cuall y Cafall sus tres caballos; Hwyr Ddyddwg, Drwg Ddyddwg y Llwyr Ddyddwg sus tres esposas; Och, Garym y Diasbad sus tres nietos; Lluched, Neued y Eisiwed sus hijas; Drwg, Gwaeth y Gwaethaf Oll sus tres criadas.

      En un principio, el juego de palabras gira en torno de bwlch, «brecha». La traducción de los nombres propios a partir de la referencia a los caballos nos permite visualizar claramente nuestro punto:

       Astuto, Veloz y Caballo sus tres caballos; La que da a luz tarde, La que da a luz mal y La que da a luz completamente sus tres esposas; Oh, Alarido y Grito sus tres nietos; Rayo, Necesidad y Deseo sus hijas; Mala, Peor y Pésima sus tres criadas.

      Por su parte, «El sueño de Rhonabwy» ofrece descripciones de gran vuelo retórico y de una avidez por el detalle y una desmesura de colores, combinados de forma simétrica, que rozan lo maravilloso:

       (…) el animal tenía una pelambre sorprendente: era gris moteada, pero la pata derecha era de color sangre y desde la punta de sus patas hasta la corona del casco era bien amarillo. El jinete y su caballo estaban equipados con armaduras pesadas y extrañas. El manto del caballo era, desde el pomo de su arzón hacia arriba, de cendal rojo fuego, mas, hacia abajo, de cendal bien amarillo. Sobre el muslo del muchacho, una espada grande de un solo filo y con empuñadura de oro, y una vaina nueva de color verde intenso y punta de latón de España. El cinturón del arma era de áspero cordobán negro con rayas doradas y una hebilla de marfil de elefante con un clavo de color azabache. Sobre su punta, el caballero llevaba un yelmo dorado con valiosas piedras preciosas; sobre su punta sobresalía la imagen de un leopardo anaranjado con dos piedras carmesí en la cabeza (…) Traía en la mano una lanza con un asta verde, larga y pesada…

      A lo anterior se pueden agregar otros rasgos particulares que caracterizan la ejecución (performance) de los relatos galeses: el uso de expresiones que dirigen y guían la atención del público, tales como llyma («aquí está», «hete aquí») y nachaf («de repente»); así como el empleo del presente narrativo para acentuar el dramatismo de las irrupciones de personajes, los combates o los acontecimientos maravillosos.

      Traducciones previas

      Los once relatos de Mabinogion han sido traducidos directamente, tanto en su conjunto como de forma separada, repetidas veces al inglés y, en menor medida, al francés y al alemán28. En castellano existen dos traducciones indirectas o mediadas por otras versiones, a saber: la de Victoria Cirlot y la de Carlos Dubner. Esta última, titulada Los mabinogion: romances galeses del medioevo y publicada por la editorial Teorema en Barcelona en 1984, tiene como texto fuente la traducción francesa Les Mabinogion de Joseph Loth (1913), pero excluye de su volumen, sin hacer referencia a ello ni explicar tal omisión, dos de los relatos («Culhwch y Olwen» y «Geraint, hijo de Erbin»). Los criterios de partida de la traducción y los parámetros para conservar notas o incluso pasajes enteros de los cuentos son extremadamente poco claros, llegando a suprimir partes de los textos por «omisibles»29. Peor aún, Dubner afirma que «[…] las estructuras narrativas me han parecido a veces pesadas a fuerza de repeticiones o añadidos a manera de cola de cometa […] Siguiendo el consejo de mi traducido [Loth], aligeré». O, «Advierto que, aunque no me preocupó a mí la ingenuidad, me preocuparon las costuras. No olvido que el origen verdadero de los textos es oral […] Supuse que un lector de fines del siglo XX podría apreciarlos más si aparecían menos descosidos; y de ahí que eliminara igualmente algunas breves zonas del abrumador texto francés»30. Al introducir estos cambios, Dubner elimina lisa y llanamente una parte sustancial y distintiva de las narrativas galesas.

      Los relatos galeses corrieron mejor suerte en las manos de Cirlot, quien publicó su versión por primera vez en 1982 en Madrid (reeditada en 1986 en Barcelona) y una revisión en 1988 por la editorial Siruela, célebre por sus traducciones medievales. Victoria Cirlot es una reconocida filóloga española especializada en literatura francesa medieval. Para su traducción se basó en las versiones al inglés de Gwyn y Thomas Jones (1949) y, nuevamente, en la francesa de Joseph Loth. La última publicación presenta cambios positivos en el prólogo y en las notas (fruto del acceso a bibliografía un poco más reciente), pero arrastra, inevitablemente, las interpretaciones de los otros traductores. A modo de ejemplo, predomina un estilo arcaizante que está ausente en los textos (pero que favorecieron los traductores mencionados) y cierto exotismo infundado (como la aparición del término «amazona» referido a Rhiannon en la Primera rama, donde el texto dice «jineta»). No es nuestro objetivo abundar en los ineludibles problemas y pérdidas que surgen de no traducir el texto directamente del galés medio (la imprecisión terminológica es uno de los más serios, pero también lo es la superficialidad con que se tratan cuestiones contextuales y la referencia a tradiciones literarias nativas, que coartan el acceso del lector a los textos)31; la traducción de Cirlot tiene mérito en sí misma al ofrecer al público hispanoparlante un esmerado volumen acerca de

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