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es decir decodificar y recodificar un texto fuente en el nivel semántico, sintáctico y pragmático de acuerdo con las circunstancias específicas (poéticas e ideológicas) de la lengua y cultura meta en la que se produce y recibe, es una tarea bastante compleja, a la cual se le agrega una capa extra de complicaciones en el caso de textos medievales. La alteridad del objeto medieval demanda una atención particular a cuestiones de índole lingüística, literaria, cultural y socio-histórica. El primer obstáculo es, sin duda, la materialidad del objeto literario medieval. Este se conserva en manuscritos que pueden presentar muchas variantes entre sí, provenir de tiempos y lugares diferentes e, incluso, traer versiones contradictorias de un mismo relato. Frente a esto, he tomado como base para la traducción las ediciones publicadas de cada uno de los textos, tal y como figuran al final de esta sección. He considerado las enmiendas sugeridas y las propuestas de lectura de los editores; comenté algunos pasajes oscuros e hice limitadas precisiones filológicas en nota al pie. En su mayoría parten de las versiones preservados en el Libro Blanco de Rhydderch o Libro Rojo de Hergest, a excepción de «El sueño de Maxen Wledig», que utiliza como modelo la versión de Peniarth MS 16 ya apuntada. De este modo, el trabajo se benefició del aparato crítico (notas, vocabulario, introducciones) de estas publicaciones, así como también del material bibliográfico sobre discusiones teóricas acerca de aspectos lingüísticos, filológicos, literarios e históricos en general; los principales títulos, o a veces solo los más ilustrativos, han sido indicados en notas al pie o en el cuerpo del texto. Por último, el sitio web Rhyddiaith Gymraeg 1300-1425 («Prosa Galesa») ha sido una fuente invalorable de recursos32.

      En cuanto al orden de los relatos y sus títulos, he tomado como modelo la última traducción al inglés realizada por Sioned Davies, publicada en 200733. En esta, la investigadora galesa se propone, con buen fundamento, recuperar la dimensión material de los relatos presentándolos en el orden en que aparecen en el testimonio más antiguo, el Libro Blanco de Rhydderch; agrega, al final, el único texto que no se conserva en él, «El sueño de Rhonabwy». Sigo en este volumen esta secuencia, a saber: «Las cuatro ramas del Mabinogi», «Peredur hijo de Efrog», «El sueño de Maxen Wledig», «La aventura de Lludd y Llefelys», «El cuento de la dama del pozo», «Geraint hijo de Erbin», «Culhwch y Olwen» y «El sueño de Rhonabwy». Los relatos carecen de título, pero algunos testimonios ofrecen en forma de rúbrica o colofón una suerte de nombre sintetizador, que suelen seguir los editores y, en consecuencia, Davies. Me distancio de ella, no obstante, en el título asignado a «Culhwch y Olwen», «How Culhwch won Olwen», al preferir la opción de los editores, de más usual y cómoda referencia, a mi criterio, en la bibliografía.

      Asimismo, Davies busca reproducir el carácter performativo de los cuentos, es decir, su auralidad y el impacto posible durante el proceso de recepción medieval, revalorizando las características narrativas que tratamos en un apartado anterior. Del mismo modo, esta traducción tiene como objetivo recuperar el sentido y el estilo del texto galés haciéndolo accesible al público hispanoparlante contemporáneo; y procura dejar hablar a la prosa galesa sin que se vuelva ininteligible para el lector, es decir, pretende acercar la composición medieval y, simultáneamente, alejar al lector hacia un espacio de convergencia de los dos mundos, el medieval y el actual, el exótico y el familiar. Por esta razón se ha hecho el mayor esfuerzo por conservar el ritmo, la sonoridad y el resto de las características narrativas ya apuntadas, al igual que los significados del original, sin sobrecargar ni violentar las expresiones castellanas. Por lo tanto, no es esta una traducción que tiende hacia la literalidad sino, más bien, privilegia la función tanto del texto fuente como de la traducción misma. En esto me ha sido de ayuda mi propia experiencia con la literatura medieval y el cuento tradicional. Se han mantenido los juegos de palabras, con su correspondiente explicación en nota; también se han señalado la aliteración, rima o elaboración retórica, que se intentaron mantener en los casos en los que era posible hacerlo.

      Además, he preservado en todas las instancias posibles, a costa de la consecutio temporum, mas evitando romper el tono y fluidez de la prosa, el salto temporal de la acción en pretérito al presente del indicativo, estrategia que se utiliza en galés para otorgar mayor dramatismo a la escena, o subrayar la intensificación de una acción; esto aparece, sobre todo, al final de los combates, para describir el golpe mortal. Por otro lado, conservé algunos ejemplos de slipping, el paso súbito del discurso indirecto libre (parafraseo del parlamento de un personaje) al directo, es decir, a la reproducción de la voz. Por el contrario, omití en muchas oportunidades el nexo coordinante «y» (de uso muy frecuente, característico del estilo paratáctico ya comentado) cuando se consideró que era demasiado invasivo; de igual modo procedí con los verbos de decir que introducen parlamentos, los cuales pueden repetirse varias veces en referencia al mismo discurso («–Hola –dijo–. Soy un caballero –dijo». está en el orden del día ). Dado que el castellano tiende a evitar la repetición, favorecí el uso de sinónimos aun cuando el galés optara por reproducir la misma palabra (en esto, el inglés tiene otras licencias). Tuve cuidado, sin embargo, en mantener las repeticiones en estructuras formulares, con el fin de reproducir el efecto del original. En cambio, en otros momentos añadí conectores lógicos con algún matiz que se desprendiera del texto (causal, de consecuencia, modo, etc.) en reemplazo del «y» o de la sucesión directa de oraciones, y repuse nombres de personajes en aquellos diálogos que los excluía. Además, aunque he intentado utilizar el vocabulario técnico más cercano al original, en contadas instancias opté por palabras más usuales aun a costa de perder especificidad. Tal es el caso del término «mŵn» que aparece en «Peredur hijo de Efrog»: la palabra castellana equivalente, «cubo» («cilindro hueco en que remataba por abajo la moharra de la lanza y en el cual se introducía y aseguraba el asta», según la definición del diccionario de la RAE), es poco usual y se presta a confusión con otras acepciones de «cubo»; por ello, la reemplacé por la frase «principio de la punta» de la lanza.

      Una última observación es necesaria: el lector notará algunas veces (o muchas) que el texto se vuelve poco elegante, repetitivo o, directamente, tosco. Esto no es producto del descuido sino que, como se desprende de todo lo anterior, persigue un propósito: la búsqueda de ese espacio de convergencia entre dos estéticas y mundos culturales distintos.

      El galés medio favorece el empleo de la segunda persona del singular «ti», «tu» en castellano como forma de tratamiento y cortesía entre los personajes, pares o subordinados, conocidos o desconocidos. El estatus social y el respeto se expresan de otras formas, como el orden para saludar, el vocativo empleado («señor», «amigo», «joven», «muchacho», «doncella», «señora»), la distribución en la mesa durante los banquetes y determinadas acciones que se evitan o propician. En esto, el castellano no encuentra inconvenientes en la traducción apropiada.

      Respecto de los nombres propios de personajes y lugares geográficos, se ha modernizado la ortografía galesa en todos los casos; cuando la versión castellana existe, se la ha preferido. He brindado traducciones en aquellos nombres cuyo significado es relevante para la narración. En aquellos pocos casos en los que no se ha seguido esta regla, con el fin de mantener un juego de palabras o ajustarse a una explicación del narrador, se ha realizado la notación correspondiente. Como excepción, vale aclarar que no se ha traducido el nombre de Gwalchmai, cuyo equivalente sería Galván, para mantener la distancia y subrayar la alteridad del personaje galés; de la misma forma se procedió con Gwenhwyfar (Ginebra, la esposa de Arturo). En cambio, sí se ha optado por Arturo en vez de Arthur, dada la popularidad de dicho nombre en las tradiciones literarias.

      En cuanto a la presentación del texto, su disposición en la página, la separación en párrafos y la introducción de diálogos, como línea general seguí el quehacer de los editores, unificando criterios. De todas maneras, he dividido o agrupado párrafos si me parecía más conveniente para el desarrollo argumental de la historia. A diferencia de los textos en los manuscritos y de algunas ediciones, que conservan esa modalidad, separé los diálogos del cuerpo del relato, como suele ser práctica común en nuestra literatura.

      El sistema de notas aspira a situar al lector en el contexto histórico, cultural y literario galés y europeo en general, y facilitar una comprensión cabal de estos relatos medievales y de toda su riqueza interpretativa. En especial, cabe subrayar la gran cantidad de alusiones

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