Скачать книгу

veo con claridad y, cuando lo reconozco, no puedo creer que sea él.

      —¿Jordan? ¿Qué... qué estás haciendo aquí?

      —Me has llamado y me has pedido que viniera. ¿No te acuerdas? —dice, levantando las cejas oscuras y sonriendo.

      Las llamadas perdidas en mi teléfono... ¿Era él tratando de comunicarse conmigo? Gruño, avergonzada, e intento cruzar los brazos, pero termino entrechocándolos dos veces hasta que lo consigo. Bajo la vista y veo un papelito blanco debajo del columpio. No necesito recogerlo para saber que es su número. Sinceramente, no recuerdo haberlo llamado, pero sí que no he parado de pensar que me gustaría tener a alguien a quien llamar.

      Y parece que lo he encontrado.

      Me llevo una mano a la frente sin saber muy bien cómo pedirle disculpas.

      —No puedo creer que hayas venido. Lo siento mucho, mucho.

      Jordan se acomoda a mi lado en la arena, con sus largas piernas estiradas frente a él.

      —No lo sientas. Me alegra que me hayas llamado.

      Me lo quedo mirando e intento leer su expresión a la luz de la luna. Tiene la vista clavada al frente, pero no parece estar molesto o incómodo. Me relajo un poco y me echo hacia atrás para poder descansar la cabeza, que me está empezando a dar vueltas de nuevo.

      Me sonríe con ironía.

      —Casi me das con la botella cuando venía a buscarte.

      No puedo evitar reírme.

      —Siempre apareces en el momento justo. Primero para ayudarme con el pinchazo. Y ahora llegas justo a tiempo de presenciar mi primera experiencia con el alcohol.

      Jordan parece un poco preocupado cuando ve que intento incorporarme sobre los codos, vacilo, y vuelvo a echarme hacia atrás.

      —La primera vez, ¿eh? ¿Te has bebido toda la botella?

      —No, señor oficial. Casi toda.

      Hago un falso saludo militar, y Jordan niega con la cabeza. Inspiro profundamente y me incorporo para sentarme junto a él.

      —Y supongo que no has elegido empezar hoy porque sí —suena dubitativo, como si supiera que se está inmiscuyendo en mis asuntos, pero aun así necesitase algunas respuestas—. Sonabas realmente mal cuando me has llamado. ¿Qué pasa, Riley? ¿Estás bien?

      Lo miro y me pregunto cómo responder a eso. Cuánto tardará en encontrar una excusa para largarse de aquí si le cuento la verdad. Se me escapa un sollozo ante la idea de quedarme sola de nuevo en el parque, y Jordan me rodea los hombros con un brazo en un gesto de cariño, corto pero reconfortante.

      —Sea lo que sea, se solucionará.

      Su mirada me dice que habla en serio. Y después de tanto tiempo, estoy harta de las mentiras. Mi padre es la única persona a la que nunca he mentido, pero ahora sé que él sí que me ha mentido a mí al menos una vez... o quizá más.

      Pase lo que pase, no puedo seguir haciéndolo. Sobre todo con la única persona que me ha tratado bien últimamente.

      —Es mi... mi padre —digo, mientras acerco las rodillas al pecho y las abrazo.

      —Entiendo —Jordan asiente enseguida—. ¿Problemas con el tema del divorcio?

      Lo miro sin entender hasta que recuerdo que también le mentí sobre eso.

      —Ah... Algo así, pero lo del divorcio es mentira. Lo siento. De verdad que lo siento. No pude... —estoy divagando, y arrastro tanto las palabras que ni siquiera yo sé lo que trato de decir.

      Jordan me pone una mano en el brazo para interrumpirme y frunce un poco el ceño.

      —No importa. Cuéntame la verdad ahora.

      —Mis padres no están divorciados, pero mi padre dejó de vivir con nosotras cuando yo tenía seis. Él... Mi pa... padre está en la cárcel.

      —Vaya... —Jordan me mira con tristeza—. No tienes por qué esconder eso, Riley. No eres la primera chica que conozco con un padre en la cárcel.

      —Ya, pero es que él no solo está en la cárcel. —Entierro la cabeza en mis brazos para no verle la cara cuando le cuente el resto—: Está en el corredor de la muerte por haber a... asesinado a tres mujeres. Lo ejecutarán pronto... demasiado pronto.

      Pasan segundos, un minuto... y Jordan permanece en completo silencio. Gruño.

      —Si te vas a ir, no quiero tener que verlo, ¿vale? —digo en un susurro, pero lo suficientemente alto como para que me oiga.

      La cabeza y el corazón me laten con fuerza mientras pronuncio las últimas palabras.

      —Lárgate.

      Pasa otro minuto en silencio, y finalmente levanto la vista. Jordan está sentado junto a mí con cara de preocupación. Tiene los ojos cerrados y se frota la frente.

      —Te he dicho que puedes irte. —Mi voz es débil, y la odio.

      —No quiero —responde de inmediato, y luego abre los ojos y me clava la mirada—. ¿Cuál es tu apellido, Riley?

      La pregunta me parece extraña, pero como le he mentido, tal vez quiere confirmar mi historia. Parece que mi familia está llena de mentirosos. No puedo culparlo.

      —Beckett —respondo.

      —Beckett, está bien.

      Jordan inspira lenta y profundamente. Luego me pregunta lo único que no estaba esperando.

      —¿Cómo te puedo ayudar?

      Niego con la cabeza, confundida.

      —¿Ayudar?

      —Sí. Odio verte así. —Apoya su mano en la mía un instante—. No importa lo que tu padre haya hecho, tú no eres responsable. ¿Cómo te puedo ayudar?

      Me siento muy recta y aparto la mano de un tirón.

      —¿Quién dice que lo hizo?

      Una sombra cruza el rostro de Jordan.

      —¿Te ha dicho que es inocente, entonces? ¿Le crees?

      Me desplomo al instante, porque la verdad es que ya no lo sé. Me noto un poco más lúcida, tengo náuseas y me gustaría no haber tirado la botella de ron. De pronto vuelvo a llorar y a murmurar cosas que sé que no debería contarle a nadie, pero no aguanto más tiempo guardándomelas solo para mí.

      —Siempre ha mantenido su inocencia. Desde hace once años. Pero hoy me ha contado que miente. Me ha dicho que quiere que mi madre y yo continuemos con nuestras vidas. Quiere que lo dejemos ir.

      —Chist. Tranquila.

      Jordan se acerca a mí, me rodea los hombros y me lleva despacio hacia él.

      —¿Y tú cuál crees que es la verdad? —me pregunta tras unos segundos.

      Niego con la cabeza y eso hace que todo empiece a girar.

      —No lo sé. Y odio no saberlo. ¿Cómo voy a poder vivir sin saber quién es mi padre?

      No responde, me abraza y me deja llorar en su hombro. No me odia por quién es mi padre, no piensa que soy débil como mi madre. Se limita a susurrarme que todo irá bien, y eso es exactamente lo que necesito en este momento.

      Cuando dejo de llorar, no me muevo, aunque sé que debería. Siento su torso firme y fuerte bajo mi cabeza, y el calor de su mano en mis hombros mientras me sostiene. Huele a jabón y a algo con almizcle, y me dan ganas de cerrar los ojos y relajarme. Mis pensamientos están fuera de control y parece que llegan directos a mi boca sin filtro alguno.

      —Hueles tan bien... ¿Te acabas de duchar?

      Se ríe, sorprendido, y siento su aliento cálido en la cabeza.

      —Sí. Mi padre me ha hecho jugar un partido de fútbol

Скачать книгу