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a las poblaciones asentadas en las riberas o que viven de ellas o intentando ofrecer alternativas al turismo depredador. Este estudio agrega una perspectiva necesaria donde escritoras y escritores se revelan partícipes del debate, muchísimo antes de que las disciplinas se aprestaran a notar los acosos de la explotación de las riberas y sus poblaciones. Para subrayarlo, en vista del poco protagonismo y de la poca especificidad que en los análisis sociales se reconoce en el país a los estudios literarios o de corte cultural: el abordaje combinado que hacemos sitúa a intelectuales como Amira de la Rosa y Fanny Buitrago, Jaime Manrique y Hazel Robinson en el ojo de discusiones que recién estamos teniendo como país, los muestra dialogando con la problemática de la oposición “la costa”-“lo andino” (es el caso de Tomás González) que la industria turística recicla convenientemente para sus usos y, más que nada, ilumina no solo posturas sino llamados de atención potentes al camino que iba tomando el turismo en los años sesenta en especial. Este llamado de atención pasa por alinearse con las poblaciones que esa industria empieza a arrasar en su marcha, por cuestionar las acciones de los grupos de élite local tanto como las élites “andinas” en ese escenario.

      El proyecto

      En julio del año 2016, como Fundación GCaribe. Pensamiento, cultura, literatura, y tras haber venido trabajando durante seis años temas del Gran Caribe, echamos a andar este proyecto de investigación con fondos propios: Memoria de las playas, una pesquisa desde el lente cultural y literario sobre el surgimiento de las playas turísticas en lo que hoy se denomina Caribe colombiano y sobre las formas de socialidad que entrañaron. Algunas personas andinas, otras caribeñas de nacimiento, unidas por un interés en el Gran Caribe y sus temáticas y problemas, interesadas en pensar sobre el agua por vivencias propias y compartidas en viajes a las playas, deseosas de crear talleres sobre agua e interculturalidad (no desde una perspectiva ecológica ni dogmática sobre la conservación de prácticas en extinción forzosa, que creemos bastante paternalista, sino desde el intento por comprender la —a veces misteriosa— relación de las poblaciones riberanas con las aguas y lo mucho que desconocemos de eso), todas pugnando por abordajes un poco desobedientes… eso éramos. De los capítulos proyectados, logramos elaborar los que aquí presentamos. Por fuera quedaron tal vez para urgencias posteriores un trabajo sobre el cuerpo femenino en las playas y uno sobre la pugna entre playas de alcurnia y playas populares, y los usos recientes de esas playas en el marco de promociones de ciudades como Barranquilla, en el contexto global.

      Las playas (o sus agentes: los turistas o los lugareños) cuya vida rastreamos son Prado Mar, Salgar y Puerto Colombia, en Barranquilla; Tolú y Coveñas, en Sucre; El Rodadero, en Santa Marta, y Spratt Bay y Sound Bay en la isla de San Andrés. Entre nuestros objetivos, los que efectivamente desarrollamos, guiados por el material que acopiamos, fueron: para empezar, decantar las ideas de “turista” subyacentes al uso de las playas en los textos y las imágenes (tipos de turista, motivaciones, relaciones con los “locales”) y, dos, fundamentalmente, sondear las ideas en torno al mar y la playa relacionadas con el auge y decadencia de estos espacios en concreto. Estos dos objetivos están apretadamente unidos con las ideas de modernidad en Colombia, y con la (aparente) ruptura (y real continuidad) de las divisiones geopolíticas constitutivas del país, esas que lo dividen en focos más civilizados versus otros que lo serían menos, un centro versus unos supuestos márgenes (la cercanía de Córdoba y Sucre a Antioquia, que busca su salida al mar; los mecanismos de apropiación de la isla de San Andrés, la transición de pueblos pesqueros a puertos en Puerto Colombia y El Rodadero son factores ineludibles en esta discusión). Por eso mismo, una recapitulación de cómo esas playas llegaron a convertirse en focos de turismo, y por qué (más allá de su presunta buena ubicación y de su presunta belleza inmediata, y de las decisiones gubernamentales a su alrededor) llegaron a convertirse en playas de renombre, no podrá dejar de contemplar las brechas de clase y de raza que se abren con esa modalidad de explotación y de relación social llamada “turismo”.

      Un componente importante de nuestros análisis (porque está en las obras y porque es central en la articulación del turismo de playa) es el género, en la medida en que los lugares propician exclusiones e inclusiones que pasan por los cuerpos: diseños de cuerpos lícitos, de funciones lícitas para ellos y asociaciones de género que invocan las de clase y raza, como pivote de la naturalización de las playas en cuanto espacio recortado dentro de una economía turística.

      Esta investigación se nutre de historias culturales del mar como The Sea (Mack, 2011). Así mismo, dialoga con trabajos en el tema del turismo en el Gran Caribe como Resisting Paradise. Tourism, Diaspora and Sexuality in the Caribbean (Nixon, 2017) y From Disease to Desire. Panama and the Rise of the Caribbean Vacation (Charles Scott, 2016). El proyecto estuvo estructurado sobre las nociones de geografía racializada (Múnera, 2005) y playa (Corbin, 1993), como paisaje histórico-cultural. Entre nuestras preguntas guía contamos: ¿cómo se convierte en playa turística una playa como las que estudiamos?, ¿qué atributos se le conceden en textos literarios y en imágenes y qué finalidad cumplen?, ¿varían los atributos de un momento en el tiempo a otro, de un texto a otro?, ¿qué diferencias hay entre una playa como Coveñas, una como Salgar y una como Spratt Bight en imágenes y narraciones?, ¿qué fenómenos específicos de turismo ocurren en estas playas?, ¿qué signos de clase y de raza recorren las figuraciones de la playa en esos documentos?, ¿qué trabajos o funciones sociales se describen y con qué finalidad?, ¿cuáles de esas funciones son visibles, y aceptadas y cuáles no lo son?, ¿cómo juegan las visiones de género en estas playas?

      La búsqueda de material para esta investigación nos dejó ante sorpresas archivísticas como las fotografías de playa (en especial cartageneras) compiladas por la Universidad Tecnológica de Bolívar, de acceso público en su fototeca en línea (Biblioteca Daniel Lemaitre Tono). Estas fotos valiosísimas están por fuera de nuestro marco temporal (las hay desde los años veinte) pero son claves para investigaciones futuras de otras playas (El Cabrero, por ejemplo) y de poblaciones locales como los libaneses, que las vivían y las disfrutaban antes de la ola turística que les cambiaría su función. El suplemento dominical En la playa, producido por El Universal de Cartagena entre el 6 de septiembre de 1987 y el 29 de agosto de 1991, según existencias en archivo de la Biblioteca Nacional de Colombia, amerita un estudio específico, pues en sí mismo es un síntoma y permitiría analizar otros matices de la institucionalización discursiva y visual del turismo así como giros en la comprensión de las playas, otros usos como los deportes de viento y mar, el buceo, y el ingreso de las narrativas conservacionistas. Pero también asuntos como transiciones en la moda playera y leves virajes en el tipo de turismo que convocaban playas específicas (del turismo de romance al turismo familiar, por ejemplo).

      Del lado literario, inicialmente tuvimos dificultades para hallar textos donde figuraran las playas para la época de nuestro encuadre, y terminamos desbordadas por la cantidad de narraciones de escritoras y escritores (de la “costa” Caribe y del interior del país) donde la playa juega algún papel. Cribamos por preferencias personales, a veces, pero en ocasiones también por prominencia de esa figuración en la obra o incluso porque podíamos alinear una interpretación con otras. Nuestra conclusión, hoy en día, es que si hiciéramos para el país un estudio siguiéndole el guiño a Corbin y a su libro El territorio del vacío (1993) sobre las transformaciones de las playas francesas en el siglo XIX a través de la imaginación filosófica y literaria, tendríamos suficiente material, de una variedad pasmosa, para elaborar un mapa de visiones de la playa en la Colombia de los últimos sesenta años, un período agitado para las playas en el mundo en general. Entrarían en este corpus textos suculentos del Pacífico colombiano y numerosos textos recientes del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.

      Este estudio en su conjunto desarrolla solo un lado de un tema que no nos concierne en exclusividad. En lo que hoy llamamos el Gran Caribe, las playas turísticas empiezan a coger auge desde los años 30, 40 y algunos de los atributos que se anexan a la promoción de las playas turísticas de “la costa” en Colombia reverberan sobre esas playas previas que son como los sitios de ensueño a los que las playas colombianas aspiran a parecerse (en la publicidad o en la mente de los empresarios: de arena blanca, con hoteles de alcurnia). Uno de los modelos de los hoteles de lujo en el Gran Caribe es el Myrtle Bank, de factura y gerencia estadounidense, en

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