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cosa que tengas que decirme puedes decírsela también a Lauren –dijo Jason.

      –Muy bien –aceptó Brock–. En el mundo de los negocios todos se conocen. ¿Creías que esa transferencia de medio millón de dólares pasaría inadvertida? Vamos a ver si lo he entendido bien, porque los rumores que circulan desde Wall Street a Golden Gate Promotions son bastante confusos. El contable de Lauren se fugó con medio millón de dólares de la empresa…

      Lauren miró a Jason, llena de pánico, pero él permanecía impasible.

      –Supongo que le ofreciste a Lauren ayuda económica a cambio de que se casara contigo para que Prentice no sospechara del embarazo.

      –Puede que no fuera un comienzo muy romántico –dijo Lauren, intentando buscar las palabras adecuadas para salvar la carrera de Jason. Qué irónico resultaba que él empezara a tener problemas justo cuando los suyos se solucionaban–. Pero las cosas han cambiado.

      Le costaba entender que Jason pudiera trabajar en un ambiente tan claustrofóbico, rodeado de fisgones y envidiosos. Por un momento pensó en declarar en voz alta lo mucho que lo amaba.

      Brock volvió a mirar a Jason.

      –Entonces… ¿Lauren va a quedarse contigo?

      Jason dudó más de la cuenta en responder.

      –No ha reservado ningún billete de avión.

      Brock arqueó una ceja.

      –Tendrás que inventarte algo mejor. Ya sé que la policía está metida en el asunto.

      –Mi mujer y yo compartimos muchas cosas, entre ellas los problemas económicos. Su negocio es mi negocio. ¿Qué hay de malo en que invierta en su empresa?

      –Prentice no lo ve así. No confía en un hombre que le paga a una mujer para que finja estar casada con él sólo por salvar una campaña publicitaria.

      Lauren quería decirle a Brock que se largara, pero se contuvo por el bien de Jason. Además, por una vez los rumores eran ciertos.

      Jason se cuadró como si estuviera en el ejército.

      –¿Qué vas a hacer? –le preguntó a Brock.

      –Es tu campaña. Tú la conseguiste y tuya es la responsabilidad. Aunque admito que nunca hemos necesitado un cliente como Prentice tanto como ahora. La competencia nos pisa los talones, especialmente Athos Koteas.

      –Lo entiendo, y quiero hacer lo que sea mejor para Maddox Communications.

      Brock miró brevemente a Lauren antes de volver a dirigirse a Jason.

      –Intuyo hasta dónde estás dispuesto a llegar, y aunque una parte de mí te admira por eso, espero que sepas lo que haces –se pasó una mano por la mandíbula–. Lamento no haberme dado cuenta antes.

      Jason se pellizcó la nariz. En cuanto a Lauren, se sentía como una idiota. Una pobre ingenua que se había enamorado de su ambicioso e implacable marido. Gracias a Dios no había llegado a declararle sus sentimientos.

      Brock sacó las llaves del coche y las agitó en la mano.

      –Eso es todo por ahora. Sólo quería avisarte en persona y darte tiempo para que pienses en la forma de salvar tu trasero. Prentice ha convocado una reunión para mañana por la tarde. Pero quiero verte en mi despacho a primera hora de la mañana –se despidió de Lauren con un movimiento de cabeza y se subió al coche.

      Jason se quedó mirando como se alejaba el vehículo, sin mirar a Lauren.

      –Supongo que ya está todo dicho –murmuró–. No tienes que esperar hasta la semana que viene para marcharte.

      Era lo que ella quería. Lo que había planeado desde el principio. Volvió a mirar a la familia que se disponía a ir a la iglesia en coche. El padre estaba sujetando al bebé en la sillita. Si al final tenía todo lo que quería, ¿por qué le resultaba tan dolorosa la imagen de aquella familia?

      Capítulo 12

      A la mañana siguiente, Jason salió del despacho de Brock tras una reunión en la que se diseñó la estrategia para seguir con Prentice, con quien mantendrían otra reunión por la tarde. Seguía tan aturdido por los últimos acontecimientos que apenas podía concentrarse en el trabajo. Había perdido a Lauren y sólo podría ver a su hijo en las fechas que le correspondieran.

      La noche anterior Lauren y él habían vuelto a dormir separados. Él en el sillón reclinable y ella en la cama. Lauren le había pedido que se marchara a la oficina antes de que ella se despertara. Se mantendría en contacto por el bebé, pero no quería ninguna despedida dramática.

      Tenía que memorizar el discurso que Brock le había dado para la reunión de esa tarde. Era un montón de mentiras, bastante enrevesadas pero creíbles, para que Prentice no perdiera la confianza en Jason y en la empresa. El trabajo era lo único que le quedaba. Su única ambición sería conseguir un despacho mayor con mejores vistas.

      Flynn Maddox se le acercó y le pasó un brazo por los hombros.

      –¿Me acompañas? Vamos por algo de comer y luego iremos a mi despacho.

      Como si Jason tuviera elección… Seguramente Flynn quería hacer de poli bueno después de que a su hermano le tocara hacer de poli malo. Pero Jason sospechaba que aquellos papeles reflejaban fielmente sus verdaderas personalidades.

      Bajaron en el ascensor a la quinta planta, que albergaba los departamentos de relaciones públicas, de finanzas y de arte. Las oficinas eran más pequeñas que las de la sexta planta, pero igualmente modernas y bien equipadas. Flynn repartió saludos y sonrisas mientras avanzaba entre los despachos. A cada persona la llamaba por su nombre y se detuvo a hablar brevemente con un par de empleados.

      Finalmente llegaron al gran comedor provisto de una moderna cocina. Brock Maddox siempre mantenía la nevera repleta de refrigerios, pues sabía que la labor creativa exigía reponer fuerzas constantemente. Flynn abrió la nevera y sacó una bolsa de comida china.

      –Hay bastante para compartir. ¿Quieres agua o soda?

      –Agua, gracias.

      Definitivamente, Flynn se comportaba de una forma mucho más natural que su hermano, quien ni siquiera le había ofrecido asiento y mucho menos un paseo hasta la cocina. Volvieron a la sexta planta y entraron en el despacho de Flynn. Había sido el de Brock cuando su padre vivía, pero cuando Flynn lo ocupó lo llenó de plantas, sofás de color crema y un escritorio de cristal. El tipo de despacho que le gustaría a Lauren.

      Hizo una mueca al pensar en ella. ¿Estaría condenado a pasar el resto de su vida pensando en ella? Tenía que sacársela de la cabeza cuanto antes, porque Lauren ya no estaría cuando volviera a casa aquella noche.

      Quizá sería mejor quedarse a dormir en el sofá de su despacho, en vez de torturarse con el olor de Lauren impregnando las sábanas. Se volcaría de lleno en el trabajo y sacaría adelante su carrera.

      Flynn se sentó detrás de la mesa, le indicó a Jason que tomara asiento frente a él y le pasó un recipiente que contenía pollo agridulce y unos palillos.

      –¿Cómo lo llevas después de la bronca de mi hermano?

      –Tiene razón para estar enfadado. Hará falta algo más que suerte para salvar la reunión con Prentice esta tarde.

      Flynn removió la comida con los palillos.

      –Brock puede ser muy duro a veces, pero sólo vive para la empresa. Adoraba a nuestro padre y está decidido a mantener su legado. Yo no estoy de acuerdo con sus métodos, pero los entiendo –apoyó los pies en la mesa mientras desmenuzaba un rollito de primavera–. Según él, padezco una indolencia crónica hacia la empresa.

      Jason abrió la botella de agua. Su padre se habría llevado muy bien con Brock, a quien debía de ser muy difícil tener como hermano mayor. Pero por muy tensa que fuera la relación

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