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demonios…?

      El temor a que se descubriera su embarazo casi la había paralizado, pero su madre se había limitado a ignorarla por completo.

      Claro que Jason representaba la idea que su madre tenía del yerno perfecto. Lauren los siguió y cerró la puerta tras ella.

      La risa de Jacqueline resonaba en el techo abovedado. Su madre tenía muchas cualidades y sabía ser encantadora cuando quería. Y cuando se medicaba regularmente podía llegar a ser una persona casi normal. Siempre sería estrafalaria y bohemia, pero al menos sus excentricidades podían ser divertidas cuando se cuidaba.

      Lauren deseó con todas sus fuerzas que estuviera en una de esas fases. Se protegió el vientre con el bolso y siguió a Jason y a su madre, quienes seguían dándole la espalda. Jason apartó una silla para Jacqueline junto a la mesa del comedor. A Lauren le pareció extraño, pero no se le ocurrió discutir. La mesa de madera de color crema la ayudaría a ocultar su embarazo.

      ¿Sería aquélla la intención de Jason? El brillo de sus ojos indicaba que no se perdía detalle, y Lauren se dio cuenta de que la estaba protegiendo de su madre. Al mantener distraída a Jacqueline, haciéndose cargo de su chal, retirándole la silla y preguntándole por su viaje, acaparaba todo su interés y alejaba la atención de su vientre.

      Y Jacqueline mordió el anzuelo hasta el final, pues se quedó embelesada con Jason y con lo que éste contaba de su trabajo en California. Ninguno de los dos le dirigió una sola mirada a ella. Jacqueline estaba tan encantada y ocupada siendo el centro de atención que ni siquiera jugueteó con la cadena de sus gafas que le colgaba del cuello.

      A Lauren le resultaba muy extraño ver a alguien hablando con su estrambótica madre. Su padre, en cambio, se había preocupado más de esconderse que de afrontar el difícil carácter de Jacqueline.

      La inusitada situación le supuso un enorme alivio, aunque sabía que Jason sólo estaba brindando un respiro temporal. Era inevitable que su embarazo saliera a la luz, aunque sí podían aplazarlo a un momento más adecuado.

      Al cabo de quince minutos de charla, Jason agarró la mano de Jacqueline.

      –Ha sido un auténtico placer conocerte, Jacqueline. Espero no parecerte muy grosero, pero acabo de llegar de California para visitar a Lauren y tengo que marcharme pronto…

      Jacqueline agarró su capa y se la tendió a Jason para que se la extendiera.

      –Oh, no dejéis que os interrumpa, tortolitos… Me vuelvo a mi suite en el Waldorf –se sacudió los flecos de la capa y se volvió hacia Lauren–. Quedaremos para comer juntas cuando tu chico regrese a California.

      –Claro, mamá. Tenemos mucho de qué hablar.

      –Conozco un sitio donde sirven comida ecológica. Te ayudará con esa retención de líquidos. Tienes la cara muy hinchada… –se inclinó para presionar la mejilla contra la de Lauren–. Es un buen partido –le susurró–. No vayas a fastidiarlo todo esta vez.

      Lauren se colocó el bolso sobre el estómago.

      –No, mamá.

      No quería hablar con su madre de buenos partidos, especialmente delante de Jason. Ni siquiera pensaba responder al comentario de la cara hinchada, si con ello conseguía acabar la visita sin una discusión. Sabía que su madre se valdría del bebé para intentar echarle el lazo a Jason, y a Lauren la asqueaba que pudieran usar a su hijo de esa manera.

      Jacqueline caminó alegremente hacia la puerta, acompañada por Jason. Se despidió agitando una mano sobre el hombro, pero sin mirar atrás.

      Lauren volvió a sentarse. Dejó caer el bolso al suelo y se pasó la mano por el vientre. El bebé se movió bajo su tacto. Ningún hijo suyo sería utilizado para ascender en la escala social.

      Una lágrima resbaló por su mejilla.

      Rápidamente se frotó la cara con la muñeca. Ni siquiera se había percatado de que estaba llorando. Oyó la puerta al cerrarse y volvió a restregarse los ojos con los dedos, confiando en que no le quedaran restos de maquillaje.

      –No sé cómo darte las gracias –le dijo a Jason con una sonrisa.

      –¿Por qué? –preguntó él, sentándose junto a ella.

      –Por ayudarme con mi madre… Por no decir nada del bebé ni de mis problemas económicos.

      –Haré todo lo que sea necesario para ayudaros a ti y al bebé.

      Sus palabras le provocaron un estremecimiento, pero no supo si era de miedo o emoción.

      Pensó en el beso que se habían dado en el pasillo y en lo fácilmente que podría volver a arrojarse en sus brazos. Jason tenía un don especial para hacerle perder el control, y eso la aterrorizaba.

      Juntó las manos con fuerza para no agarrarle la suya sobre la mesa.

      –Has estado genial. En serio. Venir a verme en cuanto supiste lo del embarazo, la cena de esta noche, la manera que has tenido de tratar a mi madre… –a pesar de todo, no podía olvidar los meses que habían pasado incomunicados, sin una sola llamada, sin un simple e-mail. Tendrían que hablar de aquella noche alguna vez, y el tema parecía menos inquietante después de haber superado el encuentro con su madre–. No me has preguntado cómo me quedé embarazada.

      Él se rascó la mandíbula y se echo hacia atrás.

      –Supongo que el preservativo debió de romperse.

      Los recuerdos de la aventura le llenaron la cabeza. El cuerpo le seguía vibrando de placer por el beso del pasillo. Cuatro meses atrás también se habían besado, mientras se arrancaban la ropa con una pasión desmedida, salvaje, desesperados por unir sus cuerpos. Jason había buscado frenéticamente un preservativo en su cartera antes de…

      –Los dos estábamos muy ocupados para preocuparnos por nada más –dijo Lauren, removiéndose en la silla. De repente se sentía muy incómoda–. Te agradezco que no me preguntes por ello.

      Se fijó en los músculos de su cuello y recordó el tacto de su fuerza bajo los labios y el sabor de su piel.

      –Hacía un año que nos conocíamos, y aquel último mes estuvimos trabajando juntos casi todo el tiempo. Sabía que no estabas saliendo con nadie cuando acabamos en el sofá de tu despacho.

      –Tampoco estaba saliendo contigo –señaló ella, y sin embargo se habían acostado siguiendo un impulso irracional. En su vida sólo había estado con dos hombres, dos relaciones largas en las que había pensado casarse.

      Jason le acarició el brazo con los nudillos.

      –Puede que no estuviéramos saliendo, pero desde el primer momento me había fijado en ti.

      La caricia se hizo tan suave y sensual que le abrasó la piel a través del jersey. Lauren lo deseaba tanto que se apartó antes de hacer alguna locura, como tirarlo al suelo para hacer el amor allí mismo. ¿Por qué nadie la había prevenido contra el descontrol hormonal del embarazo? Podía pasar del llanto al deseo desenfrenado de un momento a otro.

      Jason dejó la mano en la mesa y respetó el espacio que ella tanto necesitaba. En realidad, necesitaría algo más que unos centímetros por medio para que se dispersara la embriagadora fragancia de su loción.

      Carraspeó y abordó un tema capaz de sofocar cualquier brote de pasión.

      –¿Cómo has conseguido representar una escena tan perfecta con mi madre?

      Los ojos de Jason la observaron intensamente por unos segundos, antes de recostarse en la silla y aceptar el brusco cambio de tema.

      –Hace un tiempo conseguí un contrato publicitario con una marca de maquillaje. La modelo se había quedado embarazada y querían que su cara siguiera apareciendo en el producto sin que se viera el resto de su cuerpo. Tuvimos que pensar en unas poses muy ingeniosas para la sesión de fotos.

      –Te agradezco mucho tu ayuda –le dijo ella,

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