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Espiritualidad alentada por un Dios Padre-Madre

      Otro rasgo de la espiritualidad de Jesús que considero de suma relevancia para nuestros tiempos es descubrir que la actuación profética de Jesús no está inspirada por un Padre autoritario y dominador, sino por un Padre que actúa con sus hijos con entrañas de Madre. Basta con profundizar en la acogida de Jesús a los pequeños y en su actividad curadora aliviando el sufrimiento a enfermos y desvalidos. Como ejemplo y paradigma podemos recordar la actuación maternal del padre con sus dos hijos en la parábola del padre bueno (Lucas 15,11-32).

      Quiero cuidar en estos tiempos esta dimensión de la espiritualidad de Jesús actualizando su crítica a la sociedad patriarcal de su tiempo y su acogida a mujeres y varones en un discipulado de iguales, buscando siempre una humanidad sin dominación masculina. Ha llegado quizá el momento de ir introduciendo en nuestro lenguaje la expresión «Dios Padre-Madre» para hablar de ese Dios que no ha creado al varón para dominar a la mujer ni a la mujer para ser dominada por el varón.

      d) Espiritualidad centrada en abrir caminos al proyecto humanizador del Padre

      En cualquier espiritualidad es importante saber con qué vinculamos el misterio de Dios, sea de modo explícito y consciente, sea de manera sutil y casi inconsciente. Xabier Pikaza resume así la novedad de Jesús: «Su verdad consistirá en insistir en Dios como Padre y en vincularlo a la llegada del Reino, que él ofrece ante todo a los pobres y excluidos de la sociedad». Es cierto. Jesús ha vinculado el misterio de Dios a su proyecto de hacer la vida de sus hijos –hombres y mujeres– siempre más humana.

      Por eso veremos que Jesús vive a Dios no desde un silencio que lo aísla de la vida de los demás, sino desde una experiencia interior que le conduce a vivir abriendo caminos al proyecto humanizador del Padre, que él llamaba el «reino de Dios», según el lenguaje de la tradición de Israel. Esta es la clave de la espiritualidad de Jesús y la pasión de su vida. Una espiritualidad que vive de manera radical, identificándose ante todo con la causa de los pobres, los últimos, los más olvidados, los que viven sin «estructura social protectora».

      Este proyecto del reino de Dios no es una religión. Va más allá de las creencias, preceptos y ritos de cualquier religión. Es una experiencia nueva de Dios, que lo resitúa todo de manera nueva. Podemos decir que la espiritualidad de Jesús, centrada en abrir caminos al reino de Dios, nos orienta e impulsa a dar pasos hacia una vida tal como la quiere construir Dios, Padre-Madre de todos. Cuidaremos de manera especial algunos rasgos, todos ellos de relevancia para hacer más humana la sociedad posmoderna de nuestros días: un mundo en el que se busque la justicia y la dignidad para todo ser humano, empezando por los últimos; una sociedad en la que se acoja a todos sin excluir a nadie por razón de raza, sexo, religión, nacionalidad…; una convivencia en la que se promueva la igualdad y dignidad de la mujer para construir un mundo sin dominación masculina; una religión que viva al servicio de las personas, ante todo de las más olvidadas y marginadas.

      4. Lectura orante del Evangelio

      ¿Dónde encontrar en nuestras parroquias y comunidades cristianas el camino para promover la renovación interior que necesita nuestro cristianismo? ¿Cómo reavivar entre nosotros la espiritualidad revolucionaria de Jesús, tan relevante para nuestros tiempos? Es importante, sin duda, la aportación de los teólogos, que siguen publicando obras que orientan nuestro pensamiento y estimulan la renovación de nuestra fe, escuchando los signos de nuestro tiempo. Es igualmente importante la reflexión de los pastoralistas, que sugieren caminos prácticos para responder a los retos a los que se enfrenta hoy la acción pastoral y evangelizadora. Creo, sin embargo, que en estos tiempos de crisis y en esta sociedad donde casi todo se vive de manera tan acelerada y pasajera, necesitamos también promover procesos de conversión y renovación permanente. Al menos esta es la razón que me ha movido a proponer este proceso de «lectura orante del Evangelio».

      Cuando tenía ya bastante avanzado mi proyecto, me encontré con un artículo de Juan Antonio Estrada, escrito el año 2005, en el que analiza lo que algunos llaman la «sociedad poscristiana» y donde dice algo que considero de interés señalar aquí:

      Habría que enseñar a orar en una sociedad secularizada y ofrecer una espiritualidad, una metodología y una pedagogía de cómo abrirse a la trascendencia. Los grandes cambios socioculturales encontraron respuesta en espiritualidades cristianas [...] que correspondían a los cambios socioculturales de la época y ofrecían vías alternativas. Pero esto no lo tenemos hoy. Habría que redefinir el carisma y la espiritualidad, actualizarlos y adaptarlos al nuevo contexto sociológico. Como esto no ocurre, proliferan las espiritualidades salvajes, sincretistas y desubicadas, ya que subsisten las necesidades humanas.

      Con mi proyecto quiero contribuir de alguna manera a responder modestamente a esta necesidad.

      a) Rasgos de esta propuesta de lectura orante del Evangelio

      En el capítulo 10 expongo detenidamente en qué consiste mi propuesta para practicar la lectura orante del Evangelio. Aquí señalo solo algunos rasgos para que los lectores tengan una primera idea:

      Mi propuesta no está orientada a escuchar la Palabra de Dios en toda la Biblia, sino solo a escuchar el Evangelio de Jesús recogido en los cuatro evangelios. No sigo la costumbre de hacer la lectura siguiendo los textos de los domingos ni pasando de un texto a otro de manera aleatoria. Propongo un recorrido ordenado de temas seleccionados y orientados hacia los objetivos arriba señalados. Lo hago por razones pedagógicas y para que los lectores puedan vivir más fácilmente un proceso interior.

      Presento los temas agrupados en capítulos. Cada capítulo comienza con una especie de introducción, donde sitúo la lectura en el contexto de la Iglesia actual y de la sociedad posmoderna. No podemos escuchar el Evangelio aislándonos del mundo en que vivimos. También Jesús vivió su espiritualidad leyendo los signos de su tiempo.

      La lectura del Evangelio nos lleva siempre a la vida concreta para abrir caminos al proyecto humanizador del Padre (el reino de Dios). Por eso, a los cuatro momentos de la lectio divina de la tradición –lectura, meditación, oración, contemplación– añado siempre un quinto momento para concretar o revisar nuestro compromiso.

      b) La práctica concreta de la lectura orante del Evangelio

      Al concretar el modo de practicar la lectura orante, lo hago buscando dos objetivos prácticos de carácter pastoral. El primero y más importante es poner el Evangelio en manos de los seglares, miembros de la comunidad cristiana. La inmensa mayoría solo conoce el texto evangélico «de segunda mano». Viven su fe o la abandonan privados de la experiencia elemental de leer personalmente y de manera directa el evangelio. Este hecho resulta inexplicable en la sociedad culta de nuestros días. El Vaticano II, movido por la voluntad de renovar y reavivar la fe cristiana para tiempos modernos, nos recordó a todos que «el Evangelio es en toda época el principio de toda su vida para la Iglesia» (Lumen gentium 20). Ha llegado el momento de entender y organizar la comunidad cristiana de nuestros días como un espacio que, en medio de la increencia, cuida que la primera experiencia de cada cristiano sea conocer y acoger personalmente el Evangelio de Jesús.

      Con mi propuesta busco también un segundo objetivo: contribuir a consolidar y facilitar la acción pastoral de las parroquias que han comenzado a promover, con diversos nombres, «Encuentros de silencio y oración». Por mi parte, sugiero un procedimiento que podría tener dos momentos. Durante un tiempo (una o dos semanas), los participantes que han respondido a la convocatoria de la parroquia podrían practicar la lectura orante del texto evangélico señalado por los responsables. Luego, en el día indicado, se reúnen todos en la parroquia en un «Encuentro de silencio, oración y lectura del Evangelio», donde se ahonda y reafirma la experiencia vivida en el hogar. Todavía hoy las parroquias son un lugar donde se cuida y promueve, sobre todo, la celebración litúrgica, la acción catequética y los servicios de caridad. Es probable que, en un futuro no muy lejano, mientras languidecen la celebración litúrgica y la acción catequética, cobren fuerza los encuentros de oración, silencio y lectura del Evangelio como referente de unas comunidades

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