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la puerta de la habitación, cargando un portafolio. Vestía un traje hecho a la medida con el que nadie pondría en duda que era un alto ejecutivo, se acercó a ella y sonriendo divertido comenzó a abrir el portafolio de donde sacó una computadora y otros aparatos eléctricos que Andy jamás entendería.

      —Este te ha durado menos, ¿no será que te has pasado con la pastillita milagrosa?

      Hizo una mueca observando al hombre que estaba tendido en el sillón, incluso se lograba observar un hilillo de baba que salía de su boca. Se acercó hasta él para revisar que aún respiraba, pero al escuchar otro ronquido se quedó más tranquila, tampoco es que lo quisiera matar, solo quería su dinero.

      —No, solo que este quería pasarse de listo, me arrinconó en cuanto llegamos a la habitación, así que tuve que actuar de inmediato.

      —Bueno, esta cita va a salirle un poco cara. No quiero pensar en la cara que se le pondrá cuando se dé cuenta del dinero que perdió.

      —Para ese momento, ya estaremos lejos de aquí.

      Comenzaron a buscar en los bolsillos del hombre hasta que dieron con la billetera, de donde sacaron varias tarjetas bancarias para que Tom hiciera su magia con la computadora, iba a realizar una transferencia de fondos, pero tenían que hacerlo con suma cautela, ya que tenía que hacerle pensar al hombre que el dinero lo había gastado en las mesas de juego.

      Ningún hombre lleva un registro de cuánto gasta en los casinos, y mucho menos uno que se va con una mujer que no es su esposa para pasar una agitada noche de sexo desenfrenado. Andy comenzó a quitarle toda la ropa del hombre y con mucho esfuerzo lo llevó hasta la cama, golpeándolo de camino a la habitación, ¿por qué demonios ponían tantas mesas de camino a la habitación?, ¡fabuloso!, solo esperaba que el hombre se imaginara que le dolía todo el cuerpo por la resaca mañanera que tendría. Su columna lo resentiría, ese hombre pesaba una tonelada.

      —Listo, Andy, misión cumplida —dijo Tom guardando todo en el portafolios de manera cuidadosa. Devolvieron la billetera a la misma bolsa de la chaqueta de donde la habían sacado.

      Después de dejar al hombre desnudo sobre la cama, colocó algo de ropa interior de mujer, para que pensara que habían pasado la mejor noche de su vida y sin prestar la menor atención a lo que había sucedido se dispusieron a salir de ahí.

      —Andy, es hora de largarnos de este lugar —el tono de voz de su amigo le hizo saber que estaba igual o más nervioso que ella.

      Salieron los dos de la habitación, ella caminó con dirección a los ascensores y Tom por las escaleras; tenían que lograr salir sin que nadie se percatara de lo sucedido, tampoco podían darse el lujo de que los vieran salir juntos. Se jugaban mucho en ese tipo de trabajos, sobre todo porque todas las cámaras de seguridad estaban en el pasillo, pero nadie desconfiaría de un hombre de negocios y de una mujer que se había ido a la cama con un hombre casado.

      Andy salió por la puerta principal del casino, como si nada, como si estuviera paseando en una noche mientras tomaba el fresco sereno. Caminaba sin temor, como si minutos antes no acabara de cometer una estafa a uno de los hombres más poderosos de la ciudad. Sintió que la adrenalina salía de su cuerpo y caminando un poco más deprisa llegó a la esquina de la calle donde por suerte un taxi se detuvo para llevarla a su casa. Nunca se acostumbraría a ese estilo de vida, pero por el momento no le quedaba otra opción.

      CAPÍTULO 2

      Llegó a su apartamento con las piernas aun temblándole, siempre le pasaba lo mismo. Se tumbó en un viejo sillón que tenía algunos resortes salidos y cerró los ojos tratando de controlar su respiración. Estaba hasta la coronilla de esa situación, si no fuera porque necesitaba reunir el dinero para sacar a su padre de la cárcel, estaría más que encantada de dejar ese negocio tan sucio.

      Vivía en un bloque de ocho apartamentos a las orillas más alejadas de la ciudad, solo tenía una habitación, un pequeño baño, una cocina con un pequeño desayunador y, nada más. Se acercó a la habitación mientras se iba deshaciendo el recogido que llevaba, para después quitarse la peluca rojiza, dejando ver su cabellera castaña aprisionada en un recogido sujeto por una malla. Comenzó quitándose las horquillas que la estaban matando, y suspiró cansada, dejando caer los mechones de cabello que le llegaban hasta la espalda, se masajeó el cuero cabelludo, pues le dolía horrores; ahora solo le faltaba recibir el mensaje de Tom, mientras cruzaba los dedos esperando que todo saliera bien.

      Cerró los ojos recordando cómo fue que se había metido en todo ese embrollo. Cuando tenía ocho años, su madre murió a causa de un infarto fulminante, su padre que la amaba con locura no logró resistir la pérdida y se dejó caer en el vicio del alcohol cuando tenía quince años; sabía que su padre era alcohólico, aunque para ella él seguía siendo su héroe, su única familia con la que podía confiar, así que lo amaba a pesar de no lograr salir de ese abismo. Fue una infancia difícil, todo el dinero que ganaba su padre se lo gastaba en alcohol, lo que la obligó a tener que madurar a temprana edad.

      De esa manera, y para tratar de salir adelante y pagar las pocas cuentas de las que dependían, tuvo que comenzar a trabajar, aunque su afán de superarse nunca se vio truncado, estudiaba por las noches y trabajaba de día en lo que podía, ya fuera en una tienda de abarrotes, paseando perros o cuidando niños, lo que fuera era bueno para su inestable situación económica. Miraba la vida pasar desde otros ojos, mientras las niñas de su edad jugaban o se divertían, ella tenía que hacer frente a su casa, tenía que cuidar de su padre y de ella misma, aunque nunca estuvo sola, Tom siempre estaba ahí para apoyarla desde el primer momento en que lo conoció.

      Como su padre nunca estaba en su casa, los hombres la molestaban pensando que no tenía alguien que la protegiera, siempre había logrado mantenerlos a raya para que no se propasaran con ella, pero un maldito día uno trató de cruzar la línea. Ese día marcó el principio de su desgracia. Cerró los ojos recordando el maldito momento en que todos sus planes se vinieron abajo, aún no comprendía muy bien qué es lo que había sucedido, pues todo pasó en un abrir y cerrar de ojos.

      Acababa de cumplir los veintidós años, Andy llegó a su apartamento como siempre lo hacía después de estar trabajando diez horas seguidas en el supermercado y, de haber asistido a clases en la escuela nocturna, abrió la puerta y en un instante se vio aprisionada por un hombre robusto, que la empujó contra la pared. Sintió el miedo recorrerle el cuerpo, cuando las manos del asqueroso hombre recorrieron su espalda, alzando su blusa. Trató de forcejear con él, pero era más fuerte y mucho más grande, así que le comenzó a invadir el pánico.

      Con todas sus fuerzas luchó para poder liberarse de su agarre, pero parecía una tarea imposible, si cerraba los ojos aún podía el recordar el olor nauseabundo del alcohol barato, liberó una de sus manos y le propinó una bofetada fuerte, pero eso en lugar de ayudarla, solo provocó que el hombre le golpeara en la cabeza dejándola media inconsciente; el olor a alcohol provocó que le diera una arcada que tuvo que reprimir y al enfocar la vista pudo ver que tenía los ojos inyectados de sangre, seguramente estaba borracho y drogado.

      —Ahora vas a saber lo que es un verdadero hombre, estúpida. Vas por ahí de recatada, pero no eres más que una buscona.

      —Suélteme, por favor, no diré nada a la policía, pero déjeme, por favor —imploró en un vano intento de que su captor tuviera piedad de ella.

      Sintió cómo la tiraba en el suelo, abriéndole las piernas a la fuerza. Ese fue el momento más horrible de su vida, la impotencia se apoderó de ella al no poder defenderse, aquel hombre seguramente la mataría después de violarla. Sus manos recorrían sus pechos y aunque ella se retorcía intentando que se alejara, no lo conseguía, cuando sintió cómo metía una de sus manos entre sus piernas, y deseó morir en ese instante. Estaba a punto de rendirse cuando el peso que la tenía prisionera desapareció. Aturdida, se levantó para ver cómo su padre molía a golpes a aquel asqueroso hombre. Todo pasaba como en cámara lenta, el hombre estaba tan borracho que no acertaba a pegarle a su padre, pero ella tenía que hacer algo para evitar una tragedia.

      Aquello estaba predestinado a terminar de la peor manera. Como

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