Скачать книгу

denominadas neoliberales y el pragmatismo caracteriza su plataforma.

      Una pregunta central a nuestros entrevistados fue entonces si el pan por naturaleza se inclina por el uso de las fuerzas armadas como instrumento predilecto. El debate sigue cerniéndose sin consenso. Hubo quienes dicen que el pan, casi por definición, no tiene problema en utilizar las fuerzas armadas en seguridad. Pero hubo quienes dijeron que quizás el problema es que Calderón no tuvo opción o no la vio, pero: “El pan no se siente más cómodo con el despliegue de las fuerzas armadas” (Olson). Es muy posible que el pan haya apoyado a Calderón por ser un presidente emanado de ese partido, pero había un debate interno. “Tuvieron un gran debate… los ideólogos del pan siempre fueron renuentes [al uso de los militares], pero lo hicieron de todas maneras”. Esto es pertinente porque aun así muchos siguen oponiéndose al uso de las fuerzas armadas en actividades policiacas: “Esto politiza a los militares y militariza a la policía y ninguna es una buena combinación” (Bailey).

      He aquí una de las más importantes lecciones para el sexenio 2018-2024. La administración de López Obrador comienza precisamente con este debate y la solución parece ser precisamente la que se criticó durante la administración de Calderón: involucrar a las fuerzas armadas en temas de seguridad pública. Sólo el tiempo dirá el resultado.

      La estrategia de la administración Calderón en retrospectiva

      A menudo se ha cuestionado de manera muy severa la ausencia de estrategia de seguridad del presidente Calderón. Aunque esto se discute mucho más adelante en este libro (capítulo 4), es importante adelantar aquí que existe un debate sobre la improvisación de este enfrentamiento con el crimen organizado.

      Hay quienes argumentan que al principio Calderón improvisó. “Al momento, había que hacer algo dramático… responder a la urgencia” (Bailey). Se arguye también que Calderón no se preparó para la guerra. “Declaró la guerra sin entender cuáles eran las implicaciones” (Aguayo). “Calderón no le preguntó a nadie. Se basó en dos o tres personas y ellos hicieron el planteamiento” (Carrillo Olea). Michoacán fue clave. La respuesta a la situación en ese estado parece haber sido el elemento alentador de la expansión de la estrategia a todo el territorio nacional. “La Operación Michoacán le fue bien; le parece acertada. Le embelesa la operación y se lanza en Tamaulipas. Empieza a dar bandazos por todos lados” (Carrillo Olea).

      Lo que esto implica es que Calderón comienza a abordar el tema de la seguridad pública y la delincuencia organizada al principio de su sexenio, pero sin tener todavía el equipo capaz de articular lo que finalmente sería la estrategia. A esta ausencia de equipo al principio se le puede atribuir gran parte de lo que terminó siendo la parte improvisada de esta guerra. Ahora bien, con el tiempo, el presidente sí comenzó a formar cuadros de consejería en materia de seguridad e incluso a organizar consultas ciudadanas, pero al principio no fue así.

      La presión de Estados Unidos

      Aunque hay un capítulo significativo sobre Estados Unidos más adelante, es importante hacer énfasis en que este país no estuvo ausente en el contexto en el cual llegó Calderón a la presidencia. Ahora bien, Calderón no asumió el poder en el vacío en términos del contexto de la guerra contra las drogas en Estados Unidos e internacionalmente. Dos aspectos estuvieron presentes en lo que finalmente llegó a formar un componente importante de la llamada guerra de Calderón.

      La primera era la estrategia de descabezamiento de los cárteles, una parte central de la aproximación de Estados Unidos al combate al narcotráfico. La segunda fue el cambio en las leyes de armamentos en ese país en 2004. México, junto con Colombia, había sido ya durante décadas una pieza central en la llamada “guerra contra las drogas” de Estados Unidos. Calderón llegó al poder cuando México estaba en ebullición dentro de sus fronteras, debido a la transformación misma de la delincuencia organizada. Asimismo, el país se encontraba situado en una dinámica de enorme presión por parte de Washington para forzar la cooperación con la estrategia de las agencias de gobierno de ese país y permitirles mayor injerencia en la toma de decisiones en el combate del crimen organizado. Esta presión desde afuera se había ido construyendo a partir de las prioridades políticas de Richard Nixon y de Ronald Reagan en las décadas de 1970 y 1980.

      Para los años noventa, la estrategia antidrogas de Estados Unidos, llamada drug kingpin strategy o kingpin approach, se había resumido, en gran medida, en el descabezamiento de los cárteles de la droga. La presunción fundamental en Estados Unidos, ingenuamente, es que “muerto el perro se acabó la rabia”. Si los capos eran aprehendidos y encarcelados o muertos sería suficiente para detener el flujo de las drogas. El descabezamiento se convirtió entonces en un eje rector de la estrategia estadunidense contra las drogas. La administración calderonista asumió la estrategia fundamentalmente bajo la presión de Estados Unidos, porque ésa es la táctica favorita de su cultura. Los gringos siempre proyectan los costos de sus guerras hacia fuera: guerra fría y comunismo, guerra contra las drogas, guerra contra el terrorismo, entre otras.

      Al respecto, el exembajador Sarukhán dijo claramente: “Lo que Estados Unidos hace hábilmente es blindar un paradigma con el cual yo siempre he estado reñido y que con el paso de los años yo he tenido razón. En noviembre [de 2006], el embajador de Estados Unidos en México, Tony Garza]… le vende al gobierno mexicano el juguetito paradigmático de las agencias de procuración [de eu]… que es el kingpin approach… que consiste en que en el momento en que tú descabezas a los capos, desarticulas las organizaciones y resuelves el problema de la seguridad. Pero no funciona así. Lo que hacen Garza y la administración Bush es [argumentar] que descabezar a los capos era la manera correcta. Yo siempre dije que no, que la estrategia era el gatekeeper approach. Y el tiempo me dio la razón. Si uno controla a los que controlan la operación del territorio, de las armas, etcétera, hace que la curva de reemplazamiento de esos cuadros sea mucho más elevada que reemplazar al capo. Le doran la píldora y le venden esa estrategia. Si tu descabezas [al cártel], ese vacío se va a llenar. Era mejor el gatekeeper approach”.

      David Shirk coincide: “Todo esto [que sucedió con Calderón] mostró las limitaciones de la kingpin strategy”. Y Tracy Wilkinson, corresponsal de Los Angeles Times, reitera que la estrategia de descabezamiento fue un problema: “había una atomización de grupos, pero esos pequeños grupos eran muy violentos… y eliminabas a uno… y se diversificaban, salían mil cucarachas. Pero satisfacía la estrategia estadunidense”. Sin embargo, para ser justos, Wilkinson dice que la administración calderonista “estaba interesada en perseguir kingpins, pero también en construir instituciones”.

      El problema es que se puede cuestionar qué tan efectivos fueron en esto, fundamentalmente cuando la guerra ya los rebasaba. Era muy difícil pelear una guerra con una mano y construir instituciones con la otra. Y esto lleva a un importante cuestionamiento: ¿qué tanto fue diseñada la estrategia de Calderón con base en los intereses propios de México y qué tanto fue diseñada con base en los instrumentos preferidos de las agencias gubernamentales de Estados Unidos, independientemente de los costos que iba a pagar el país en aumento de la violencia y violaciones a los derechos humanos? Pero si Calderón ya estaba convencido de que el descabezamiento era lo correcto, la estrategia estaba ya comprometida con esa ruta.

      El segundo punto importante, y que sí influyó de manera sustancial en la guerra contra el crimen organizado, y Calderón bien lo hizo notar muchas veces, fue que el suministro de armas de Estados Unidos cambió radicalmente a partir de 2004. Ese año la prohibición sobre las armas de asalto en Estados Unidos —una ley aprobada en 1994— expiró y comenzaron a fluir armas muy potentes hacia México. El exembajador Sarukhán lo dice: “El argumento de Calderón no es que hay más armas, no es que hay un brinco en los homicidios por el tema de las armas. El argumento es que hay una coincidencia en que hay un fin a las armas de asalto en Estados Unidos en 2004 y que aquellas armas comienzan a cruzar la frontera. La correlación que hacemos es la expiración de esa ley en Estados Unidos y el tipo de armas que comienzan a cruzar y se empiezan a decomisar en México. Ése es el tema, más que ningún otro, que dispara las alarmas en el equipo de transición”. Esto le da poder a las organizaciones criminales y exacerba la percepción de una crisis nacional.

      Es

Скачать книгу