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alguna decepción de importancia? ¿Es que la armonía entre los correligionarios y compañeros de ésa se ha hecho trizas? Sentiría mucho que alguna de esas cosas hubiera sucedido».49

      Pablo Iglesias basaba sus interrogantes en las noticias que le llegaban de Almería: los paquetes del semanario El Socialista estaban en la sede del Centro Obrero sin abrir, las Sociedades Obreras de Panaderos, Pintores, Canteros y más tarde la de albañiles se habían desorganizado y la Agrupación Socialista pasaba por un mal momento porque «sólo había once compañeros que pagaban las cuotas». A la debilidad de la Agrupación contribuyó la difícil situación y escasez de trabajo por la que pasaban los obreros almerienses y especialmente algunos oficios como los barrileros debido a la caída en picado de la construcción de barriles como consecuencia de la crisis de la exportación de uva, fruto de la invasión de la filoxera que atacó duramente a los parrales almerienses en los primeros años de los noventa. No faltaron tampoco las desconfianzas internas en los primeros momentos entre los dirigentes socialistas almerienses que Pablo Iglesias zanjó otorgando toda la confianza a Francisco Godoy.

      Durante los años 1894 y 1895 la Agrupación logró mantenerse con un pequeño grupo de militantes en la ciudad. La agudización de la crisis de trabajo por la que atravesaba la ciudad —el Ayuntamiento calculaba unos seis mil obreros en paro50 en abril de 1894— hizo mella en el movimiento societario y repercutió en la disolución de las sociedades de albañiles, pintores, panaderos y canteros. La escasez de trabajo fue aguda hasta 1899 y ello afectó al mantenimiento de las sociedades obreras y debilitó a la propia organización socialista.

      En aquellos momentos difíciles el nuevo Comité elegido a finales de 1894 trató de fortalecer ideológicamente la militancia creando los llamados Círculos Socialistas. La venta semanal de El Socialista alcanzó el centenar en los primeros meses de 1895. Pese a ello, el movimiento socialista entró en una profunda crisis cuyo exponente más significativo fue la práctica inactividad de la Agrupación y del Centro Obrero a finales de 1895 y primeros meses de 1896. La Agrupación se disolvió en el último trimestre de 1895 aunque quedaban media docena de suscriptores de El Socialista, que además «aportaban su óbolo a las distintas colectas del partido».

      La trayectoria de una intensa vida societaria durante el primer quinquenio de los noventa era difícil que se perdiera pese a las dificultades coyunturales por las que atravesaba. Había dejado un universo de mitos, rituales, símbolos y solidaridades que de alguna manera estaban forjando la identidad obrera en la ciudad. Y sobre todo había forjado un grupo de trabajadores conscientes de que la emancipación de la clase obrera necesitaba de la organización. Por ello no tardaron mucho tiempo en restablecer la Agrupación Socialista. En octubre de 1896 renació con nuevos bríos. Al frente del Comité volvía a estar Mariano Pérez Tejada con el barrilero Juan Ruescas, Nicolás Escoz, Diego Salmerón, Rafael Castillo, y aparecía de nuevo en el comité el barbero Antonio Hernández Clemente51, verdadero entusiasta y propagandista del socialismo. En esta ocasión no sólo había hombres, contaron para relanzar la Agrupación y las sociedades obreras con «una excelente correligionaria, Dolores Guerrero Baeza, que se proponía difundir los principios socialistas entre las trabajadoras».52 Contaron a su vez con un nuevo espacio de sociabilidad, la barbería de la Almedina.

      Superada la crisis, la Agrupación inició un tímido relanzamiento que alcanzó su mayor consolidación entre 1897 y 1903. El número de militantes osciló entre los 30 y 50 cotizantes. La Agrupación socialista se convirtió en referente de los trabajadores y de sectores radicales del republicanismo local. Las sociedades de socorros mutuos vinculadas con los republicanos desaparecieron a la par que los socialistas potenciaban las sociedades de resistencia. Algunos dirigentes republicanos, vinculados al federalismo y a la Unión Republicana Revolucionaria local, como Tomás Alonso y Antonio Marín Durán, ingresaron en las filas socialistas hartos de la ambigüedad e incapacidad del republicanismo de aquel momento. Su ingreso contribuyó al relanzamiento del socialismo, pero sobre todo a la potenciación de las sociedades de resistencia.

      La práctica política y societaria de los socialistas almerienses entre 1897 y 1903 se caracteriza por los siguientes aspectos: consolidación del núcleo de la capital, crítica a la guerra colonial, potenciación de la celebración de los primeros de mayo, insistencia en desmarcarse de los republicanos almerienses, participación a título testimonial en las elecciones a diputados en Cortes por la circunscripción de Almería, y sobre todo la potenciación y dirección del movimiento societario de resistencia, cuyo máximo exponente fue la creación de la Federación Local de Sociedades Obreras en 1899.

      A lo largo de estos años se puede observar una clara subordinación de la acción política a la acción societaria. A pesar de que participan en las elecciones a diputados en Cortes o es la única fuerza política que se muestra crítica con la guerra colonial, la auténtica preocupación de los socialistas durante estos años fue organizar a la clase obrera para la mejora de sus condiciones de trabajo.

      La renovación y reorganización de la Agrupación en febrero y abril de 1897, que situaron como presidentes del partido a Mariano Pérez Tejada y a Juan Ruescas respectivamente, empezó a dar resultado. A pesar de que el gobernador civil, Antonio Gálvez González, prohibió a los socialistas la publicación de una hoja invitando a los obreros a celebrar la fiesta del trabajo el 1º de mayo, se leyó «con gran avidez el manifiesto publicado en un extraordinario de El Socialista» y el mitin contó con una gran asistencia en un momento en que la crisis de trabajo y la miseria eran «atroces». Aquel 1º de mayo el grito unánime en el mitin obrero fue «¡Pan y trabajo!». A fines del año, el semanario obrero madrileño daba a conocer un aumento considerable de afiliados.53 Se inició de este modo el proceso de consolidación del socialismo almeriense que con sus altibajos no cesó en adelante.

      7. O TODOS O NINGUNO. LOS SOCIALISTAS ANTE LA GUERRA COLONIAL. LA CAPACIDAD DE ATRAER A «OBREROS INTELECTUALES» REPUBLICANOS

      La actitud de los socialistas ante la guerra de Cuba ayuda a entender el avance de la Agrupación Socialista almeriense a finales de 1897. Junto a los federales de Pi y Margall y algunos intelectuales, los socialistas fueron los únicos que se opusieron resueltamente a la guerra. Ante la campaña de exaltación nacionalista en los medios oficiales, los socialistas trataron de mostrar que la clase obrera no tenía nada que ganar en aquellos campos de batalla. En los primeros momentos de la guerra, el PSOE, poco informado e ignorando el contenido real de la lucha nacional cubana, se mantuvo en los límites estrechos de su denuncia de la guerra como expresión coyuntural de la esencia explotadora del capitalismo, que afectaba tanto a españoles como a cubanos.54

      Los socialistas tomaron como base de su actuación la denuncia de la injusticia del servicio militar y la redención a metálico, pero no integraron a su política general la cuestión cubana. A partir del 96 reclamaron el fin de la guerra y «el regreso de los hijos del pueblo», e hicieron llamamientos a la clase obrera para que expresara su oposición a la guerra, que era concebida como un mal que debería haberse evitado, más que como el combate por una independencia necesaria. En realidad, los socialistas no llegaron a comprender hasta muy tarde el carácter nacional de la lucha cubana y, por tanto, no llegaron a mostrar su solidaridad con los rebeldes.

      La actuación más decidida del PSOE respecto de la guerra de Cuba fue la campaña a favor del servicio militar obligatorio bajo el lema «O todos o ninguno», iniciada en septiembre del 97, coincidiendo con la subida al poder del Gobierno liberal de Sagasta. Reivindicaban que a Cuba fueran también los hijos de los ricos o que no fuese nadie; era una fórmula indirecta de pronunciarse por la paz inmediata, aunque tal vez no se atrevieran a plantear directamente ese objetivo y el abandono de las colonias por ser altamente impopular dada la euforia patriótica que vivía el país y la represión que se podría desencadenar sobre el partido. La campaña de mítines desarrollada bajo ese lema, aunque no logró suscitar la movilización de masas que probablemente se había buscado, tuvo buena acogida entre la clase trabajadora y sirvió al PSOE para ganar peso político en el país, salir de la marginación y hacerse reconocer como fuerza política representativa de los trabajadores. Los socialistas fueron, pues, la única fuerza política que pasó de la propaganda a la acción, aunque ésta siempre estuviese marcada por el legalismo.

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