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religiosas»[81]. Se entiende, pues, que su hijo Juan liderara el ala izquierda de la clase en la que estudiaba. Pese a este ambiente familiar y a sus propias doctrinas radicales, Juan Barnés correspondió a la amistad de Álvaro con total lealtad, sin rehuir, tanto en las conversaciones como en la correspondencia que mantiene con «su amigo de derechas», cualquier tipo de asuntos por íntimos que fueran, incluido el de la religión[82].

      AÑOS 30. OCUPANDO EL TIEMPO LIBRE

      Álvaro permaneció en el Instituto-Escuela hasta terminar el bachillerato, en 1932. Además de estudiar con gran provecho, también desplegó una importante actividad extraescolar que le llevó a convertirse en periodista, orador y deportista, entre otros menesteres.

      De su paso por Juventud queda constancia no solo por los artículos de temática diversa firmados por él en la revista, sino también como personaje entrevistado. Se conserva una foto en la que aparece toda la Redacción después de una comida que se había celebrado en el restaurante Botín: lo mismo que los redactores de publicaciones de cierta solvencia, también ellos pensaron que deberían tener una comida de trabajo para hacer balance de sus resultados. Una mirada atenta sobre esa fotografía permitirá descubrir una pequeña mancha en la chaqueta de Álvaro d’Ors: según le comentó en cierta ocasión a su discípulo Jesús Burillo, se había manchado comiendo cordero. La revista guarda memoria de las aficiones que, en este momento, tiene nuestro protagonista:

      Además de estas aficiones, en las páginas de Juventud se recoge también que el plato favorito de Álvaro era el arroz y los mariscos en general y que las ciudades del extranjero que más le gustaría visitar eran Roma, Oxford y Brujas. En la misma publicación se pueden ver algunos dibujos suyos y unas Hojas de un carnet de viaje que dan cuenta de uno de esos periplos veraniegos a los que ya hemos hecho alusión.

      Como a Álvaro se le daban bien los idiomas y había llegado a hablar el inglés con cierta soltura, formó con un grupo de compañeros de clase un Club Hispano-Inglés. A la hora de repartirse los cargos, nombraron secretaria a Elena Humbert y a él lo hicieron presidente. Cuando llegó el momento de echar a andar, prepararon un acto inaugural en el que el flamante presidente debía pronunciar un discurso ante sus compañeros. Según recordaría años más tarde, su experiencia como orador fue un fracaso, dada su timidez:

      El 9 de enero de 1929, el periodista César González Ruano publicaba en La Libertad de Madrid un artículo sobre los Reyes Magos y los hijos de los escritores. Entre otros, uno de los primeros protagonistas del suelto es Álvaro d’Ors, de quien el experto entrevistador hace un retrato bastante perfilado con muy pocos trazos. Vale la pena reproducir lo que dice el maestro de periodistas, ya que proporciona información sobre algunos de los aspectos que venimos reseñando en este apartado: “Álvaro d’Ors tiene doce años y es el mayor de mis interviuvados. Aspecto de joven príncipe inglés, traducido al castellano por un catalán. Abierto, escueto y luminoso. Alegre. Escritor. Hablo con Eugenio d’Ors (…)

      —Mi hijo pequeño —dice d’Ors— está en esa edad intermedia en que no es oportuno hablarle de la credulidad. Naturalmente, tiene sus reyes. Todos en esta casa tenemos nuestros reyes.

      Álvaro d’Ors —que nace con un nombre más envidiable que el del caballero Casanova— se cuadra elegantemente, me estrecha la mano y contesta a mis preguntas.

      —Yo —me dice— no creo en los Reyes Magos, naturalmente. Pero nadie me ha demostrado que no existan.

      La frase de Álvaro me hace pensar que me encuentro ante un niño que es algo más que un niño.

      —¿Cómo te imaginas tú a los Reyes?

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